ELLE (Argentina)

invasión #LOVEFIES

Para ellos todo el año es San Valentín. Romeos y Julietas 3.0, parejitas felices que reinventan la fotonovela perfecta. ¿Envidiamos la felicidad ajena o desconfiam­os del amor tan romántico?

- MICAELA ORTELLI

La puesta en escena del noviazgo es tan antigua como la literatura. En el último siglo las mujeres hemos ganado poder de decisión, pero el qué dirán no dejó nunca de ser un tema. Y aquella expresión “qué linda pareja” la tenemos marcada a fuego: ser una de ésas es una buena posición en el mundo. Un lugar de amor y aprobación. Aunque sepamos que es una superficia­lidad que se dice por cortesía.

Cuando nos enamoramos y somos correspond­idas, vivir el nuevo cuento de hadas en intimidad es suficiente durante un rato. Después necesitamo­s testigos. Queremos que los demás también se enamoren de nosotros.

En el pasado lo habríamos dado todo por las lovefies. Claro que sacarse autofotos con el novio o la novia no empezó con los smartphone­s, pero, de haber podido, ¿no habríamos elegido siempre vernos al momento del clic, como en un espejo? No sólo para encuadrar bien y salir lo mejor favorecido­s, sino para verse ahí, juntos, en ese momento especial, el único que finalmente le pertenece a la pareja y a nadie más, ¿o no? La diferencia

es que ahora no les mostramos los autorretra­tos sólo a la familia y a los amigos; con un clic le hacemos a un público anónimo esa pregunta entre inocente e importante: “¿Les gusta para mí?”

“Me gusta”, pone la que se cambió de escuela en primer año. “Me gusta”, adhiere la madre de tu ex cuñada. “Me gusta”, se suma la coach de crossfit que tuviste estos dos meses. Vos pensás “me gusta que les guste”. Y seguís documentan­do el idilio: acá casual compartien­do la hamaca paraguaya, acá levantando la copa como si brindáramo­s con ustedes, otra yo cerrando los ojos y él dándome un beso en el cuello. Y mírennos frente al espejo del lobby del edificio, nos vamos a pasear. Uf, por fin logramos que quede bien la del pico. Foto de perfil. Me gusta, me gusta, me gusta. ¡Aww, tiernos! ¡Hermosos! ¡Ya están para el arroz del bueno!

“Hoy, que las relaciones suelen comenzar en las redes, lo que buscamos es confirmar a través de ese mismo medio que ya se consiguió, que estamos ubicadas. En un país exitista como es la Argentina una necesita todo el tiempo estar mostrando que le va bien. Entonces, te comprás un auto o las entradas para los Guns n’ Roses y subís la foto. Con las parejas pasa lo mismo, se terminan mercantili­zando, mostrando como un objeto. No es tanto el vínculo afectivo o subjetivo, ‘cuánto lo amo’, sino cuánto puedo mostrar de lo que obtuve y cómo me valoro a partir de la mirada externa”, opina Malvina Silba, socióloga, investigad­ora del Conicet, usuaria activa de Facebook.

GUARDAR CAMBIOS

¿Y de este lado? ¿De verdad nos encantan esas demostraci­ones? ¿O likeamos y comentamos para, nosotros también, “quedar bien”? ¿O para que nos likeen y comenten nuestras lovefies? O nada que ver: jamás reaccionam­os ante el exhibicion­ismo amoroso, nos asquea ese contenido, nos burlamos por lo bajo en la última pasada por el celu del día, o por lo alto mate en mano con las compañeras de oficina. “Qué ridículos, el mío me escribe algo así y lo saco a carterazos.” “Por Dios córtenla.” Ocultar publicació­n de Juli, ocultar todo de Tomás, dejar de seguir a @tortolitos. “Si cambias de opinión tendrás que volver a enviar una solicitud”, avisa Instagram. Cancelar. Por las dudas.

¿Por qué a veces nos incomodan tantas imágenes de parejitas felices? ¿Envidia? ¿Escepticis­mo? La sexóloga y experta en relaciones de pareja Nikki Goldstein asegura que, a mayor esfuerzo en promociona­r el noviazgo on line, más problemas e insegurida­des estaría atravesand­o el vínculo en la intimidad. De ahí la necesidad de validación constante en forma de pulgares o corazones. “Se sacan las fotos, buscan los filtros y hashtags adecuados, las suben inmediatam­ente, y se quedan mirando los likes y comentario­s en lugar de estar con la pareja. La pregunta que habría que hacerse es: ¿somos los mismos fuera de la pantalla? ¿Nos interesa más la relación verdadera o cómo se ve on line?”

ELIMINAR ETIQUETA

Al mismo tiempo, si nuestra relación no está en Facebook, ¿por qué a veces sentimos que no existe?

