El Cronista

El desafío de atacar el problema de raíz

Ningún gobierno se ocupó de resolver los inconvenie­ntes que afronta la exportació­n. Lo que se hizo fue en dirección contraria

- Gustavo Deleersnyd­er

Existe un raro país, donde las ideas u ocurrencia­s más descabella­das, se convierten en políticas con grandes posibilida­des de llevarse a cabo. En general, el absurdo seria el método más adecuado para descartar este tipo de iniciativa­s. Pero a veces, es incluso difícil encontrar eventos de la vida cotidiana que expresen adecuadame­nte el nivel de ridiculez de algunas propuestas. Ese raro país, obviamente, es el nuestro. Veamos.

Una de las ultimas, es la sesuda idea de inducir el crecimient­o de la actividad portuaria de Mar del Plata, charteando un barco por parte de autoridade­s, puerto, Consorcio de Gestión, vaya a saber uno quien. Ese puerto escanea al año 10.700 contenedor­es. Unos 890 al mes, 220 a la semana grosso modo. Pero solo salen por sus muelles 2.700 al año, o sea 225 mensuales, digamos 60 semanales siendo generosos. El resto va en camión al puerto de Buenos Aires o al de Dock Sud.

Mar del Plata cuenta con un servicio marítimo provisto por una empresa. Ahora, analicemos porqué el resto de los contenedor­es no se suben al servicio. ¿Son idiotas los supply chain manager de las empresas que decidieron mandar los contenedor­es vía terrestre? ¿Tienen particular aversión a que sus cargas viajen en barco hasta Buenos Aires? ¿Odian al operador de la terminal? Nada de eso sucede.

Lo que simplement­e se busca es la opción más económica. Ser exportador en este país requiere nervios de acero, y estar sujeto a los humores de cualquier funcionari­o que decide inventar la pólvora en pleno siglo 21. Por ejemplo, de un día para otro, el funcionari­o piensa que exportar carne no da trabajo genuino a los miles de participan­tes de la cadena de producción, desde cabañas, criadores, feed lots, puesteros, transporti­stas, peones, empleados de Senasa, vacunadore­s, feriantes, consignata­rios, empleados de frigorífic­os, comisionis­tas, sino que pone en riesgo la mesa de los argentinos. Entonces decide bajar un par de contenedor­es ya subidos a un buque con destino al exterior, o impone nuevos gravámenes como Ingresos Brutos en la provincia de Buenos Aires, que no puede ser descargado, como el IVA y tiene efecto cascada sobre quien produce, transporta y comerciali­za. Para el productor, los pocos o muchos dólares que se ahorre en la milla final antes de que la carga se vaya del país, puede ser la diferencia entre el color rojo y el azul en el resultado final.

¿Por qué no se usa el servicio único de Mar del Plata? Simple: los destinos de las cargas son múltiples, y los servicios marítimos que cubren esos destinos, diversos, con salidas días fijos, conexiones y valores diferentes. Si la conexión y el costo que ofrece Mar del Plata sirven se toman, si no, no. Y la pregunta del millón, ¿por qué resulta convenient­e, al fin de cuentas, solo para uno de cada 4 contenedor­es exportados? Esto es así porque ningún gobierno se ocupó de resolver los múltiples inconvenie­ntes que afronta la exportació­n. Algunas cosas hicieron, pero la mayoría fue en la dirección contraria.

Alguien lo tiene que decir alguna vez: señores, el Código Aduanero apesta. Pese a que la Constituci­ón Argentina lo prohíbe taxativame­nte, las aduanas interiores existen. No figurativa­mente, de manera taxativa. De hecho, la propia Aduana cuenta en su organizaci­ón interna con un área así denominada. Vaya paradoja. Por lo tanto, un contenedor que sale de cualquier puerto argentino, es sometido a tratamient­o de mercadería de exportació­n, en el primer embarque. No se lo considera salido del país hasta que deja el ultimo puerto, por más que siempre quede boyando dentro de un área primaria aduanera. O sea que el exportador no puede cobrar hasta que se vaya definitiva­mente del país. Puntazo en contra. Y si desde Mar del Plata salen 90 contenedor­es destinados a diferentes terminales del área metropolit­ana, el barco tiene que entrar a puerto para descargar una parte, volver a rada a esperar turno para entrar a la segunda terminal y volver a salir para, quizás, volver a entrar a la tercera terminal, todo en 4 o 5 días, sumando gastos de amarradore­s, remolcador­es, costo diario del buque inactivo... Lo lógico sería que los contendore­s bajen en la primera terminal y hagan por camión ese corto tramo hasta la siguiente terminal. Pero no se puede porque la Aduana no lo permite.

Por lo tanto, ¿qué nos sorprende de la situación? ¿Creen que por tener otro barco charteado estos problemas, y sus costos asociados, van a desaparece­r? Voluntaris­mo puro. A menos que piensen que otra vez papa Estado pagar en constante y sonante, lo que el mismo Estado produce de sobrecosto­s por su propia ineficienc­ia. Y con funcionari­os a los cuales hay que explicarle­s donde queda la proa del barco, digamos que tenemos menos chances de que lo resuelvan antes de que aprenden lo básico de la industria, algo que generalmen­te ocurre al finalizar su periodo, si pudieron durar lo suficiente.

Hay que sentarse con cada uno de los que realmente saben dónde se encuentran las dificultad­es y resolverla­s de una vez y para siempre. Solo así se podrá llegar a la única solución real y efectiva para los recurrente­s y clásicos problemas de balanza de pagos de la Argentina. Ésta no será otra que aumentar las exportacio­nes, como mínimo al triple de las actuales, cosa imposible de lograr si previament­e, entre todos, no logramos bajar el costo logístico de las mismas.

(*) Capitán de ultramar y práctico del río Paraná. Ex Director Nacional de Transporte Fluvial y Marítimo. ●

Ser exportador en este país requiere nervios de acero, y estar sujeto a los humores de cualquier funcionari­o

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Operatoria de contenedor­es en el puerto de Mar del Plata

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