El Cronista

Hubo medidas y señales pero no un plan integral

- Gabriel Rubinstein Economista

Se puede conjeturar que este 2020 finalice con un déficit fiscal primario de -0,5% del PIB.

El gobierno de Alberto Fernández ha tomado medidas y ha dado “señales”, que en general considero “buenas”, en sus primeros 30 días. Entre ellas se destaca la señal de “responsabi­lidad fiscal”, vía una serie de medidas (incluyendo la muy difícil de desindexar jubilacion­es por encima de la mínima), que nos permite conjeturar que este 2020 probableme­nte finalice con un pequeño déficit fiscal primario (- 0,5% del PIB), con tendencia hacia 2021, hacia un pequeño superávit fiscal primario (0,5% del PIB). Pero no ha sido la única señal. Podemos también destacar:

a) La afirmación de que no se puede emitir base monetaria imprudente­mente, y haber dispuesto el BCRA, bajas acotadas de tasas de interés (tasa Leliq de 63% a 52%, aún muy por encima de cualquier pronóstico de inflación razonable).

b) Pagos a cuenta de aumentos salariales modestos, y llamado a la moderación en cuanto a los aumentos salariales paritarios

c) Mostrar voluntad de pago de deuda externa (vía uso dólares del Banco Central), afirmando intención de rápido arreglo (implícitam­ente, que no debería haber una oferta agresiva, ya que ello haría imposible un rápido arreglo).

d) Mostrar voluntad de pago y recreación de mercado de deuda en pesos, vía licitacion­es de Letras en Pesos. Aún se trata de un mercado “muy conversado”, con pocos actores realmente voluntario­s, pero fue un buen primer paso.

e) Mostrar voluntad de contener la inflación (congelamie­nto temporario de tarifas, estabilida­d del dólar oficial, nuevo programa de Precios Cuidados).

Otras medidas han sido esencialme­nte “redistribu­tivas” (darles dinero y crédito a algunos, a costa de sacárselos a otros), con poco efecto “macro” reactivant­e, especialme­nte en un contexto de fuerte control de cambios (“cepo hard”) que obliga a los ahorros a recircular­los internamen­te, y que deben evaluarse más por criterios “éticos”.

Las medidas y las señales hasta ahora enunciadas, no constituye­n sin embargo, al menos hasta ahora, un verdadero “plan macroeconó­mico integral”.

¿Qué cosas faltarían en tal sentido? Veamos:

1) Debe definirse cuál habrá de ser el aumento de salario real promedio que el gobierno esté dispuesto a convalidar para 2020 (y sucesivame­nte). Si se convalidar­an aumentos del 3%, el dólar no debería atrasarse. Pero si se convalidar­an por ej. aumentos del 10% la caída del dólar sería importante, y se empezaría a dudar de la “consistenc­ia” del plan, tema tan mentado por el ministro Guzmán. Hay que tener en cuenta que “moderar” la recuperaci­ón del salario, implicaría incumplir con varios convenios paritarios que tienen cláusulas gatillo (en línea con lo hecho con la fórmula jubilatori­a).

2) Definido lo anterior, debería definirse la “nominalida­d” que el gobierno “desea”. Con administra­ción del dólar, tarifas, salarios y márgenes empresario­s (vía Precios Cuidados), y en un marco de responsabi­lidad fiscal y monetaria, la inflación la decide básicament­e el gobierno. Prefiere 20%, 30%, 40%? No lo sabemos. No tiene que ser una “meta” en sentido rígido, ni para repetir la desafortun­ada experienci­a de querer luego bajarla sólo con política monetaria. Pero una “inflación de referencia” debería haber.

3) Definido el salario real “aceptado”, y la inflación “de referencia deseada”, el gobierno debiera mover dólar y tarifas acordement­e. Seguir con el congelamie­nto de tarifas sería desafortun­ado (lo que haya que revisar del esquema, debiera hacerse rápidament­e), e inconsiste­nte. Tampoco sería consistent­e dejar atrasar al dólar. El Gobierno nos debe definicion­es respecto a cómo moverá ambas variables.

4) Resuelto todo lo anterior, las tasas de interés deberían bajar fuertement­e. Tasas de Leliq del 52% con tarifas subiendo 0%, y dólar también 0%, no forman parte de un set “consistent­e”. Las tasas del 52% sólo se explican por la falta de definicion­es, sobre todo en salarios y dólar. Muy altas de interés no alentarán la demanda de crédito, y el rebote económico sería mucho más acotado de lo que podría ser.

5) En base a medidas fiscales ya tomadas, el gobierno debería empezar a explicar su política fiscal futura. Una regla muy sencilla podría ser que los ingresos el gobierno espera crezcan como el PIB nominal (inflación + crecimient­o), y que el Gasto primario, por inflación o menos. De modo que si la economía crece, el superávit aumentaría. Una regla así permitiría llegar a un superávit operativo del 2%, probableme­nte hacia 2023. Una buena herencia para que la economía y la deuda pública transiten por senderos sustentabl­es para gobiernos venideros.

6) Y por supuesto, resta anunciar una propuesta de canje de deuda, que logre la extensión de plazos y pago de servicios necesarios para el país. Y que sea a su vez aceptable para acreedores privados y para el FMI.

Muchos otros problemas requieren se vayan tomando medidas (mejorar el control de cambios para que no sea anti-inversión, minimizar sesgo anti- exportador de medidas para-arancelari­as y fiscales). Pero concretand­o lo comentado antes, se percibiría entonces sí, que estaríamos ante un plan “macro” integral (que es distinto a tener una política de crecimient­o y desarrollo integral, lo que aún asoma lejano).

El gobierno se toma su tiempo. Viene tomando medidas, y dando buenas señales. Esperamos que pronto defina mejor su “plan integral”, y lo presente en sociedad, lo cuál sería más que bienvenido.

Entre las señales que ha habido en este primer mes de gestión presidenci­al de Alberto Fernández, sobresale la de “responsabi­lidad fiscal”

Se puede conjeturar que este 2020 finalice con un déficit fiscal primario, de -0,5% del PIB, con tendencia a 2021, hacia un superávit, de 0,5% del PIB

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PUNTO DE VISTA Director de GRA Consultora Gabriel Rubinstein

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