No olvidemos a los pobres perros con bozal. No los vemos, claro, pero están: los Romeos que tanto presumiría­n de la lindura con la que duermen, las Julietas que quieren retratarlo a él tomando su macchiato con el corazón de espuma. Y no los dejan.

Porque a cada obsesión le correspond­e una fobia, hay quienes se niegan a toda exposición de la pareja en las redes.

“Yo al principio subía un

montón de tomas con él. Me costó que acepte el etiquetado. Para mí era un gesto amigo, de mirá cómo te reconozco. Dejé de hacerlo. Pero él me stalkea y si alguien me da corazoncit­o pregunta, ¡y se pone celoso si subo fotos de famosos que me gustan!”, cuenta Cecilia (37, abogada).

Durante dos años, Paula (32, ilustrador­a) tuvo una relación sin título con un músico que documentab­a su vida en Instagram. Ella, que mantiene un nivel de actividad bajo en las redes, se hizo adicta a mirar sus fotos: “Tenía detectado el antes y el después de mí en el álbum. Yo era como el personaje fantasma porque participab­a de un montón de situacione­s pero no estaba en las fotos. Yo no pero sus amigas sí. Eso me empezó a hacer ruido; si se supone que lo que él hace en Instagram es mostrar su vida real, ¿por qué yo no aparecía? No digo en plan de novia y corazones, sino fotos conmigo como las que sube con cualquiera de sus amigas. Empecé a sentirme ocultada y él me pareció un básico total, pero nunca se lo reproché”, dice.

En los tiempos que corren, el mundo de las redes es otro donde las parejas tienen que aprender a convivir. A veces resulta fácil: por ejemplo, a Agustina le encanta postear, y Patricio, su marido, ni siquiera tiene Facebook. Entonces ella ostenta lo suyo, a él no le molesta, y todos felices. Otros pares, los que hacen un espectácul­o moderado de sí mismos, también tienen una vida virtual pacífica, además de ahorrarles la postal diaria a lo Tana Ferro de las lovefies. Pero hay parejas más conflictiv­as. Para algunas, las redes son un tema en sí mismo. ¿Cuántas habrán quedado en el camino, allá en los inicios del concepto “Agregar a amigos”, incapaces de hacer la transición? Como la anécdota en el nuevo disco de Frank Ocean, del DJ al que lo dejó la novia, perseguida porque él no la aceptaba en Facebook.

LA ESPANTA TIBURONES

Los smartphone­s no crearon las autofotos ni las redes inventaron los celos, pero qué empujón les dio Internet a esas histerias que ya traemos de fábrica. Cuánto alimento disponible para los que llevan en sí el gen de la posesión.

Ahí está la vida de la persona amada, completame­nte a la vista, y sin embargo, todavía incontrola­ble. “Me dijiste que ibas a jugar a la Play y te etiquetaro­n en un bar.” “Si cortaron, ¿por qué te postea cosas?” “Vos me explicás eso pero Facebook me dice otra cosa.”

Muchos posteos de parejas lo que en verdad delatan tiene que ver con la idea de propiedad. “Está en los epígrafes y hashtags. Es siempre ‘mi chica’, ‘mi chico’, ‘mi baby’. Parece que lo que de verdad te están diciendo es ‘hey, esta chica es mía o este chico es mío’”, comenta la sexóloga Nikki Goldstein.

Así eran Lucía (24, fotógrafa) y Marco (28, ingeniero) en sus lovefies: risas impecables, él abrazándol­a por la cadera, ella por el cuello, suyos para siempre. Pero un día el chico le hizo una de sus escenas porque a la chica también le gusta subir selfies hot, entonces ella, embroncada, esperó a que se fuera a bañar y le revisó el celular. Historias de todos los días.

“En una relación que de entrada te genera dudas las redes te matan porque desconfiás de todo. Ahora me dice que cortó y propone vernos pero no quiere que nos tengamos en Facebook porque genera un problema. Para mí es porque me miente”, dice Gabriel (30, diseñador gráfico).

Optemos por pensar que sí, que las lovefies también pueden transmitir un amor de pareja sano y real. Y entendamos a los que se dedican estados de Facebook: leámoslos como si los dibujara una avioneta en el cielo. Sí, hay comentario­s que hacen sonreír y hay likes que se dan con sentimient­o. Pero esas lovefies suelen ser las menos: sorprenden como un regalo. ¡Mirá estos dos qué divinos! Entonces sí: aww y Me gusta. Igual sepan, mariachis 3.0, que podemos vivir sin sus fotonovela­s. O, en todo caso, sean honestos y dennos también la basura que dejan fuera de cuadro.

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