Caso Irlanda: dolor a corto plazo, beneficios futuros
En la década del ‘70, continuando la tendencia del resto de Europa, Irlanda apostó por el Estado como instrumento clave en el desarrollo económico. El gasto público no dejó de crecer en ese período, y con él también la deuda, que a mediados de los ‘ 80 superaba un 100% del PBI, la tasa de desempleo del 18% y el déficit fiscal de 12 puntos del PBI. La estrategia para combatir esa coyuntura fue elevar los impuestos, lo que causó el efecto contrario, pues desincentivaba aún más el trabajo y la producción. En ese entonces, en materia tributaria se partió de tasas de impuestos muy altas: 58% para las personas humanas y 50% para las empresas.
Frente a este escenario, a finales de esa década, Irlanda emprendió un proceso de reconstrucción interna (1987) a través de un Programa de Recuperación Nacional, cuyos beneficios tardaron casi una década en verse (los indicadores se revirtieron a partir del equilibrio de las cuentas fiscales, la liberación de la economía y una política de incentivo a la inversión extranjera directa). El slogan para el crecimiento sostenido fue conocido como: “Dolor a corto plazo para beneficios en el largo plazo”. La crisis dio lugar a negociaciones entre el Gobierno, las empresas y los dirigentes sindicales que condujeron a un acuerdo ( denominado Social Partnership Agreement) tripartito, que contribuyó a moderar las demandas salariales y reducir la inflación.
El proceso de reformas apuntó hacia una economía más abierta, más libre y con menor intervención del Estado. Entre ellos, se pueden mencionar: el “acuerdo social”, por la apertura económica y comercial, forzada en parte por el ingreso a la CEE, la ayuda europea, la eliminación de obstáculos a la creación de nuevas empresas, la desregulación de la industria de telecomunicaciones, el blanqueo de capitales ( por una amnistía general y temporal para los evasores de impuestos), recortes de impuestos individuales y corporativos, acompañado por ajustes de gasto fiscal, una fuerte inversión en educación y la continuidad de las políticas por parte de los gobiernos.
Además creó programas de incentivos fiscales con impuestos reducidos a las empresas, reconocido con uno de los pilares fundamentales del atractivo para empresas trasnacionales. Desde que Apple, se instaló en Cork en 1980 -cuando Irlanda todavía era uno de los países más pobres de Europa Occidental- con sólo 60 trabajadores, frente a los más de 5500 actuales, muchas empresas le siguieron sin cesar.
Google llegó en 2004 con menos de 50 empleados, cuando hoy en día superan también los 5000. Y Facebook aterrizó en 2008, con solo una treintena de personas y hoy emplea a más de 1000. Se observa que ese período de “espera” existe. El traslado de las empresas inversoras a Irlanda desde la reforma ha sido paulatino.
Durante los ‘90 se pusieron en marcha programas económicos diseñados para bajar la inflación, aliviar la carga impositiva, reducir el gasto del gobierno, incrementar las habilidades en la fuerza laboral y promover las inversiones extranjeras.
POLÍTICA TRIBUTARIA
Se introdujeron tres regímenes especiales: el International Financial Services Centre, aplicable a las empresas situadas en la Customs House Docks Area de Dublin; la Shannon Free Airport Zone, aplicable a empresas radicadas en una zona definida alrededor del aeropuerto de Shannon; y el Régimen Especial para la Manufactura de Bienes, aplicable en todo el territorio irlandés. Estos tres regímenes se caracterizaban por una tasa reducida del 10% en el Impuesto de Sociedades sobre las rentas derivadas de ciertas operaciones (por ejemplo, el sector industrial).
A ello se sumaba la amortización acelerada para las manufactureras, instalaciones, maquinaria y edificios y que los arrendatarios de los edificios tuvieran además la chance de deducirse el 200% del alquiler.
En 1998 Irlanda acordó con la UE sustituir estos regímenes especiales por un sistema fiscal general. Se introdujo entonces la legislación para un nuevo régimen de impuesto de sociedades, que llevaba finalmente a una tasa de impuesto corporativo de 12,5%, que estaría vigente desde el 1° de Enero de 2003.
El 1 de Enero de 2016 se implantó un nuevo régimen de patentes (KDB) que permitió gravar al 6,25% los beneficios por los inventos patentados y por los programas informáticos con los derechos reservados que obtenga una empresa residente en Irlanda.
La deducción fiscal denominada Knowledge Development Box (KDB) se ha diseñados para atraer la inversión extranjera aplicando una deducción que se aplica a todo el beneficio generado por la inversión en I+D –Investigación y Desarrollo- que ha hecho una compañía con residencia en Irlanda.
Los impuestos locales, conocidos como “tasas” no se basan en los ingresos, sino que gravan a los propietarios de un negocio por un valor de arrendamiento de la propiedad. La cuantía de las tasas varía en función de la región donde esté asentada. Sin embargo, en su política de menor intervención estatal, el Estado ofrece muy pocos servicios.
En las últimas décadas, Irlanda ha recibido una enorme cantidad de dinero de inversiones extranjeras. La mayoría de estos recursos provienen de más de 700 empresas estadounidenses que han trasladado su sede a Irlanda, generando 130.000 nuevos empleos. Dentro de las empresas norteamericanas que decidieron trasladar sus oficinas centrales a Irlanda destacan Intel, Boston Scientific, Dell, Pfizer, Google, Hewlett Packard, Facebook y Johnson and Johnson.
La economía de Irlanda moderna y enfocada al comercio, ha crecido mucho desde la modificación de su régimen tributario, especialmente por la reducción del impuesto sobre las empresas hasta el 12,5% actual. Logrando, de ser uno de los países más pobres de la Unión Europea, a ser el cuarto más rico después de Luxemburgo, Noruega y Suiza.
El caso de Irlanda muestra perfectamente cómo bajando la presión fiscal, se promueve la inversión y su consecuente aumento en la recaudación. Obviamente, en el corto plazo, el gasto público improductivo debe ser la variable de ajuste.
La economía de Irlanda ha crecido mucho desde la modificación de su régimen tributario, por la reducción del impuesto a empresas hasta el 12,5%
El caso irlandés muestra perfectamente cómo bajando la presión fiscal, se promueve la inversión y su consecuente aumento en la recaudación