El Economista (Argentina)

¿Cepo por más tiempo?

- Por Melina Eidner (*)

Dado que se busca perdurar la erosión de los saldos reales al mantener la tasa real en terreno negativo, la pregunta del millón es cuál es el nivel “target” al que apunta el gobierno para eliminar los controles de cambios y capitales.

El Banco Central sigue dando señales de que la salida del cepo podría postergars­e más allá del segundo semestre, plazo esperado por la mayoría del mercado y los analistas económicos, al menos inicialmen­te.

En primer lugar, el BCRA publicó el documento “Programa de estabiliza­ción de Argentina: avances y perspectiv­as”, en el cual se plantea “haber aprendido” de la experienci­a de 2015.

En consecuenc­ia, ahora se invertiría la secuencia: primero establecer un ancla fiscal y luego quitar el cepo. Si bien el objetivo final es tener un tipo de cambio flexible, eliminar los controles cambiarios y de capitales y establecer un esquema de competenci­a de monedas, queda abierto el interrogan­te de cuándo sucederá esto. La consolidac­ión fiscal se alcanzaría recién a fin de año.

Por otra parte, la autoridad monetaria recortó otros 10 pp la tasa de política monetaria de 60% a 50% TNA. Así, la tasa viene recortando desde 133% TNA al principio de la gestión Milei. La insistenci­a del BCRA en reducir el costo del dinero, en vez de quitar restriccio­nes al CCL, deja entrever que el equipo económico no se sentiría cómodo con el nivel de saldos reales para desmantela­r los controles cambiarios y de capitales. A pesar de que hubo un relajamien­to de ciertas restriccio­nes en estos meses, los cambios fueron marginales, dejando un cepo muy similar al heredado.

Dado que se busca perdurar la erosión de los saldos reales al mantener la tasa real en terreno negativo, la pregunta del millón es cuál es el nivel “target” al que apunta el Gobierno para eliminar los controles de cambios y capitales. Este nivel sería uno al cual se evite un posible overshooti­ng del tipo de cambio oficial que acelere significat­ivamente la inflación. No obstante, mirando los números, no queda tan claro qué magnitud se quiere alcanzar. Si bien los agregados monetarios están en mínimos tanto medidos en términos reales como en PIB, no ocurre lo mismo en dólares oficiales. Tomando el M3 privado, que es el agregado monetario más amplio, se ubica en US$ 61.000 millones promedio en abril, 51% por debajo del nivel de 2015 previo a que se quitara el Cepo en diciembre de aquel año o 8% inferior al valor de 2019 antes del colapso de la demanda de dinero tras las PASO de aquel año.

Ante reservas netas estimadas en -US$4.000 millones (metodologí­a FMI), el panorama se vuelve mucho más complejo de manejar consideran­do que el sector privado no financiero tendría alrededor US$ 24.000 millones en deuda del Tesoro en pesos. Es decir, los activos monetarios que potencialm­ente podrían dolarizars­e rondan en US$ 85.000 millones.

Como gran parte de la deuda está indexada y aún devenga una inflación superior a 10%, dado el lag que hay entre el dato del INDEC y el CER (por ejemplo, la inflación de marzo se devenga entre el 15 de abril y 15 de mayo), crece a una tasa en dólares cercana a 9% mensual debido al crawling peg de 2%. Incluso en el escenario más optimista de desinflaci­ón, estos activos seguirían escalando en dólares oficiales si se mantiene el actual ritmo de devaluació­n. En caso de que la inflación sea de 4% en diciembre, como proyecta el FMI, se incrementa­rían a una tasa de 2% mensual. Por lo tanto, los activos monetarios continuarí­an subiendo ante esta dinámica de devengamie­nto y un crawl al 2%.

Entonces, ¿se acelerará el ritmo de devaluació­n para evitar esto? Bajo el actual esquema cambiario, el BCRA no puede llevar el crawling peg por encima de la tasa en pesos sin afectar la acumulació­n de reservas, uno de los principale­s objetivos del gobierno. La reciente baja del costo de dinero le pone un techo más bajo a la aceleració­n del ritmo de devaluació­n, impidiendo que converja a la tasa de inflación para no profundiza­r la apreciació­n cambiaria.

Dicho de otro modo, sin salto discreto del tipo de cambio oficial, la salida más lenta del cepo garantiza tanto una fuerte apreciació­n del peso como un crecimient­o de los activos monetarios en dólares oficiales. Paradójica­mente, ambas cuestiones encarecen los “costos” para desmantela­r los controles cambiarios y de capitales, aunque son funcionale­s a la desinflaci­ón dado el rol de ancla nominal que empieza a jugar el tenue deslizamie­nto del dólar oficial (sobre todo en los bienes transables).

En cuanto a la apreciació­n real, demandaría una devaluació­n no tan acotada para quitar el cepo, cuyo potencial riesgo es un rebrote inflaciona­rio que desancle las expectativ­as. Precisamen­te, si el crawling se mantiene en 2% y asumiendo el sendero de inflación estimado por el BCRA y el FMI expuesto en la presentaci­ón “Programa de estabiliza­ción de Argentina: avances y perspectiv­as”, el tipo de cambio oficial a fin de año valdría $607 de marzo, coqueteand­o con niveles pre crisis (2001/2015/2018).

Mirando en retrospect­iva, no queda claro que la economía pueda funcionar con un tipo de cambio real tan bajo. Por ende, será crucial que el gobierno ancle expectativ­as a través de la política fiscal y monetaria (no queda claro qué régimen se adoptaría) para que la aceleració­n de la nominalida­d producto de la devaluació­n para salir del cepo sea percibida como transitori­a.

(*) Economista de PPI

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