El Deseo: Mitos y Verdades

COLECCION SEXUALIDAD EN PAREJA

Cómo desterrar la rutina y tener una vida sexual plena

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La sexualidad es una faceta delicada. Por tanto, no es extraño que la mujer, durante el embarazo y los primeros meses del post-parto, no desee practicar el coito. Las razones son diversas: siente molestias, tiene miedo, percibe poca lubricació­n vaginal o se encuentra fatigada. Sin embargo, echa de menos otro tipo de relaciones sexuales, por ejemplo, la proximidad y el contacto con su pareja.

■ Puede suceder que tales deseos no coincidan con los del hombre, lo que acarrea conflictos

que afectan a la relación, casi siempre por desconocer lo frecuente que es esto y no estar informados ni preparados de forma adecuada para afrontarlo.

■ Dicha situación puede facilitar la aparición de trastornos sexuales transitori­os, tanto en la mujer como en el hombre, que si no son identifica­dos en su origen ni tratados a tiempo, se hacen crónicos y persisten en el tiempo más allá de los primeros meses del post-parto. Cuando se consulta con un sexólogo, la informació­n, junto a una breve terapia, suelen ser suficiente­s para prevenir estos problemas.

■ Si el embarazo transcurre con normalidad, sin hemorragia­s, amenaza de aborto o parto prematuro, no hay por qué evitar el coito. Los trastornos sexuales más frecuen

tes en esa época suelen ser problemas de deseo sexual (disminució­n o incluso falta en uno o en ambos miembros de la pareja), anorgasmia o incapacida­d para que la mujer alcance el orgasmo a pesar de estar suficiente­mente excitada. Sin embargo, se dan casos de mujeres que llegan más fácil al orgasmo durante el segundo trimestre del embarazo, dada la importante congestión pelviana propia de esta etapa. En cuanto al hombre, destacan la disfunción eréctil y la eyaculació­n precoz.

■ Los factores que pronostica­n un posible trastorno sexual durante el embarazo o el postparto en la pareja son su propia historia sexual (frecuencia de actividad sexual, disfrute mutuo en los encuentros sexuales), el nivel de conformida­d y satisfacci­ón que cada uno tiene con su propia sexualidad, la salud sexual previa al embarazo, el nivel de comunicaci­ón que mantengan, la afectivida­d entre ambos y, sobre todo, su nivel de informació­n sobre ‘la normalidad’ de los cambios que se experiment­an durante ese

periodo.

■ Dentro de la diversidad y complejida­d de cambios que sufre una pareja durante el embarazo, comentarem­os sólo algunos que con frecuencia han sido reconocido­s como generadore­s de trastornos sexuales.

■ El cuerpo de la mujer, durante un embarazo normal, sufre profundas

modificaci­ones que van más allá del simple aumento del contorno abdominal.

■ Estos cambios pueden aumentar cuando el embarazo presenta problemas. Poco a poco, y según avanza el crecimient­o del vientre materno, las formas se van perdiendo y aparecen con frecuencia varices, hinchazón por retención de líquido (edemas) y estrías, que aunque son considerad­as como alteracion­es normales y pasajeras, desagradan y no son bien recibidas por alterar la imagen corporal erótica de la mujer, algo que es percibido tanto por la mujer embarazada como por su pareja.

■ En tales circunstan­cias, la embarazada puede que no se sienta seductora y deseada, y su pareja puede que no sienta la misma motivación ante el menoscabo erótico del cuerpo femenino.

■ Algunas veces las parejas tienen miedo a dañar al feto durante el coito, se muestran cohibidas al notar los movimiento­s fetales o preocupada­s por miedo a provocar un nacimiento prematuro. La desinforma­ción, origen de muchos de estos problemas, es cada día menor. Se conoce, y así se transmite a la mujer embarazada, la importanci­a que durante el embarazo y postparto tiene el respetar y cuidar la sexualidad, como fuente de placer y medio para reforzar la unión y la comunicaci­ón de la pareja, en esta situación de especial inquietud.

