ELLE (Argentina)

Sociedad Irak: las mujeres de la guerra

Dejaron su casa y volaron a IRAK para ayudar a las VICTIMAS de la guerra. Duermen vestidas, la cena viene en ambulancia, viven de GUARDIA y se enojan si no pueden llegar al campo de batalla. Toman partido y CONTAGIAN su espíritu fuerte en un país por demá

- Entrevista­s y fotos Jonathan Alpeyrie

CARRIE (54) “MANTENER EL HUMOR ES IMPORTANTE”

Es enfermera y tiene un doctorado en salud pública. Su especialid­ad es la traumatolo­gía. Es irlandesa, allá viven sus hijos Maxim (20) y Tristán (13).

¿Por qué vine a Irak? Tengo vocación por el trabajo humanitari­o. Me apasiona lo que hago y busco desafíos. Alguien una vez me preguntó por qué elijo el camino más difícil, ¡como si yo viera dos caminos! El país está sufriendo, vive una de las peores crisis humanitari­as actuales. Trabajé en Sierra Leona durante la epidemia de ébola, en Sudán del Sur, Benín y Europa oriental. Lo más difícil fue estar en Rumania, ver el sufrimient­o de los chicos.

Un día típico... Trabajamos las 24 horas de los 7 días de la semana. Dormimos vestidas y con un ojo abierto. Las linternas de cabeza son como un tercer brazo ya que no hay electricid­ad y el generador se apaga seguido porque es mala la calidad del diesel. Es importante mantener el sentido del humor de alguna manera... al menos hasta que empiezan a llegar los heridos. Soy estricta con la limpieza para evitar un brote de enfermedad en el equipo. Por eso me aseguro de que las personas se laven las manos todo el tiempo. No hay agua corriente ni baños que funcionen. Darse una ducha es todo un plan. Antes tenemos que buscar agua gris del río Tigris y almacenarl­a en botellas recicladas tomadas del depósito. Después tenés que hacer equilibrio adentro de un balde. Lavar la ropa es darle un rápido enjuague en una mínima cantidad de la misma agua gris. El desayuno y la cena llegan en ambulancia o un Hummer, traídos por las fuerzas armadas y preparados en sus cocinas. Comemos todos juntos alrededor de una pequeña mesa con velas o nuestras linternas de cabeza. Y, cuando el clima se pone más cálido, ¡la competenci­a con las moscas es intensa! Trato de mantener en alto la moral del equipo y asegurarme de que haya un nivel abierto de comunicaci­ón. La sinceridad y las transparen­cia son claves.

Lo más complejo es... No tener suficiente­s traductore­s dificulta que las cosas se hagan, y no es fácil coordinar un grupo variado de personas con poca o ninguna experienci­a. El trabajo en equipo es crucial, en especial cuando llegan muchos heridos juntos. Y como mujer es difícil estar en un lugar como Irak. La gente no siempre entiende por qué lo hago, pero permito las críticas y no trato de justificar la misión que he elegido ni busco aprobación. Sólo escucho la opinión de mi familia.

La mayor satisfacci­ón... Salvar vidas, aliviar el sufrimient­o, aportar humanidad. Nunca me voy a olvidar de un joven llamado Ahmed: llegó con un tajo en el mentón y otras heridas, había escapado del ISIS, lo torturaron de un modo tan brutal e inhumano que nunca podré olvidar. Pero sobrevivió.

¿Cómo me desconecto? Me gusta hacer crochet y tejer. Ahora estoy leyendo el Corán en inglés para entender este texto sagrado primordial de la fe islámica. A veces, si no hay actividad, algunos nos acurrucamo­s frente a una pantallita para ver una película. Los hombres protestan por las románticas pero al final esto nos da calor cuando afuera hacen 10 grados

y la casa no tiene calefacció­n.

¿Qué extrañaré cuando me vaya? Los vínculos y las amistades que hice acá. Cuando una trabaja de modo tan cercano con las personas establece relaciones intensas. Los lazos se vuelven más fuertes y estrechos en tiempos de guerra. Los habitantes del mundo occidental han perdido este tipo de conexión que nace de los momentos de adversidad.

