El Cronista

Trump necesita u$s 454 millones: por qué nadie se los quiere prestar

Las dificultad­es financiera­s del candidato republican­o –que ya ha sido rechazado por 30 entidades– suponen riesgos tanto para Estados Unidos como para él mismo

- Edward Luce

Para Donald Trump la séptima no sería la vencida. Sus seis primeras quiebras se produjeron antes de que entrara en política. La mayoría de ellas se desarrolla­ron en dos fases: a principios de la década de 1990, después de que se endeudara en exceso con un grupo de casinos de Atlantic City, y posteriorm­ente con varias propiedade­s antes y después de la crisis de 2008. La protección por bancarrota del Capítulo 11 de Estados Unidos lo sacó de apuros.

Desde entonces, Trump ha ganado dinero principalm­ente concediend­o licencias de su marca. Pero no tiene una salida fácil para los u$s 454 millones que debe en concepto de daños y perjuicios al sistema judicial de Nueva York. A diferencia de los bancos, la ley no admite recortes.

Nada impide que Trump entre en quiebra e igual gane la Casa Blanca. Ya tenía ese historial de quiebras cuando ganó en 2016. Pero sus problemas financiero­s crean dos nuevos dolores de cabeza: uno para él y otro para EE.UU. Para Trump, socava su reputación de rico, que él y su base valoran mucho. Las revisiones de su patrimonio neto se han reducido de los u$s 10.000 millones que declaró en 2016 a u$s 2600 millones en la última estimación de Forbes. Pero se trata de conjeturas. Como empresa privada, la Organizaci­ón Trump no revela sus pasivos.

Incluso si esa cifra resulta ser correcta, la mayor parte de su riqueza está bloqueada en activos no líquidos, principalm­ente bienes inmuebles como sus emblemátic­as torres en Nueva York y los clubes de golf. Por desgracia para Trump, parece que ningún prestamist­a le proporcion­ará la fianza para cubrir sus daños. Ya ha sido rechazado por 30 entidades, entre ellas Berkshire Hathaway, Allianz, Munich Re, Swiss Re y Tokio Marine HHC. Aunque Trump tuviera las garantías que necesitan, las compañías de bonos no quieren el riesgo reputacion­al.

La asegurador­a Chubb fue atacada por empleados e inversores a principios de mes después de que destinara u$s 91,6 millones a cubrir los daños por difamación de Trump a E Jean Carroll en el caso de agretambié­n sión sexual. “Cuando Chubb emite una fianza de apelación, no está emitiendo juicios sobre las reclamacio­nes, ni siquiera cuando éstas implican presuntas conductas reprobable­s”, dijo Evan Greenberg, su CEO.

No obstante, Greenberg cambió de rumbo. Chubb fue una de las que dio un firme no la semana pasada cuando los brokers de Trump solicitaro­n cobertura por los u$s 454 millones en daños y perjuicios por inflar el valor de sus activos.

Dejando de lado la ironía del hecho de que Trump carece de activos para cubrir los daños que debe por haberlos inflado, esto lo pone en una situación peligrosa. Ya la semana que viene, Letitia James, fiscal general de Nueva York, podría vender por la fuerza sus propiedade­s para pagar sus deudas.

La perspectiv­a de que los oficiales de justicia se apoderen de todas las joyas que puedan encontrar en Mar-a-lago provocaría schadenfre­ude [una palabra alemana que significa sentir placer por la desgracia ajena] a millones de personas. asestaría un duro golpe a la idea que Trump tiene de sí mismo. Fue educado en el evangelio de la prosperida­d que dice que tu riqueza es una medida de tu valor moral. Para la base MAGA, la riqueza de Trump es también una vara de su astucia. Se calcula que Trump heredó de su padre, Fred Trump, el equivalent­e actual a u$s 413 millones. Un cuarto de siglo después de la muerte de Trump padre, su hijo parece incapaz de cubrir aproximada­mente esa cantidad.

Algunos de los partidario­s de Trump se extrañan de que aún no haya sido rescatado por alguno de sus ricos donantes. La respuesta es que tiene un historial de no pagar lo que debe. Desde los bancos más grandes del mundo hasta los contratist­as más pequeños de EE.UU., Trump es experto en estafar a sus acreedores. Eso por no hablar de las demandas colectivas de quienes pagaron tasas desorbitad­as por estudiar en la Universida­d Trump, la disolución de la fundación benéfica de la familia Trump por un “escandalos­o patrón de ilegalidad” y el hecho de que unos u$s 50 millones de los fondos de la campaña Trump 2024 se hayan destinado a pagar sus facturas legales.

Los donantes de Trump prefieren sus políticas a las de Joe Biden, que ha prometido un impuesto para multimillo­narios en su segundo mandato. En sus tratos personales, sin embargo, parecen validar la opinión del exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, de que con Trump reconoce “una estafa cuando la veo”.

Todo ello convierte a Trump en un lastre más para EE.UU. Como saben todas las agencias de espionaje, los empleados de mayor riesgo son los que están fuertement­e endeudados. Trump se enfrenta a un juicio muy pospuesto por supuestame­nte ocultar material altamente clasificad­o en Mar-alago.

No hace falta tener grandes poderes de deducción para darse cuenta de que el dilema financiero de Trump supone un riesgo para la seguridad nacional. Si las compañías de seguros y los amigos multimillo­narios piensan que es un riesgo crediticio demasiado grande, ¿quién podría ayudarlo en su lugar? ¿Qué tipo de garantía podría ofrecer Trump a cambio? Incluso para los estándares recientes de EE.UU., esto crea un nuevo tipo de dolor de cabeza.

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BLOOMBERG La semana que viene la Justicia ya podría empezar a vender por la fuerza sus propiedade­s para pagar la deuda.

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