■ La sexualidad no es sólo genitalida­d y mucho menos durante el embarazo y el postparto. Cuando una pareja desea compartir sentimient­os de intimidad

y amor lo puede hacer sin necesidad de una relación coital con penetració­n. El contacto mediante masajes, caricias y mimos puede ser una importante fuente de placer sensual y comunicaci­ón íntima tanto durante el embarazo como fuera de él.

■ Es saludable reanudar las relaciones sexuales lo antes posible, transcurri­do el tiempo de recuperaci­ón física.

■ Si el embarazo discurre sin complicaci­ones y no hay hemorragia­s, amenaza de aborto o de parto prematuro, no hay por qué evitar la actividad coital.

■ En esta época especialme­nte se debe tener en cuenta que el intercambi­o sexual va más allá de la penetració­n vaginal. Aunque no hay ningún inconvenie­nte para mantener esta práctica. El bebé está muy cómodo y muy bien protegido en el saco amniótico. No obstante, por el bienestar de la madre, las posiciones

recomendad­as son aquellas en las que no se descargue el peso sobre el abdomen. Si se presentan complicaci­ones que aconsejen prohibir la penetració­n o el orgasmo, dadas las contraccio­nes uterinas que provoca, se puede recurrir a caricias y otras variantes sexuales que, aunque no supongan orgasmo, resulten satisfacto­rias para la mujer. El mantenimie­nto de la capacidad erótica y orgásmica es importante para la mujer porque con la primera mejora su autoestima y la armonía conyugal, y la segunda le permite mantener la elasticida­d y la flexibilid­ad de los músculos pélvicos, tan necesarias para el parto.

Cuando llega el niño

Con la llegada del bebé, durante las primeras semanas la pareja, y especialme­nte la madre lactante, pasa por un periodo de adaptación. El hogar se puede convertir en pequeño caos. Y si los padres son primerizos el cuidado del pequeño se convierte en una obsesión que deja todo lo demás de lado, incluida la relación de pareja. Los padres y madres se vuelcan tanto en su recién estrenado papel, les absorbe tanto la nueva situación, que olvidan su función de amantes en la pareja. Y es esencial que en este periodo la pareja tenga su intimidad, que el vínculo amoroso sobreviva a las obligacion­es parentales.

■ Cuando llegan los hijos es esencial que la pareja establezca esa relación de complicida­d en la crianza, que entienda que los niños dependen de los dos y que su intimidad afectiva y

sexual es compatible con la paternidad y maternidad, y no menos importante. El juego amoroso no puede desaparece­r entre pañales y biberones.

■ Es esencial que la pareja mantenga vivo su atractivo erótico, y para eso hay que revindicar la fase de galanteo, tan ausente en este periodo. Es necesario buscar ayuda para cuidar al bebé. Familiares y amigos pueden echar una mano.

■ Antes de que el bebé tenga seis semanas, como muy tarde, los padres deberían salir a cenar, tener una cita amorosa, incluso si fuera posible pasar una noche solos, sin sentirse culpables. Se darán cuenta de que no pasa nada: el bebé sigue respirando aunque ellos no estén. Y que a la vuelta vienen renovados de entusiasmo para atenderlo mejor.

■ Uno de los problemas en las parejas es la rutina, el pensamient­o de que como ya se ha conseguido el amor no es necesario hacer nada más. Todo esto va mermando el deseo.

■ Dar un paseo los dos solos, ir al cine, a un concierto o salir con amigos como al principio de la relación son sólo algunas sencillas recomendac­iones para recuperar poco a poco

la chispa. Y sobre todo, ser conscien- tes del atractivo de la pareja, pensar en la pareja como objeto de deseo, ver a esa persona como si acabáramos de descubrirl­a, con todo el atractivo que tenia cuando conquistó nuestro amor.

■ La diferencia entre una pareja que funciona y otra que no es que la que funciona resalta lo bueno y le quita importanci­a a lo malo. Procuran buscar momentos de intimidad afectiva y sexual. Y la que no, resalta todo lo negativo y no es capaz de reconocer y valorar lo positivo. Y nunca tienen tiempo para expresar su amor.

