“QUERIA ESCRIBIR SOBRE UNA MADRE DOLIENTE DE AHORA: LA MUJER QUE PERDIO A SU HIJO AHORA. UN DESAPARECIDO DE LA ACTUALIDAD.”
ELLE En Desmonte, anhelo especial. GABRIELA MASSUH Ella le dio una crianza a su propia imagen y semejanza. Forman una sociedad y es verdad que hay una especie de enamoramiento entre ellos, esa especie de naufragio mutuo que tienen las madres solteras que crían solas a sus hijas, ese enganche como una especie de rescate recíproco. ELLE ¿Los crían como si fueran una pareja? G.M. Lo hacen de otra manera: en general, son chicos que maduran rápido y se convierten en protectores de las madres. Yo tengo varias amigas que han criado hijos solas y formaron esa sociedad de a dos con el hijo. Una sociedad que es inimaginable perderla. ELLE Sin embargo, Catalina nunca sabe a ciencia cierta qué le pasó a Antonio en Orán. ¿Es imposible conocer la verdad de ciertos hechos? G.M. Es que no hay forma de saber qué pasó exactamente. Es una causa perdida porque hay muchos intereses en juego. Cuando intervienen la policía, el gobernador, la empresa no se puede saber qué pasó. Además, yo quería hacer una madre doliente de ahora: la mujer que perdió a su hijo ahora. Un desaparecido de la actualidad. ELLE ¿Una madre doliente actual es diferente a una de otra época? G.M. Sí, porque Catalina está sola. No integra ningún colectivo, no tiene contención. Si tuviera a otros a su lado, la búsqueda de la verdad sería pública. Y si es pública, ella se redime. Pero Catalina está sola en su dolor, por eso es como un fusible, un cable pelado, una bomba de tiempo. Y finalmente estalla. Catalina espera a su hijo con un
OTRO HORIZONTE
ELLE ¿Por qué elegiste hablar del desmonte de la yunga de Orán? G.M. Porque conocía mucho el lugar y me enamoré del paisaje. Es muy lindo y tiene algo del paraíso perdido que describen los guaraníes: arroyos, árboles de mango y bananos que ya no están. También había cementerios en los que se mezclaban lápi- das guaraníes con lápidas de blancos. Porque a principios del siglo XX blancos e indios convivían; tenía población semi nómade que trabajaba en el ingenio. Los guaraníes mandaban a sus chicos a la escuela y cultivaban la tierra. ELLE ¿Hoy cómo está el paisaje? G.M. Ahora la producción es más intensa, se abona la tierra con agroquímicos, se usan transgénicos y eso necesita cada vez más tierra y más agua. Además, envenena los ríos y a la población. La industria va topando, mueve los ríos de lugar, se mete con la naturaleza violando las diferentes formas de vida. Y fueron corriendo a los pueblos guaraníes: ya no hay maíz ni banano, ni palta. Ni pobladores. ELLE ¿Qué implica para el futuro perder a estos pueblos? G.M. Perderlos es perder la naturaleza, porque ellos tienen la idea del buen vivir, totalmente a contramano del mundo capitalista industrial. Pienso en el futuro y tengo la sensación de que la gente que nos gobierna planea un futuro en el que no van a vivir sus hijos, sus descendientes. Como si no tuvieran cariño por el mundo. Por eso arrasan la tierra. ELLE Y entonces, ¿qué hacemos? G. M. Nos indignamos y escribimos. Buscamos la forma de contar. La novela es un espacio para hacer visible el sufrimiento de los otros, que es también nuestro sufrimiento. Porque a nosotros nos pega eso. Por ejemplo, yo vivo en Palermo, cerca del parque Las Heras, y en este barrio hay un montón de gente que vive en la calle. Cada vez más y cada vez de forma más desembozada, más a la vista, porque es un sálvese quien pueda. Y eso a mí me afecta. A todos nos afecta. ELLE ¿Una literatura que denuncia? G. M. No, porque la palabra denuncia cayó en desuso. Una literatura capaz de ver y mostrar un poco más allá de la propia clase social, porque si no estamos cada vez más metidos adentro de nuestros amigos de Facebook y nuestros seguidores de Twitter. Encerrados en un espacio que creemos abierto. Y también una literatura que muestre otro mundo, que abra una ventana a otro mundo, donde me sienta interpelada. Y que entretenga también, por supuesto.
...ME HACE SENTIR MEDIO QUEER,