HONESTIDAD BRUTAL
La línea del tiempo de este fenómeno empezó cuando Taylor Swift apenas tenía 14 años y sus padres decidieron mudarse desde su Pensilvania natal a Nashville, la capital del ritmo country, para darle rienda a su sueño musical. Sin capricho ni manipulación. Era lo que ella quería. Y demostró que podía. “Tomé todas mis decisiones, incluso cuando tenía el pelo larguísimo, rulos y sólo 17 años”, le contó a Tavi Gevinson para ELLE USA el año pasado.
Quién podría llevar sus labios de rubí los siete días de la semana si no estuviera segura de lo que va a decir. Así, compone sus canciones en base a sus sentimientos: “Es la única manera en que proceso mis emociones. Como otros tienen un diario. El secreto es que sólo yo sé de quién o de qué estoy cantando”, le confesó también a Tavi.
Con esa autoconfianza sostiene que las cantautoras, como ella, hacen música sin especulación, sin pensar (sólo) en el estribillo pegadizo. Que su música es más inteligente que eso. Y que sus fans lo valoran. Igual que sus colegas aplauden su posición ante los nuevos retos de la industria. Taylor le dijo no a Spotify y se plantó ante Apple Music, cuando se negó a publicar 1989 en esa plataforma. ¿Qué logró? Los herederos de Jobs ajustaron sus normas a lo que ella exigía. Ahora son aliados: ella protagoniza sus comerciales; ellos transmiten sus shows en exclusivo.