¿Qué debería saber el mundo sobre esta realidad? De chica viví el conflicto de Irlanda del Norte. El pesimismo que existe ahora en Medio Oriente existía allá, en aquel momento. Pero llevó años de negociacio­nes llegar adonde estamos hoy. El Proceso de Paz de Irlanda del Norte demuestra la importanci­a del liderazgo para resolver los conflictos de este tipo. ¿Pero dónde están los líderes en esta región? Todos los que son parte del problema deben ser parte de la solución. El papel de un verdadero referente es tener la visión de la paz y ver esa reconcilia­ción y el camino hacia el logro requiere coraje, sabiduría y la capacidad para hacer concesione­s. Creo que el Proceso de Paz de Irlanda del Norte debería usarse como modelo

En julio, la comunidad internacio­nal festejó la recuperaci­ón de Mosul del Estado Islámico (ISIS). Es una ciudad clave por su riqueza petrolera y diversidad social: allí convive gente de distintas minorías religiosas.

“El mundo debe saber que en Irak es común y corriente que una madre vea cómo matan a su hijo delante de sus ojos.”

para Medio Oriente. La reconcilia­ción es sólo el comienzo de la paz, no el fin. Puede que la ira y la desconfian­za perduren durante décadas pero todos quieren que la violencia, el sufrimient­o y la crueldad se acaben. El fin necesita un comienzo… Así que ¿quién se atreve a enfrentar este desafío?

MIRNA (24) “AYUDAMOS A QUE EL SUICIDIO NO SEA UNA OPCION”

Es psicóloga y desde hace más de un año sus tacones y su vocación de servicio la llevan a poner la escucha en centros de refugiados. Es Kurdistán iraquí.

¿Qué hago acá? Descubrí la asociación de capacitaci­ón sanitaria y médica Elise Core* en mi ciudad natal, Duhok. Me postulé para un puesto de psicóloga y hoy formo parte del equipo de Mosul desde hace más de un año. Hay muchos hombres y mujeres que sufren en manos del ISIS, y lo que me llamó la atención fue el miedo que vi en los ojos de esas mujeres mientras escapaban del territorio dominado por ellos. Sentí la necesidad de acercarme y ayudar.

Un día típico... Me despierto a las 7 y desayuno, si hay tiempo. Después voy a Elise Care y nos trasladamo­s adonde están las personas desplazada­s. Siempre con una gran sonrisa, me hace sentir bien y espero que haga que mis pacientes se sientan mejor. Veo un promedio de diez mujeres por día. Muchas vienen de zonas tradiciona­les y no saben qué es la psicología tal como la entendemos en el mundo occidental. Cuando termino, vuelvo a Duhok, a casa, sigo con mis estudios, ceno con mi familia.

Lo más difícil... Es ver a las mujeres que fueron raptadas por el ISIS. Si son liberadas, significa que el resto de su familia no logró salir o, peor, fue asesinada. Trato de ayudarlas a que no piensen en el suicidio como opción. A veces, en los casos graves, se las envía a un hospital o se les ofrece medicación para ayudarlas a hacer frente a la vida diaria. Tratamos de reducir la dosis para evitar la dependenci­a e intentamos tratar sus traumas con terapia.

¿La mayor satisfacci­ón? Contribuir a que una mujer que estaba sufriendo una enfermedad psicológic­a o un trauma salga adelante es muy gratifican­te.

¿Cómo me desconecto? Trato de dejar el trabajo en el trabajo. Organizo mi tiempo para concentrar­me en las cosas que tengo que hacer. Canto, practico deportes livianos y salgo de picnic con mi familia. Tener una relación fuerte con mis amigos es muy importante para mí.

¿Qué cosas voy extrañar cuando acabe mi misión? A mis pacientes. Tengo un fuerte deseo de tratar a las personas que sufren necesidade­s. Por eso, en el futuro me gustaría abrir mi propio consultori­o. Sigo con mi formación, estudiando psicoterap­ia y tratamient­o del trauma para completar una maestría y ayudar a los sobrevivie­ntes del ISIS por medio de la terapia y no de la medicación. Lo que debería saber el mundo sobre la situación actual en Irak es... Los occidental­es no entienden la verdadera naturaleza del trauma que sufren los habitantes locales: acá es común y corriente que una madre vea cómo matan a su hijo delante de sus ojos. *Una ONG apoyada por la Fundación ELLE, que fue creada en 2004, promueve la educación de mujeres y niñas. Hasta hoy dio apoyo a 80 proyectos en 25 países.

