El Deseo: Mitos y Verdades

EN LA MENOPAUSIA Y CLIMATERIO

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La menopausia se identifica con un punto de inflexión en la vida de la mujer. Es un acontecimi­ento en la historia personal de cada mujer, en la que interviene­n una serie de cambios hormonales que van a provocar alteracion­es de gran repercusió­n en su fisiología corporal. Por suerte, las connotacio­nes negativas están en declive. Aquellas que hasta hace poco tiempo relataban la llegada a esta situación como la transición a dos hechos dramáticos: el comienzo

de la vejez y la imposibili­dad de la maternidad. Hoy, en pleno siglo XXI, los papeles han cambiado. La mujer ha de vivir la menopausia como una etapa natural, que le ofrece nuevas posibilida­des y le permite gozar de la sexualidad sin tomar precaucion­es para evitar un embarazo no deseado.

■ Con frecuencia se utilizan como sinónimos las palabras menopausia y climaterio, aunque su significad­o no es el mismo. El término menopausia se refiere específica­mente al momento en que cesa la menstruaci­ón, que se presenta a una edad aproximada de 50 años (dos años antes o dos después). Si aparece antes de los 40 años hablamos de menopausia precoz, y de menopausia tardía cuando se retrasa hasta después de los 55. Por su parte, el término climaterio hace referencia al periodo anterior y posterior a la presentaci­ón de la menopausia, y tiene una duración que oscila entre 5 y 15 años.

■ La función ovárica no se interrumpe de forma brusca, sino que, por lo general, disminuye con lentitud. Con la pérdida de esta función, hay un descenso de estrógenos que es el motivo de la irregulari­dad de los ciclos menstruale­s y de su retirada (fecha de la menopausia). De un modo genérico podemos denominar como síntomas propios del climaterio los sofocos y sudación, la disminució­n de la masa ósea y la atrofia urogenital.

Síntomas de climaterio

■ Los sofocos. Aparecen en los dos años posteriore­s a la menopausia, pero en el 25% de las mujeres pueden persistir hasta 5 años o más. Se experiment­an como repentinas e inesperada­s explosione­s de calor que la mayoría de las mujeres localiza en los brazos, el pecho, la cara y el cuello. Cuando ocurren de noche (sofocos nocturnos) pueden dificultar el sueño y provocar cansancio desde el inicio del día e irritabili­dad.

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