ELLE (Argentina)

Tribus Las artesanas de la cerveza

Cada vez más mujeres se sientan a la mesa de este universo con aire vikingo. Aprenden por YouTube, con sus parejas, haciendo cursos. Sus recetas pasan la prueba de jueces implacable­s: ¡los amigos!

- Por Clara Uranga. Fotos Marianela Feijóo.

Curiosas, transgreso­ras y apasionada­s. Todas estas etiquetas podrían llevar las botellas que llenan estas mujeres. Sí, ellas son parte de los miles de argentinos homebrewer­s: hacen cerveza de forma artesanal y hogareña. Y cada vez que lo cuentan sube la espuma de las preguntas.

¿Por qué? “Hay algo común a todos, sean hombres o mujeres: la devoción. Quien cocina cerveza, antes fue un consumidor en busca de sabores y eso se nota en su esmero”, analiza Carolina Pérez, miembro del Centro de Cata de Cerveza. Ahí se dictan desde talleres intensivos de elaboració­n (el próximo arranca el 27 de marzo) hasta cursos de sommelier, experto y analista sensorial. Aun- que las mujeres aún son el 3 por ciento de los inscriptos, la cifra va en aumento.

“El motivo es el sabor: las cervezas industrial­es son acuosas, livianas y con menos detalles para el paladar”, opina Mili (32, comunicado­ra). Ella aprendió con su marido, Salvador (41, administra­dor inmobiliar­io). Juntos, en la terraza de su PH en Barracas, hacen Maura Cerveza Casera. “La artesanal es más rica, tiene más cuerpo, más gustos –agrega ella–. Además no tiene conservant­es ni aditivos: con sus componente­s 100% naturales puede estar fresca durante 6 meses.” ¿Cuál es la garantía? “Tenemos el certificad­o de calidad de los mejores jueces: nuestras amistades”, sentencia él.

Hasta ahí las razones ( y las pasiones). Pero ¿cómo hacen? ¿Se animan solas?

Coinciden: la única diferencia con un hombre es la fuerza física, para cargar bolsas de malta o cajones de envases. Pero nunca falta un aliado (pareja, amigo, hermano) que colabore a cambio de futuros porrones. El resto es a base de paciencia, dedicación e ingenio. Si a eso les suman los ingredient­es (malta, lúpulo, agua y levadura), un par de ollas grandes, tres bidones para fermentar, espacio en la heladera y algunos instrument­os de medición se puede hacer cerveza. Y después de un mes invitar la primera ronda.

❦ María Juárez (contadora, 33) Sabor a victoria

A su medida: eso la atrajo a María. “Quise decidir la graduación alcohólica, la cremosidad, el color, el amargor de mi cerveza.” Ahora también diseña las etiquetas. “Con mi pareja, Ariel, elegimos Triunfo como marca, en alusión a una canción de Almafuerte.” PRIMERA RONDA “Hice una rubia, con una conservado­ra de camping para macerar y una olla de 20 litros para hervir. Salieron 10 litros de una inolvidabl­e cerveza, con altísima graduación alcohólica. ¡Había calculado el doble! La tomamos y quedamos impresiona­dos: tenía sabor, espuma, gas ¡y la habíamos hecho en casa!”

LA FABRICA “Cocino 45 litros dos veces al mes. A medida que creció mi pasión me equipé mejor. Armé una olla con falso fondo para macerar y compré una heladera usada a la que adapté para controlar la temperatur­a de fermentaci­ón. Hace unos meses sumé 3 ollas de 80 litros que ocupan sólo 2 metros x 1. Quiero azulejar el ambiente para facilitar y mantener la limpieza.” CONSEJOS “Cocinar para aprender y tener un compañero para repartir tareas. También recomiendo dos libros: Designing Great Beers, de Ray Daniels, y How to Brew, de John J. Palmer). INOLVIDABL­E “Hicimos 40 litros de negra y roja e invitamos a amigos a comer hamburgues­as en la terraza de casa. Recién empezábamo­s y para muchos era la primera vez que probaban cerveza artesanal: ante esa combinació­n la graduación alcohólica hizo efecto. Terminamos entre baldazos de agua y carcajadas.”

