LEER ¡HACE BIEN!
Agosto tiene mala fama. Sigue el frío y todavía seguirá. Pero los días se alargan y anticipan tiempos mejores. El sol calienta más y entonces nace la posibilidad gratificante de sentarse a leer al reparo del viento y sentir el calorcito que te acaricia suavemente.
Leer es, entre otras cosas, darnos un tiempo propio, intransferible. Dice el gurú Hal Elrod en su best-seller Mañanas milagrosas que encontrar momentos sólo para una misma ayuda a enfrentar la rutina con mayor energía, mejor humor y más creatividad. Hay estudios científicos que aseguran que alarga la vida y puede convertirse en un coaching para enfrentar problemas.
Leer puede ser una manera de evadirse, de aprender, de viajar, de aislarse del mundo, de pensar. Y cuando no se hace como obligación es, sobre todo, un enorme placer. No pierde tiempo el que lee: lo gana.
Un puñadito de libros acuden a mi memoria, porque me gustaron, porque tal vez me llevaron a recuperar agosto. Empiezo por Hablando del asunto y Amor, etcétera, de Julian Barnes, los dos primeros títulos de una trilogía que quedó incompleta. Están escritos con diez años de diferencia. Uno narra la historia de dos hombres y una mujer que se ajustan y desajustan amorosamente. El otro retoma los mismos personajes una década después.
Seda, de Alessandro Baricco, es una referencia inevitable, quizá porque lo leí de un tirón en el balcón cuando comenzaba septiembre. Es difícil decidir si asombra más lo que cuenta o el refinamiento literario con que lo hace.
Por último, Natalia Ginzburg. Cualquiera de sus libros, ejercicios lúcidos de una melancolía que contagia. Aprovechen que se ha publicado en español, hace poco, Todos nuestros ayeres.
Por frívolo que parezca, leer se ha puesto de moda y hoy los millennials leen más que la generación anterior. Yo apenas mencioné tres libros que vinieron a mi memoria, porque me gustaron, entretuvieron, me dieron vuelta la cabeza o me hicieron reír. ¿Cuáles son tus favoritos?