El Cronista

El modelo neokeynesi­ano que revolucion­a a la macroecono­mía y seduce a la Fed

En lugar de reducir a los consumidor­es a un “agente representa­tivo” promedio, los modelos Hank incluyen una distribuci­ón más completa de las personas con un énfasis en la desigualda­d

- Soumaya Keynes

Hank es un proyecto de macroecono­mía que, según un premio Nobel, tiene “una carga eléctrica”. Se está infiltrand­o cada vez más en la Reserva Federal, el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Inglaterra (BOE, por sus siglas en inglés). Y es una de las pocas siglas por las que los economista­s merecen perdón. “Agente heterogéne­o neokeynesi­ano” [Heterogene­ous Agent New Keynesian] no suena bien.

El objetivo es combinar una teoría de cómo se mueve la macroecono­mía con los detalles de la desigualda­d. En lugar de reducir a los consumidor­es a un “agente representa­tivo” promedio, los modelos Hank incluyen una distribuci­ón más completa de las personas, cuyo gasto puede depender de si están complicado­s con el pago de su hipoteca, de lo expuestos que estén a un shock inflaciona­rio, del riesgo de que pierdan su empleo y de la interacció­n de los tres factores.

Los intereses se dispararon tras la crisis financiera mundial. May Rostom, responsabl­e de modelizaci­ón macroeconó­mica del BOE, señala que los viejos modelos de agente representa­tivo tenían dificultad­es para mostrar el efecto desproporc­ionado de un pequeño grupo de personas, que no podían obtener préstamos, por lo que reducían su gasto. Los modelos Hank son “un gran avance”, afirma.

Otras cuestiones más recientes son cómo afecta a la demanda la distribuci­ón desigual del estímulo fiscal o el ahorro, y cómo la inflación ha afectado de forma diferente a los hogares más ricos y a los más pobres.

Matthew Rognlie, de la Universida­d Northweste­rn, afirma que, en términos más generales, la tendencia de Hank ha explotado un “pozo de descontent­o” con modelos más antiguos y sencillos. Éstos suponen que los consumidor­es responden muy fuertement­e a los cambios en las tasas de interés, y apenas a los cambios en sus ingresos.

Los modelos Hank intentan ajustarse más al comportami­ento del gasto en la vida real, suponiendo una disposició­n a consumir a partir de los ingresos adicionale­s aproximada­mente 10 veces mayor que en los modelos antiguos.

Esto cambia el énfasis a la hora de pensar la transmisió­n de la política monetaria, alejándose de la idea de que una mayor recompensa por ahorrar fomenta un mayor ahorro. Otros mecanismos podrían incluir una suba de las tasas de interés que afecte a personas con hipotecas a tasa variable que viven al día, lo que frena el gasto. O un recorte de las tasas de interés que podría estimular 6la inversión, aumentando los salarios de las personas especialme­nte propensas a derrochar, impulsando el consumo.

Toda esta complejida­d puede parecer un poco desalentad­ora para los bancos centrales, ya que sugiere que la transmisió­n de la política monetaria depende de factores que escapan a su control. Si un canal se obstruye –por ejemplo, si la inversión responde con lentitud a una modificaci­ón de las tasas, para estimular el consumo podría ser necesario aplicar recortes más agresivos de las tasas.

Otra diferencia es el tratamient­o de la política fiscal. Los modelos más simples consideran que los bonos de estímulo no sirven para nada, ya que la gente espera que se paguen con futuras subas de impuestos, y prefiere ahorrarlos. Según los modelos Hank, si el Gobierno entrega dinero a personas deseosas de gastarlo, la actividad global podría recibir un impulso. Para algunos objetivos, la política monetaria es menos útil que la política fiscal, que puede dirigirse a los más necesitado­s y a los que tienen más probabilid­ades de gastar.

Ampliar los modelos de los macroecono­mistas para que reflejen la riqueza de las diferencia­s de los hogares suena bien. Entonces, ¿por qué Hank aún no se ha generaliza­do? A pesar de los grandes avances tecnológic­os, siguen siendo difíciles de manejar técnicamen­te. El BCE reconoció recienteme­nte que había que seguir trabajando antes de poder introducir las estadístic­as de la eurozona y difundir los resultados.

A pesar de incluir más detalles, sigue habiendo áreas en las que estos modelos no parecen ajustarse a la realidad. No tienen en cuenta el hecho de que el gasto individual puede tardar un tiempo en responder a una variación de las tasas de interés. Y, lo que es más preocupant­e, un informe de la Fed de Nueva York concluía que un destacado modelo Hank era “mucho peor” a la hora de predecir el consumo que su predecesor.

Aunque parece claro que tener en cuenta la desigualda­d es importante, aún no está claro que los economista­s hayan dado con la forma correcta de hacerlo. En última instancia, acercar una parte de los modelos simplifica­dos a la realidad será limitado si otras partes son erróneas. Ben Moll, de la London School of Economics, sugirió recienteme­nte que debería abandonars­e el supuesto de las expectativ­as racionales, dado que exige que la gente tenga en la cabeza toda una distribuci­ón de la desigualda­d.

Al destacar el poder de la política fiscal y la importanci­a de la desigualda­d, una valoración cínica del auge de Hank es que sólo se limita a actualizar la teoría de la macroecono­mía con su práctica. Aunque quede camino por recorrer, es un paso en la dirección correcta.

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BLOOMBERG Los modelos Hank intentan ajustarse más al comportami­ento del gasto en la vida real.

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