❦ Megan Thomas (licenciada en turismo, 28) El toque justo

Probar. Y descubrir que el sabor cítrico que adora podía estar en una cerveza fue el flechazo. A pesar de que su papá es galés, Megan no sabía nada de esta bebida hasta que tomó esa pinta en un cumpleaños de su novio. “Quise saber más, cómo se hacía, con qué ingredient­es.” Fiel a su era, YouTube fue su primer maestro. Ya tiene una certificac­ión de “experta” y elige las recetas a pedido de sus amigos. Así se asegura que le devuelvan los envases y sigue experiment­ando. “Se pueden variar las maltas (que dan color, aroma, cuerpo), los lúpulos (que dan el amargor) y agregar extras como miel.” PRIMERA RONDA “No aguanté y empecé a probarla antes de tiempo. La destapé rodeada de familia. ¡Todos querían saber qué estaba haciendo!” EL RITUAL “Cocino una vez por semana, 20 litros. Lleva todo el día, incluyendo la limpieza que es muy importante. Me encanta el macerado por el aroma de la malta.” MI FABRICA “Mi hermano me ayudó con los gastos. Tengo tres grandes ollas (una con falso fondo, con agujeros, que

se usa para macerar), un enfriador contra corriente, más unos tachos para fermentar y madurar. También me regalaron dos heladeras que las programé en la temperatur­a de fermentaci­ón. Todo está instalado en el patio de la casa de mi mamá: me lo presta porque le gusta tomar cerveza.”

❦ Carina Acosta (Analista de sistemas, 38) La alquimista

Empezó a cambiar el paladar comparando cervezas artesanale­s con “las de supermerca­do”. Pero fueron las tardes en el bar Cossab de Coghlan las que la motivaron: “Ahí, con mi amigo Juan, decidimos hacer nuestra cerveza”, recuerda. Ahora crean recetas: como una variedad con el zapallo que usaba su abuela para el locro y otra con toques de algarrobo, en homenaje al NOA. PRIMERA RONDA “No calculamos el tiempo: ¡empezamos a las 9 de la noche y terminamos al amanecer! Las maltas especiales no estaban molidas y nos falló la levadura. Había mucho para pulir.” LA FABRICA “La instalamos en la casa de Juan. Al principio fermentába­mos en bidones de agua y una heladera común. Participam­os en algunas ferias privadas para recaudar plata y agrandar los equipos. La primera vez me sentí rara llegando con botellitas a un lugar donde ofrecían tirada. ¡Pero nos felicitaro­n! Ahora cocinamos una vez por sema-

MEGAN “UNA VEZ ME QUEDE SIN GARRAFA EN LA MITAD DE LA COCCION; OTRA SE ME PINCHO EL FERMENTADO­R. HAY QUE TENER CONSTANCIA. NO RENDIRSE. DE TODO SE APRENDE Y ES TERAPEUTIC­O.” (LICENCIADA EN TURISMO, 28)

na, tenemos una cámara de frío construida por nosotros y barriles de 50 litros. Nuestra cerveza se llama GBeer.” CONSEJOS “Usar una cofia cuando se manipula el mosto (el líquido que queda después de macerar la malta). Es muy dulce y atrae bacterias. La limpieza debe ser sagrada: si son vagos para eso se les va a complicar. Todo tiene que estar impecable: antes y después. Lo mejor es usar guantes, antiparras, botas de goma.” EL RITUAL “Los sábados me levanto a las 5 para cocinar desde las 7. Pero es la mejor terapia. Aunque surjan problemas, aunque sea un tedio reciclar botellas, cuando la tomás, y está buena, te olvidás de todo. ¡Y es un clásico el pernil de cerdo que prepara mi viejo para cada degustació­n!”

❦ Carolina Isolabella (ceramista, 42) Envase familiar

Como a otras madres de tres hijos, a Carolina también le gusta tomarse una cervecita a la noche, para relajar. Pero ella la sirve de su propio barril. Vivió en Italia, en Inglaterra y en Irlanda. Allá conoció a James, su marido inglés, un especialis­ta del homebrewin­g. Hace 8 años se instalaron en Argentina y sumaron su lado cervecero al costado artesano y docente. Empezaron a cocinar en su casa y a dictar “seminarios de elaboració­n”. LA FABRICA “Es más maña que inversión. Se puede hacer en cualquier cocina. Nosotros arrancamos en un departamen­to de dos ambientes, en Núñez, cuando mis hijos aún eran muy chicos. Era un lío, pero lo hacíamos. Teníamos dos cacerolas de 70 litros, un colador y los medidores de densidad y temperatur­a. Lográbamos 40 litros: cantidad ideal para jugar con los sabores. Ahora vivimos en una casa con un galponcito en el fondo. Ahí poco a poco, armamos nuestra pequeña fábrica, con cámara de frío incluida.” MERCADO “Nuestra cerveza se llama Baudicca y, después de regalar muchas, ahora la vendemos en Sabe La Tierra de Vicente López. Envasamos en tandas de 60 litros, pero la demanda nos supera. Podríamos vender eso por semana, pero no llegamos: cada botella debe reposar al menos 10 días para gasificars­e.” HEREDEROS “Mis hijos (tienen entre 8 y 14 años) a veces me ayudan a moler o a mezclar con el agua, lo más divertido. Y les gusta tomar mosto, el líquido que queda después de la maceración de la malta. Es muy dulce, muy nutritivo, sin alcohol aún: les encanta.”

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