Excusas: el peor hábito en la oficina y el sello de los mediocres
Son una puesta en escena con resultados catastróficos en el clima laboral e incluso en los resultados
El cerebro está diseñado para completar acciones, promesas o propósitos. No hacerlo, genera malestar
Las excusas son un hábito: la mayoría de las personas viven poniéndolas para no tomar acción y obtener los resultados que dicen que quieren. Van desde justificar por qué no cuidan su salud hasta dejar de asumir las tareas en el trabajo; desde dejar de estudiar cuando tienen un examen inminente hasta ‘plantar’ a los amigos cancelando encuentros a último momento.
Cuando vas por la autopista de la realización personal, las excusas te arrastran por caminos alternativos que te distraen de tu objetivo. Además, te quitan energía y entusiasmo, porque lo que logran es que pierdas el foco. La mente puede jugar a tu favor o en tu contra. En el caso de los mediocres, las excusas son el argumento perfecto para justificar su inacción. Seguramente conocés personas que son verdaderamente sofisticadas en sus argumentos, porque necesitan hacer esa puesta en escena para autoconvencer a su subconsciente de que lo que dicen ‘es’ real.
El problema es que el subconsciente, al igual que el nivel inconsciente, no distingue lo real de lo falso por lo que, si le das una excusa, la toma como verdadero. Por eso, la próxima vez no te prestará atención y producirá probablemente el resultado en automático que vos mismo le programaste la vez anterior: otra excusa. Así funciona y se instala ese mal hábito. Entonces, cada vez que decís que vas a hacer algo y no lo hacés, te mentís a vos mismo y eso daña tu estructura interna de autoestima: es una pequeña herida en la autoconfianza, por lo que ya nada volverá a ser igual. Puede parecer inocente, aunque no lo es, ya que la justificación repetida y prolongada en los años lleva a un resultado catastrófico: una vida postergada, gris, opaca, sin logros y con tus sueños aniquilados por tu falta de integridad. Además, las excusas son como las mentiras: se necesita de otra y otra, y otra más, para tapar la anterior. En cambio, cuando completás algo que hiciste de modo comprometido, el cerebro almacena esa experiencia gratificante y te premia dándote más energía y entusiasmo para dar el siguiente paso. Ese es el motivo por el que las personas automotivadas son las mejores emprendedoras: siguen adelante atravesando desafíos y superando problemas.
Si querés realmente erradicar para siempre las excusas de tu trabajo (y vida), lo lograrás modificando las creencias limitantes que frenan tu crecimiento. El proceso será gradual, aunque con resultado garantizado si se encara paso a paso.
Primero, hacete responsable de tus actos y tus dichos: cuando asumís tu responsabilidad por lo que decís, hacés, pensás, sentís y actúas, tu vida entra en concordancia; de tal forma que ya no tendrás tantas disonancias o distorsiones. Segundo, actuá en consecuencia: asumí tu parte y verás como empezás a despegar en la autopista de tu realización personal y profesional. Trazá planes por escrito, reunite con personas exitosas que te alienten a ir adelante dejando atrás las excusas, observá tu lenguaje y dejá de usar justificaciones en modo automático. Muy pronto verás cómo estás avanzando en un sentido proactivo y directo hacia tu propósito. Finalmente, mantente en movimiento hacia tus objetivos, pase lo que pase: seguí todo impulso hacia adelante y hacia arriba, en línea con tus objetivos. Es lo que necesitás para alcanzar tus metas. Por más extraño que parezca, el dejar de ponerte excusas te traerá una energía multiplicada para encarar nuevos proyectos y anhelos. Tu mente estará despejada, creativa e innovadora, y tendrás la lucidez para que cada movimiento conlleve una acción directa hacia tu meta en la autopista de realización que estás recorriendo.
Las personas dicen y no hacen por miedo a las 3D: lo desconocido, lo diferente o lo desafiante