Lejos de las corridas y de las pantallas, consejos para tener una buena conexión con los chicos durante los días de descanso. PARA EQUILIBRAR tanto “ay, mamá” por “sí, mamá”.
En el entramado familiar, más allá de la alta dosis de amor (en ocasiones mal prescribimos), sobrevuelan falsos entendidos, enojos y discusiones de todos los colores. Cumplir con horarios – laborales, escolares, extracurriculares– más las ocupaciones de la casa provocaron, durante el largo año, charlas enredadas, interrumpidas, dispersas. Una vez llegado el tiempo de reposo, queremos convivir en paz y que ese alboroto comunicacional que hubo desaparezca. Pero el tan ansiado “sí, mamá” no llega. Entonces, habrá que trabajar en prestar la oreja y aprender cuándo, cómo y de qué hablar. El resultado: conseguir esa zona de confort anhelada.
Nada cambia de la noche a la mañana ni con trasladarnos de 400 kilómetros o viajar al otro lado del océano. Por eso, ahora que no hay corridas, que compartimos –como nunca– las veinticuatro horas del día y podemos, por ejemplo, comer sin apuros todos sentados a la mesa, este escenario es un lujazo para aprovechar en pos de un buen feedback entre padres e hijos.
Analía Forti, consultora psicológica, directora de AF Counseling Center Buenos Aires, y Pedro Horvat, psiquiatra y psicoanalista, especialista en terapia de familia y pareja, nos dan la clave para lograr (sí: ¡ya sabemos que no es fácil!) una comunicación más acertada con nuestros amores eternos.