Vaticano: Francisco, entre reformas y resistencias
El biógrafo Mounier formula la siguiente pregunta sobre Francisco: “cómo calificara la historia su pontificado: ¿cómo una primavera de reformas o cómo un invierno de abusos sexuales?”.
Con sonrisas, el Papa Francisco recibió, el 13 de mayo, al presidente ucraniano Volodimir Zelenski. Fue un gesto que demoró más de un año en ser acometido. Hablaron, claro, de la situación social, en particular, la de la niñez como consecuencia de la invasión rusa.
Sin dudas, un papa no puede hablar de guerra como puede hacerlo cualquier otro mortal que dirige un estado. No es su rol. No debe responder a aquel sarcasmo que pronunció el brutal dictador ruso-georgiano, Iosif Stalin, cuando en Yalta, en 1945, alguien le sugirió tener en cuenta la opinión papal y Stalin respondió: “¿Cuántas divisiones tiene el papa?”.
No por ello, y sin perder de vista el compromiso humanitario, Francisco “sacó el cuerpo a la jeringa” al abstenerse de condenar la invasión. Es más, en no mencionarla como tal. En colocar al mismo nivel, en aras de un difuso deseo de paz. a la Rusia del presidente Vladimir Putin con la Ucrania invadida del presidente Zelenski.
Fue en Hungría, durante el desplazamiento de Francisco a ese país entre el 28 y el 30 de abril, cuando el Papa no se privó de hablar de “una guerra insensata” y de fustigar “el infantilismo belicoso de Occidente”. Casi como si el libreto se lo hubiese escrito el propio Putin y corregido el presidente chino Xi Jinping.
El Papa no puede desconocer que el pacifismo que promueve avala la invasión, los bombardeos y las muertes provocadas por un país, Rusia, claramente el agresor, frente al combate heroico del pueblo ucraniano cuyo sacrificio no es otra cosa que una búsqueda de paz, pero con justicia y dignidad.
¿En cuál arcón hurga Francisco para hablar del infantilismo belicoso de Occidente? ¿Es acaso Occidente el invasor? ¿Cuál es el territorio ruso invadido? ¿Por qué no condena Francisco la ocupación de Crimea y de parte de las regiones de Luhansk, de Donetsk, de Kherson, de Mariupol? ¿Por qué no protesta frente a las muertes de civiles en toda Ucrania? ¿Por qué nada dice de la destrucción total que sufre la ciudad de Bakhmout?
Nadie puede imaginar que el Papa, de buena fe, acepta como válidas las mentiras que propaga el gobierno ruso. Quizás hasta debería denunciarlas si mantiene un compromiso sincero con la búsqueda de la verdad.
Rusia no habla de invasión, claro, sino que a ella se refiere como “operación especial militar”, el Papa nada dice. Rusia habla de la camarilla “fascista” que, según Putin y compañía, gobierna Ucrania, el Papa calla. Rusia reprime con dureza y utiliza su justicia adicta para condenar a quienes osan oponerse a la guerra, el Papa los ignora.
La historia dejó en claro que el pacifismo es siempre un aliado –cuando menos de manera ingenuapara los grandes dictadores de la historia. Así ocurrió en el reparto de Checoslovaquia en 1938. También en la imposición de regímenes comunistas en toda Europa Oriental, en 1945, tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Y vuelve a ocurrir ahora.
O, mejor dicho, ya ocurrió cuando el Ejército ruso, con Putin de presidente, invadió Georgia y amparó las independencias –no reconocidas por nadie- de Osetia del Norte y Abjasia. Ocurrió cuando la Transnistria moldava, se independizó de hecho con un gobierno pro ruso.
Por todo ello, si el Papa Francisco quiere servir a la causa de la paz debería comenzar por servir a la causa de la verdad.
Finanzas
François de Labarre es un periodista que se desempeña como redactor en jefe de la publicación francesa tipo magazine “Paris-match”. Pero, además, de Labarre es un periodista de investigación especializado en el Vaticano. O, más precisamente, en las finanzas de la Santa Sede.
En abril del 2023, François de Labarre publicó un libro titulado “Vatican offshore. L’argent noir de l’eglise” (“Vatican offshore. El dinero negro de la Iglesia”), donde afirma que “hasta años recientes, la transparencia era un tema tabú en el Vaticano”.
En rigor, todo comenzó –según de Labarre- cuando el papa polaco Juan Pablo II decidió utilizar la banca privada del microestado –el Instituto para las Obras de Religión (IOR)- como fuente de financiamiento para la lucha contra el comunismo. Reclutó entonces una serie de “ejecutivos bancarios”. Algunos más, otros menos, recomendables.
Corrían los años ‘70. Una década después, la Mafia penetró el instituto a los efectos de abrir cuentas anónimas con el objetivo de financiar campañas de políticos italianos que pretenden alcanzar candidaturas y puestos ministeriales, nacionales, regionales o locales. Obviamente para influenciar y para comprar impunidad.
Como no podía ser de otra manera, comenzó a afluir el dinero del narcotráfico al punto que, en 2013, cuando Benedicto
XVI renunció al papado, Estados Unidos clasificó al Vaticano en la lista “negra” de países susceptibles de servir de plataforma para el blanqueamiento de dinero proveniente de la droga.
De Labarre reconoce el esfuerzo del papa Francisco por mejorar la imagen de las finanzas vaticanas. Explica que, a tal efecto, una “armada” de “cuellos blancos” desembarcó en el Vaticano convocada por Francisco para intentar transparentar, al menos en parte, las finanzas de la Santa Sede.
Reconoce que el intento de transparencia comenzó con el antecesor de Francisco, el papa alemán Benedicto XVI, pero aclara que fue el sucesor argentino quién avanzó al prohibir la apertura de cuentas anónimas en el IOR, al condicionar sus inversiones del IOR al respeto de criterios de ética y al nombrar un conocido juez anti mafia al frente del tribunal vaticano.
Con todo, la transparencia está lejos de ser alcanzada como lo puso de manifiesto el informe de los abogados del controlador de las finanzas del IOR, Libero Milone, quién fue “misteriosamente empujado” hacia la renuncia en 2017. Dicho informe habla de financiamiento de políticos, de desvíos de fondos de la gendarmería vaticana, de blanqueos, de corrupción.