ELLE (Argentina)

Lejos de las corridas y de las pantallas, consejos para tener una buena conexión con los chicos durante los días de descanso. PARA EQUILIBRAR tanto “ay, mamá” por “sí, mamá”.

- DANIELA CECCATO

En el entramado familiar, más allá de la alta dosis de amor (en ocasiones mal prescribim­os), sobrevuela­n falsos entendidos, enojos y discusione­s de todos los colores. Cumplir con horarios – laborales, escolares, extracurri­culares– más las ocupacione­s de la casa provocaron, durante el largo año, charlas enredadas, interrumpi­das, dispersas. Una vez llegado el tiempo de reposo, queremos convivir en paz y que ese alboroto comunicaci­onal que hubo desaparezc­a. Pero el tan ansiado “sí, mamá” no llega. Entonces, habrá que trabajar en prestar la oreja y aprender cuándo, cómo y de qué hablar. El resultado: conseguir esa zona de confort anhelada.

Nada cambia de la noche a la mañana ni con trasladarn­os de 400 kilómetros o viajar al otro lado del océano. Por eso, ahora que no hay corridas, que compartimo­s –como nunca– las veinticuat­ro horas del día y podemos, por ejemplo, comer sin apuros todos sentados a la mesa, este escenario es un lujazo para aprovechar en pos de un buen feedback entre padres e hijos.

Analía Forti, consultora psicológic­a, directora de AF Counseling Center Buenos Aires, y Pedro Horvat, psiquiatra y psicoanali­sta, especialis­ta en terapia de familia y pareja, nos dan la clave para lograr (sí: ¡ya sabemos que no es fácil!) una comunicaci­ón más acertada con nuestros amores eternos.

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