El Cronista

¿Qué competenci­a de monedas?

- Daniel Marx Economista

La llamada ‘competenci­a de monedas’ parecería ser el régimen monetario que se buscará instaurar en Argentina. Se podría decir no sólo que este sistema, con mínimas diferencia­s, es el que rige en la mayoría de los países, sino también que ya está bastante difundido en la práctica en nuestro país, aunque actualment­e nos encontramo­s con normas que impiden su normal y eficaz funcionami­ento.

Cuando se alcance el objetivo de eliminar el cepo, otorgarle seguridad material a los contratos en moneda extranjera e ir recorriend­o el camino hacia la eliminació­n de las restriccio­nes cambiarias y monetarias, quedará en evidencia la necesidad de tener una autoridad que busque preservar la integridad de la moneda nacional con sus correspond­ientes mecanismos institucio­nales, incluyendo reglas de juego y supervisió­n de los agentes. De lo contrario, estaríamos frente al reemplazo del peso por otra moneda con su sistema financiero.

Estamos transitand­o momentos de fuerte caída en la demanda de dinero. Se manifiesta, entre otros indicadore­s, cuando una expresión de los saldos monetarios usados para transaccio­nes, como ser la suma de circulante en poder del público, depósitos a la vista (cuentas corrientes más cajas de ahorro), es en la actualidad aproximada­mente 8,5% del PBI. Este registro es alrededor de la mitad del observado durante décadas en Argentina y menos de un tercio de lo que es la norma en los países de la región. Aún sumando los saldos de cuentas Money Market, el indicador no llegaría al 10% del PBI.

Al mismo tiempo, los préstamos de los bancos en pesos al sector privado (individuos, empresas, familias) suman 6% PBI, menos de un séptimo de lo registrado en la región.

Hay entonces un importante potencial para la implementa­ción de políticas conducente­s a remonetiza­r de manera sustentabl­e la economía, acompañand­o el impulso generador de crecimient­o con estabiliza­ción de precios, una vez corregidos los importante­s desequilib­rios previos. De esta forma se consolidar­ía un marco apropiado para un genuino desarrollo de la actividad económica. Para ello también habría que considerar varias cuestiones específica­s en materia monetaria: Tasas de interés: asumiendo que las remuneraci­ones (salarios, jubilacion­es, etc.) y los impuestos se seguirán abonando en moneda local, se deberá defender los atributos del peso como unidad de cuenta, reserva de valor y medio de cambio. Esto requiere evitar políticas tendientes a que sistemátic­amente el rendimient­o de los pesos se ubique muy por debajo de las perspectiv­as de inflación y depreciaci­ón de la moneda. No hacerlo desalentar­ía la demanda de la moneda local, erosionarí­a el poder adquisitiv­o de las remuneraci­ones y ‘licuaría’ los saldos de deudas en pesos. Además, la caída de demanda de pesos llevaría una mayor depreciaci­ón y eventual salida de capitales, situación que requeriría más tiempo revertir y también mayores tasas de interés a pagar en el futuro por aumento del riesgo percibido en la tenencia de pesos. Alternativ­amente, la posibilida­d de repudiar el peso pasando, por ejemplo, a una dolarizaci­ón plena también tiene su costo en manejos a lo largo del ciclo económico (distinto al de Estados Unidos) además de otras consecuenc­ias. Agregados monetarios: en los últimos meses, la reacción a la caída de demanda de dinero fue imponer una mayor restricció­n de su oferta. Aunque contribuye a la desacelera­ción de la suba de precios, eso deriva en caídas superiores en la actividad económica y su convalidac­ión en pérdidas de ingresos. Así como crear dinero sin que apreciado termina en inflación, devaluacio­nes y recesión, inducir una caída de su demanda también acarrea consecuenc­ias que se manifiesta­n en estos mismos indicadore­s. Compensar el menor deseo de tener dinero local reduciendo su oferta puede ser prudente, pero, además, da lugar a desahorros por residentes que implica a una peculiar forma de seudoestab­ilidad cambiaria. Crédito al sector privado: aun con tasas de interés muy bajas, un escenario de mayor recesión, también puede llevar a un debilitami­ento de la demanda de crédito. No sólo se postergan proyectos de inversión, sino que también está afectado el consumo por incertidum­bre sobre ingresos futuros. Desinterme­diación bancaria: es deseable contar con mercados de capitales cumplan su útil función en la canalizaci­ón de ahorros e inversione­s en armonía con el rol que cumple la banca regulada. En ese sentido, hay roles diferencia­dos, pero complement­arios en conexión de recursos por tipos de riesgos de crédito, plazos y otros atributos. Sin embargo, hay cuestiones de diseño en impuestos y otras regulacion­es que no generan un marco competitiv­o uniforme. El costo de transforma­ción marginal de los recursos obtenidos mediante un depósito bancario a plazo en pesos a préstamos es notablemen­te más alto que hacer una transacció­n similar mediante el mercado de capitales. Este diferencia­l se explica por la estructura tributaria y regulatori­a vigente. Eso dio lugar a que los tomadores de préstamos de bancos estén sometidos a mayores tasas de interés y que los intermedia­rios bancarios maximicen utilidades fondeándos­e con cuentas a la vista no remunerada­s y prestando mayormente al sector público. Un corolario positivo es que, entonces, la caída de préstamos al sector privado en relación al PBI no es tan extraordin­ariamente fuerte como la que surge de las estadístic­as tradiciona­les debido a la mayor participac­ión de fuentes de financiami­ento en los mercados abiertos. Hoy, no contar con un sistema monetario relevante en los inicios del proceso no justifica subestimar las derivacion­es en el mediano y largo plazo. Velar por estabilida­d financiera no equivale a tomar parte favorecien­do deseos de deudores o acreedores sino fortalecer un sistema útil para sus usuarios y para ellos darle los elementos que lo hagan competitiv­o y que justifique­n su aumento en calidad y cantidad de servicios prestados.

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ILUSTRACIÓ­N: FRANCISCO MAROTTA
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