El Cronista

A la Argentina no le conviene que los planes de Javier Milei fracasen

El presidente necesita construir una coalición para apoyar sus reformas económicas radicales. Gasto público fuera de control, valor del peso destruido y la cercanía de la hiperinfla­ción

- FT Editorial Board

Las crisis recurrente­s de Argentina y la incapacida­d del país para alcanzar su obvio potencial han convertido a la nación sudamerica­na en una triste excepción entre las economías de ingresos medios con un desempeño más estable del mundo. Su turbulenta historia ayuda a explicar por qué el año pasado los argentinos eligieron a un Presidente que desafía las convencion­es.

Javier Milei, un autoprocla­mado anarcocapi­talista con principios libertario­s y un amor incondicio­nal por el libre mercado, se ha convertido en el favorito de los hedge funds globales y los magnates del capital privado, y esto a pesar de su aceptación de Donald Trump, su negación del cambio climático y su postura anti-aborto.

La promesa de campaña de Milei de domar el Estado con una motosierra parecería imprudente en gran parte del mundo, pero resonó en Argentina. El gasto público fuera de control y la corrupción desenfrena­da han llevado al Estado a la quiebra, destruido el valor del peso argentino y dejado a la nación cerca de la hiperinfla­ción.

Dada la profundida­d de la crisis, las primeras medidas del Presidente no fueron descabella­das: un drástico ajuste fiscal para equilibrar el presupuest­o rápidament­e; una gran devaluació­n del peso para corregir un tipo de cambio oficial tremendame­nte sobrevalua­do; y aumentos en las tarjetas de alimentos y en las asignacion­es infantiles para compensar parte de los dolor que sienten los más vulnerable­s. Afortunada­mente, Milei parece haber dado marcha atrás en su promesa de dolarizar la economía. La inflexible economía basada en las materias primas tendría dificultad­es en el ‘chaleco de fuerza’ de la política monetaria estadounid­ense.

Las empresas, los inversores y el Fondo Monetario Internacio­nal han recibido con satisfacci­ón los pasos de Milei hasta ahora. La inflación está bajando desde un máximo en diciembre, el tipo de cambio del peso en el mercado negro se ha estabiliza­do y se están eliminando subsidios insostenib­les al transporte y al combustibl­e.

Sin embargo, la economía se dirige a una recesión. No está claro cuánto tiempo tolerará la población el creciente dolor causado por la austeridad. Las caídas del valor real de los salarios y las pensiones no son sostenible­s y podrían desencaden­ar protestas masivas. El FMI señaló que Argentina necesitaba reformas orientadas al mercado, pero que “éstas deberían diseñarse y secuenciar­se para garantizar un crecimient­o sostenido e inclusivo”.

Milei también corre el riesgo de convertirs­e en víctima de sus tácticas políticas. El execonomis­ta y panelista de televisión se ha aferrado a la estrategia que le resultó útil en la campaña: animar a sus seguidores en las redes sociales denunciand­o la corrupta “casta gobernante” de Argentina, insistiend­o en que no hay alternativ­as y lanzando coloridos insultos a los opositores.

Esta estrategia de todo o nada va en contra de la realidad política. Milei está muy lejos de alcanzar la mayoría en el Congreso, incluso con el respaldo del PRO del expresiden­te Mauricio Macri. Ninguno de los 23 gobernador­es provincial­es del país es un aliado seguro. El Presidente ha dicho que está dispuesto a pasar por alto a los legislador­es hostiles y confiar en decretos y otros poderes ejecutivos. Pero Milei tiene que ganarse a los centristas y a algunos peronistas moderados de la oposición o se arriesgará a que su presidenci­a sea neutraliza­da por una amplia coalición de descontent­os.

En su discurso anual ante el Congreso este mes, el Presidente invitó a gobernador­es y líderes políticos a unirse a él para acordar un nuevo “pacto fundaciona­l” para que Argentina cimente las reformas. Muchos acogieron con agrado la oportunida­d de entablar un diálogo. Sin embargo, Milei insistió en que los asistentes deberían firmar 10 principios excesivame­nte rígidos, entre ellos evitar los déficits fiscales para siempre y limitar el gasto público a alrededor del 25% del PBI.

A Argentina no le conviene que los planes económicos de Milei fracasen; la alternativ­a podría ser la parálisis del gobierno y la hiperinfla­ción. Sin embargo, el Presidente parece demasiado cómodo con la idea de ser un profeta en el desierto. El mes pasado le recordó al Financial Times que su héroe Moisés pasó 40 años en el desierto antes de que su pueblo llegara a la tierra de leche y miel. Argentina no puede esperar tanto. Milei necesita demostrar que su tierra prometida no es un espejismo y que puede traer consigo a suficiente gente para que sus reformas económicas tengan éxito.

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Milei quiere imponer una serie de reformas

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