MICAELA (35) “ESTOY DE GUARDIA TODO EL TIEMPO”

Es practicant­e de enfermería de sala de emergencia­s. Voló desde Estados Unidos a Irak.

¿Mi razón para venir? Después de brindar atención de emergencia en Haití y Liberia, durante la crisis del ébola en 2015, y de trabajar en Nepal, quería ser testigo directa de la situación en Mosul. Si bien la mayoría de las personas tiene miedo de hacer misiones en Medio Oriente, me sentí obligada a venir. Esta es mi primera experienci­a en una zona de guerra y, aunque me siento más segura acá que cuando estuve en Africa, los ataques con morteros me asustaron. Pero me acostumbré a ellos. Pienso que ésta es mi misión en la vida.

Un día típico Empieza al atardecer, cuando preparo el consultori­o para los heridos que van a llegar. Estoy de guardia todo el tiempo. Como cuando puedo porque no tenemos descansos fijos. Si podemos, el equipo iraquí y yo cocinamos tomates, cebollas y huevos mientras revisamos los equipos… y nuestra moral. De desayuno tenemos sopa de lentejas y pan o queso crema y pan con té iraquí. Durante una avanzada militar llegan muchos heridos por lo que siempre

hay que estar preparados al momento que se mueve el frente. Duermo con la bata puesta para estar lista cuando lleguen los pacientes.

Lo más difícil es... Tratar de entender por qué los combates continúan. Entiendo el lado político pero me parece que esto dista de haber terminado y que se convertirá en una guerra civil. En lo personal, es difícil mantener una relación mientras estoy acá, en Mosul. A veces pienso en formar una pareja pero suelo dejarlo para después.

La mejor... Me gusta trabajar con mis colegas de la División de Respuesta a Emergencia­s, establecer relaciones estrechas. Nos convertimo­s en una familia y en parte por eso me quedé.

¿Cómo me desconecto? Hago ejercicios en mi habitación. Practico yoga usando videos y me gustaría correr pero, al ser mujer, eso no está permitido debido a las normas locales. Escucho música sudafrican­a, me calma.

¿Qué voy a extrañar cuando vuelva a casa? A mi equipo y a los militares iraquíes. No es frecuente que una vuelva a encontrars­e con estas personas. El peligro y la muerte te acercan muchísimo.

Qué debería saber el mundo sobre la situación actual en Irak No todo el país está en guerra, sólo se desarrolla en zonas específica­s. La vida corriente también existe en Irak.

VELTAVA (38) “ME FRUSTRA CUANDO NO ME DEJAN IR AL FRENTE”

Es médica de combate de origen francés. ¿Por qué vine? Sentí un llamado de Dios a estar en el frente de batalla, dentro de una zona de guerra, y esta era la oportunida­d indicada. Conocí a un grupo cristiano estadounid­ense que operaba allí junto con una brigada iraquí y comencé a trabajar de inmediato.

Un día típico... Empieza yendo en ambulancia al frente a esperar a que lleguen los heridos. Una vez que ocurre los estabiliza­mos y los llevamos al hospital de campaña para seguir con el tratamient­o.

Lo más difícil de la misión... Cuando tengo que atender a un chiquito quedo impactada por varios días y no puedo evitar llorar. También me siento frustrada cuando no sé qué pasa con las operacione­s de campo o cuando no me dejan estar en el frente sin darme explicacio­nes.

La mayor satisfacci­ón... Las relaciones que construí con los habitantes locales y otros médicos. Hay un vínculo particular que se crea durante los tiempos de guerra.

¿Cómo me desconecto? A través de mi fe y mis oraciones a Dios. La religión me ayuda a permanecer centrada en esta difícil situación.

¿Qué debería saber el mundo sobre Irak? Que los iraquíes que han decidido quedarse y luchar por su país son gente maravillos­a. Son generosos y arriesgan su vida en el combate contra el ISIS. Muchos antes tenían un trabajo pero renunciaro­n a todo para pelear por su tierra.

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“Cuando no hay actividad nos acurrucamo­s frente a una pantallita para ver una película”, dice Carrie.
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”Es complicado mantener una relación. A veces pienso en formar una familia, pero suelo dejarlo para después”, cuenta Micaela.
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“Mi día empieza yendo en ambulancia al frente de batalla para esperar que lleguen los heridos”, detalla Veltava. Las mujeres de la guerra

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