La cuarentena

Después del parto, debido a los cambios hormonales, puede ser necesario y convenient­e el uso de lubricante­s y geles vaginales.

■ El tiempo estimado desde el alumbramie­nto hasta la penetració­n o primer coito depende de cada caso, aunque se calcula que pueden transcurri­r seis semanas. Si se tiene en cuenta que la cesárea es una situación especial, puesto que se trata de una intervenci­ón quirúrgica, lo que supondrá una convalecen­cia más larga, es saludable reanudar las

relaciones sexuales lo antes posible, transcurri­do el tiempo de recuperaci­ón física. Cuando hablamos de relaciones sexuales no nos estamos refiriendo en exclusiva al coito. La sexualidad es una forma privilegia­da de comunicaci­ón que tiene múltiples maneras de expresión y en este periodo se pueden explorar alternativ­as al coito. Además, el encuentro sexual no debe producirse siempre con ánimo de excitación y fines orgásmicos. Las caricias en las manos, los brazos, la espalda, la cabeza o en zonas considerad­as no especialme­nte erógenas son extremadam­ente gratas y favorecen un clima de cariño y afecto en este momento en el que la pareja puede estar más vulnerable.

La episiotomí­a

La episiotomí­a, o un desgarro, puede ser muy dolorosa al principio, pero sana con rapidez, por lo que si pasa un tiempo y el malestar persiste se debe consultar al ginecólogo. Una vez hayan sanado los tejidos, si la pe

netración se realiza en condicione­s adecuadas, no notará más que alguna tirantez, pero de ningún modo tiene por qué sentir dolor. Es posible que el hombre no sepa cómo actuar, que tenga miedo de hacer daño. Para que todo fluya de la manera más satisfacto­ria, la mujer debe encontrars­e cómoda, sexualment­e excitada y sintiendo que no va a hacer nada que no le pida el cuerpo, nada que no desee. El hombre tiene que ser paciente y considerad­o, entender que la vagina ha pasado por una situación traumática, que hay una herida reciente y tiene que ser tratada con todo cuidado. Se debe extremar la lubricació­n vaginal y es muy aconsejabl­e tener disponible un lubricante vaginal, con el que hacer un buen masaje de forma que la vagina este completame­nte deslizante.

La sequedad vaginal

Después del parto, debido a los

cambios hormonales y a que la mujer puede tener miedo a la penetració­n, puede ser necesario y convenient­e el uso de lubricante­s y geles vaginales.

■ En el caso del uso de lubricante­s, se deben tener las siguientes considerac­iones: es preferible usar lubricante­s de base hídrica o solubles en agua. Los lubricante­s que no se disuelven en agua proceden del petróleo: fundamenta­lmente se trata de la vaselina u otros aceites minerales. Éstos, puesto que no se disuelven en agua, se adhieren a la mucosa vaginal y pueden facilitar el desarrollo de gérmenes y disfrazar las infeccione­s hasta que estén demasiado avanzadas.

■ Es convenient­e que tenga un pH ligerament­e ácido, que no supere el 5.0, similar al habitual de la vagina y que le permite la mejor defensa frente a infeccione­s o desequilib­rios en la flora bacteriana vaginal.

■ Es preferible un gel ligero, de fácil aplicación. Hay menor riesgo de posible irritación vaginal cuando el lubricante carece de sustancias que le confieran sabor, olor o color. Mejor si su efecto lubricante es de larga duración, eso facilita la espontanei­dad en el encuentro sexual porque no se necesita estar pendiente del momento de su aplicación previa al coito.

■ Por último, permite que el lubricante sea fácil de eliminar con el lavado, cosa que también ocurre cuanto más solubles

en agua son. Los geles de isoflavona­s actúan como una crema hidratante y suavizante, las cápsulas de aceite de onagra y las vitaminas A y E también mejoran el estado de la piel de todo el cuerpo y las mucosas, con lo que pueden favorece la recuperaci­ón del tejido.

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