La belleza clásica parece haberse esfumado para abrir paso a un abanico estético. Poco a poco, los rasgos imperfectos y la androginia fueron tomando la posta en las pasarelas. ¿Y ahora? Modelos con narices prominentes patean los criterios reinantes en los
Cuando le preguntaron a Richard Avedon acerca de su eterna musa (y la de grandes diseñadores como Yves Saint Laurent), la condesa Jacqueline de Ribes en los años ’50, dijo: “Ella tenía la nariz perfecta. Siento pena de las CASI bellezas de nariz pequeña”. Así el prestigioso fotógrafo parecía predecir la tendencia que le viene pisando los talones a los rasgos perfectos. Tiempo después, el diseñador Karl Lagerfeld puso freno a la opresión del prototipo imperante: “No es necesario que una modelo sea bella, sino que debe poseer algo que la haga interesante y atractiva de mirar, para así hipnotizar a quien la vea”. En las agencias de moda, respiraron. El juego comenzaba a abrirse y la elección dejaba de cernirse a unos pocos tocados con la varita mágica de la perfección genética. El resultado está a la vista y el mundillo con peor fama parece haberse democratizado un poco. La lista de bellezas no convencionales que les ponen el cuerpo a gráficas y desfiles es larga: Anna Cleveland, hija de la icónica modelo norteamericana de los años ’60 (Pat Cleveland), Mayka Merino, la española que abrió el desfile primavera-verano 2016 de Prada y llamó la atención no sólo por su imagen etérea sino por sus orejas, o Winnie Harlow, la modelo con vitiligo que supo conquistar el mundo de la moda años atrás.
Hoy las modelos más buscadas no tienen la nariz de Claudia Schiffer ni la perfecta simetría de Cindy Crawford. En cambio, imponen el poder de sus rasgos a fuerza de críticas de quienes no se encuentran cómodos en la diversidad.