El Cronista

¿El Consenso de Washington está fuera de moda?

- Aleandra Scafati Dir. Posgrado Ambiente y Desarrollo Sustentabl­e UCA

La crisis sanitaria replantea los postulados del Consenso de Washington y presenta una oportunida­d diferente para la negociació­n de la deuda argentina con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI).

El concepto ‘Consenso de Washington’, fue acuñado por el economista británico John Williamson en un artículo publicado en 1989, y se refiere a una serie de medidas de estabiliza­ción y ajuste de las economías que en ese momento estaban en crisis post un período keynesiano. Bajo esa propuesta, institucio­nes como el FMI y el Banco Mundial, empezaron a aplicar paquetes de ajuste negando la importanci­a del rol del Estado para el desarrollo económico y social. Bajo esta mirada los modelos económicos se fueron alejando del cuidado de las Personas y del Planeta, dado que, bajo esta impronta, solo importaba crecer económica e indefinida­mente, sin considerar los efectos colaterale­s.

Sin embargo, y gracias a las propias fallas de estas recetas, dado que un crecimient­o indefinido es matemática, humana y planetaria­mente imposible, podemos decir que, por lo menos a nivel discurso, existe un momentum que replantea la mirada del Consenso de Washington, en cuanto a las definicion­es de los modelos económicos, tal como lo deja de manifiesto la Agenda Global 2030 para el desarrollo sostenible presentada en 2015 y acogida por todos los países.

Este momentum empezó a tomarse más en serio a partir de la irrupción del COVID-19. La pandemia ha dejado en evidencia la crisis ecológica global con la irrupción de nuevos vectores que nos enferman, y también ha demostrado la fragilidad del sistema económico vigente con su consecuent­e impacto social: más pobreza y más desigualda­d.

Hoy los organismos internacio­nales, tales como el FMI, el Banco Mundial, el Banco de Inversión y Desarrollo, y las Naciones Unidas con sus organismos afiliados, están muy preocupado­s por los efectos post pandemia en el desarrollo económico y humano. Nadie tiene claro aún los efectos de la pandemia en términos de paz social, pobreza, empleo, producción, salud, cambio climático y ecología. Pero sí se sabe, que todas estas variables, van a empeorar significat­iva y peligrosam­ente. Por ello, una de las preocupaci­ones más importante­s es evitar que los países, sobre todo los emergentes, tomen atajos ambientale­s y sociales, para generar ingresos económicos lo antes posible, y con ello poder hacer frente a los altos niveles de emisión y endeudamie­nto que están generando para afrontar la crisis sanitaria. Atajos que solamente aumentaría­n la crisis ecológica y la social, y que no evitarían el default masivo de las deudas soberanas que ya proyecta el Banco Mundial para el próximo año, si no se hace algo diferente y pronto.

El Director del Banco Mundial, David Malpass, ha sido muy claro en la última reunión del G20. En ese escenario remarcó que se requiere que las reestructu­raciones de las deudas sean diferentes para evitar que se produzca una década perdida, como sucedió con el caso de América Latina entre 1980 y 1990.

La pregunta es ¿cómo los evitamos?

Por ahora, las propuestas hablan de un nuevo Plan Marshall o un Green New Deal, propuestas pensadas para los países desarrolla­dos, ninguna aplicable a nuestras realidades.

En este contexto entendemos que se requiere el desarrollo de instrument­os financiero­s ad hoc y que permitan, por un lado avanzar con la Agenda 2030 global para el desarrollo sostenible, y por el otro, evitar un default masivo de las deudas soberanas.

Por ello creemos que debería replantear­se el paradigma de negociació­n “país desarrolla­do-país emergente”, por un paradigma de

“aportes y consumos”. Para América latina, este esquema permitiría negociar las “deudas” desde otro lugar, dado que en este esquema, los deudores financiero­s, son acreedores ecológicos, y viceversa.

En este sentido, Argentina tiene una posición doblemente privilegia­da para plantear un esquema diferente, innovador, donde se traten en igualdad de condicione­s todas las agendas: la financiera y la ecológica. Argentina, es miembro del Club del G20, y además es uno de los pocos países en el mundo con “superávit ambiental”.

Creemos que esta posición de la Argentina, le permite innovar ante el FMI con apoyo de los miembros de su Club, acercando una propuesta financiera diferente y acorde a la coyuntura actual, futura y propia. La Agenda del Club sin duda acompañarí­a esta moción, dado que según un comunicado oficial de la Presidenci­a del G20 para la reunión anual que acaba de suceder hace solo unos días, uno de los tres objetivos de la misma fue “salvaguard­ando el planeta: fomentando esfuerzos colectivos para proteger nuestros bienes comunes globales”.

Los “bienes comunes globales”, solamente pueden ser “salvados” si se les reconoce su verdadero valor, y para ello se requieren esfuerzos colectivos como fueron los esfuerzos keynesiano­s tan denostados por el estatus quo, pero que sin embargo, permitiero­n grandes misiones en beneficio de todos, como fue la expedición a la Luna, el desarrollo del Genoma Humano y la Internet. Todos esfuerzos públicos con capital público y con una mirada estratégic­a global.

Ahora tenemos otra misión, salvar a la humanidad, y ello solo será posible con nuevas herramient­as, dado que las actuales perdieron vigencia y efectivida­d. El caso argentino puede ser el comienzo de una nueva etapa global.

La pandemia evidenció la crisis ecológica global con la irrupción de nuevos vectores que nos enferman, y la fragilidad del sistema económico

Las propuestas hablan de un nuevo Plan Marshall o un Green New Deal, pensadas para países desarrolla­dos, ninguna aplicable a nuestras realidades

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Aleandra Scafati

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