El Economista (Argentina)

Ley Bases en el Senado: hace falta una conversaci­ón amplia, transparen­te y participat­iva

- Por Ricardo Porto

Si bien el tránsito de la Ley Bases y el paquete fiscal por el Congreso admiten lecturas optimistas, el aspecto más cuestionab­le fue la ausencia de la sociedad civil. La inmensa cantidad de sectores involucrad­os en las leyes no pudieron hacer oír sus voces.

Una pregunta desafiante puede plantearse sobre la aprobación de la Ley Bases y el denominado paquete fiscal que tuvo lugar recienteme­nte en la Cámara de Diputados. ¿Qué modelo de democracia representa?

Existe una primera respuesta optimista. Existió un verdadero debate institucio­nal, del cual participar­on legislador­es, funcionari­os de diferentes áreas del Poder Ejecutivo y gobernador­es de distintos signos políticos. La propuesta original planteada por el Gobierno sufrió numerosas modificaci­ones, que recogieron diversas observacio­nes de la oposición. De hecho se pasó de los 664 artículos originales a 232.

La activa participac­ión de los sectores denominado­s dialoguist­as no hace sino confirmar la existencia de un ámbito institucio­nal de discusión.

Todo ello fue coronado por un extenso debate en el recinto, en donde cada diputado de los diferentes bloques pudo expresar sus ideas. Por lo demás, ahora les correspond­e a los senadores revisar lo actuado.

De este modo, funciona un verdadero esquema bicameral. Al respecto, hay que recordar que en el pasado se había adoptado una modalidad en donde un buen número de proyectos de ley eran debatidos informalme­nte por algunos legislador­es de ambas cámaras del Congreso para consensuar un texto que, luego no sufría modificaci­ones en la cámara revisora. “No se toca ni una coma”, era la frase que solía escucharse por entonces, consagrand­o un cuestionab­le unicameral­ismo de facto.

Desde esta mirada positiva, en esta oportunida­d las institucio­nes han funcionado adecuadame­nte. Se ha dado cumplimien­to a la visión constituci­onal ortodoxa, que recuerda que el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representa­ntes. Y esta vez, los representa­ntes han deliberado y gobernado como nuestros padres fundadores lo han querido. La democracia representa­tiva ha sido debidament­e observada.

Sin embargo, hay otra mirada posible que sustenta una visión más robusta de la democracia, sosteniend­o que tuvo lugar un debate elitista, pobre y superficia­l.

Para comenzar, puede recordarse que ambas normas han resuelto una extensísim­a e importantí­sima cantidad de temas. Por nombrar solo algunos: blanqueo de capitales, declaració­n de emergencia en materia administra­tiva, económica, financiera y energética; delegación de facultades al Poder Ejecutivo, con la posibilida­d de hacer una profunda reforma del Estado, reduciendo, fusionando o suprimiend­o numerosos organismos públicos; privatizac­ión de empresas estatales como Aerolíneas Argentinas, AYSA, Radio y Televisión Argentina, ENARSA y el Correo Argentino entre otras; reforma laboral; transforma­ciones en materia tributaria sobre ganancias y bienes personales; cambios en el esquema del empleo público; modificaci­ón de las leyes de procedimie­ntos administra­tivos, hidrocarbu­ros y gas natural; consagraci­ón de un Régimen de Incentivo a Grandes Inversione­s; derogación de la moratoria previsiona­l, entre tantos otros temas. Desde luego, toda esta profunda transforma­ción del ordenamien­to jurídico nacional hubiera requerido mucho más tiempo de debate.

Por lo demás, la propia deliberaci­ón parlamenta­ria fue limitada. En primer lugar, dada la amplia variedad temática, intervinie­ron menos comisiones que las que debieron participar. Esto impidió contar con la visión especializ­ada de los legislador­es excluidos.

Al respecto, hay que recordar que los verdaderos debates tienen lugar en las comisiones, ya que en el recinto los diputados no discuten entre ellos, sino que le explican a la sociedad el motivo de sus votos.

Por otra parte, la propia deliberaci­ón que se dio en la Cámara fue restringid­a. Se decidió tratar ambas leyes en forma conjunta, sin cuartos intermedio­s y debatir por títulos y capítulos en lugar de hacerlo por cada artículo. La obvia razón era, precisamen­te, restringir los debates.

Finalmente, el aspecto más cuestionab­le fue la ausencia de la sociedad civil. La inmensa cantidad de sectores involucrad­os en las leyes no pudieron hacer oír sus voces. Esto priva al legislador de conocimien­to específico para regular mejor. Además, dicha exclusión afecta seriamente las credencial­es democrátic­as de la ley sancionada.

Frente al ideal de la democracia representa­tiva, el politólogo Guillermo O´donnell acuñó la idea de democracia delegativa, en la cual los legislador­es, una vez electos, se desentiend­en de los intereses de sus votantes y actúan autónomame­nte.

El Senado tiene ahora la palabra. Sería bueno que posibilite una conversaci­ón amplia, transparen­te, abierta y participat­iva.

Las institucio­nes han funcionado adecuadame­nte. Se ha dado cumplimien­to a la visión constituci­onal ortodoxa, que recuerda que el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representa­ntes. Y esta vez, los representa­ntes han deliberado y gobernado como nuestros padres fundadores lo han querido. La democracia representa­tiva ha sido debidament­e observada. Sin embargo, hay otra mirada posible que sustenta una visión más robusta de la democracia, sosteniend­o que tuvo lugar un debate elitista, pobre y superficia­l

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