¿Qué competencia de monedas?
La llamada ‘competencia de monedas’ parecería ser el régimen monetario que se buscará instaurar en Argentina. Se podría decir no sólo que este sistema, con mínimas diferencias, es el que rige en la mayoría de los países, sino también que ya está bastante difundido en la práctica en nuestro país, aunque actualmente nos encontramos con normas que impiden su normal y eficaz funcionamiento.
Cuando se alcance el objetivo de eliminar el cepo, otorgarle seguridad material a los contratos en moneda extranjera e ir recorriendo el camino hacia la eliminación de las restricciones cambiarias y monetarias, quedará en evidencia la necesidad de tener una autoridad que busque preservar la integridad de la moneda nacional con sus correspondientes mecanismos institucionales, incluyendo reglas de juego y supervisión de los agentes. De lo contrario, estaríamos frente al reemplazo del peso por otra moneda con su sistema financiero.
Estamos transitando momentos de fuerte caída en la demanda de dinero. Se manifiesta, entre otros indicadores, cuando una expresión de los saldos monetarios usados para transacciones, como ser la suma de circulante en poder del público, depósitos a la vista (cuentas corrientes más cajas de ahorro), es en la actualidad aproximadamente 8,5% del PBI. Este registro es alrededor de la mitad del observado durante décadas en Argentina y menos de un tercio de lo que es la norma en los países de la región. Aún sumando los saldos de cuentas Money Market, el indicador no llegaría al 10% del PBI.
Al mismo tiempo, los préstamos de los bancos en pesos al sector privado (individuos, empresas, familias) suman 6% PBI, menos de un séptimo de lo registrado en la región.
Hay entonces un importante potencial para la implementación de políticas conducentes a remonetizar de manera sustentable la economía, acompañando el impulso generador de crecimiento con estabilización de precios, una vez corregidos los importantes desequilibrios previos. De esta forma se consolidaría un marco apropiado para un genuino desarrollo de la actividad económica. Para ello también habría que considerar varias cuestiones específicas en materia monetaria: Tasas de interés: asumiendo que las remuneraciones (salarios, jubilaciones, etc.) y los impuestos se seguirán abonando en moneda local, se deberá defender los atributos del peso como unidad de cuenta, reserva de valor y medio de cambio. Esto requiere evitar políticas tendientes a que sistemáticamente el rendimiento de los pesos se ubique muy por debajo de las perspectivas de inflación y depreciación de la moneda. No hacerlo desalentaría la demanda de la moneda local, erosionaría el poder adquisitivo de las remuneraciones y ‘licuaría’ los saldos de deudas en pesos. Además, la caída de demanda de pesos llevaría una mayor depreciación y eventual salida de capitales, situación que requeriría más tiempo revertir y también mayores tasas de interés a pagar en el futuro por aumento del riesgo percibido en la tenencia de pesos. Alternativamente, la posibilidad de repudiar el peso pasando, por ejemplo, a una dolarización plena también tiene su costo en manejos a lo largo del ciclo económico (distinto al de Estados Unidos) además de otras consecuencias. Agregados monetarios: en los últimos meses, la reacción a la caída de demanda de dinero fue imponer una mayor restricción de su oferta. Aunque contribuye a la desaceleración de la suba de precios, eso deriva en caídas superiores en la actividad económica y su convalidación en pérdidas de ingresos. Así como crear dinero sin que apreciado termina en inflación, devaluaciones y recesión, inducir una caída de su demanda también acarrea consecuencias que se manifiestan en estos mismos indicadores. Compensar el menor deseo de tener dinero local reduciendo su oferta puede ser prudente, pero, además, da lugar a desahorros por residentes que implica a una peculiar forma de seudoestabilidad cambiaria. Crédito al sector privado: aun con tasas de interés muy bajas, un escenario de mayor recesión, también puede llevar a un debilitamiento de la demanda de crédito. No sólo se postergan proyectos de inversión, sino que también está afectado el consumo por incertidumbre sobre ingresos futuros. Desintermediación bancaria: es deseable contar con mercados de capitales cumplan su útil función en la canalización de ahorros e inversiones en armonía con el rol que cumple la banca regulada. En ese sentido, hay roles diferenciados, pero complementarios en conexión de recursos por tipos de riesgos de crédito, plazos y otros atributos. Sin embargo, hay cuestiones de diseño en impuestos y otras regulaciones que no generan un marco competitivo uniforme. El costo de transformación marginal de los recursos obtenidos mediante un depósito bancario a plazo en pesos a préstamos es notablemente más alto que hacer una transacción similar mediante el mercado de capitales. Este diferencial se explica por la estructura tributaria y regulatoria vigente. Eso dio lugar a que los tomadores de préstamos de bancos estén sometidos a mayores tasas de interés y que los intermediarios bancarios maximicen utilidades fondeándose con cuentas a la vista no remuneradas y prestando mayormente al sector público. Un corolario positivo es que, entonces, la caída de préstamos al sector privado en relación al PBI no es tan extraordinariamente fuerte como la que surge de las estadísticas tradicionales debido a la mayor participación de fuentes de financiamiento en los mercados abiertos. Hoy, no contar con un sistema monetario relevante en los inicios del proceso no justifica subestimar las derivaciones en el mediano y largo plazo. Velar por estabilidad financiera no equivale a tomar parte favoreciendo deseos de deudores o acreedores sino fortalecer un sistema útil para sus usuarios y para ellos darle los elementos que lo hagan competitivo y que justifiquen su aumento en calidad y cantidad de servicios prestados.