ELLE (Argentina)

CUANDO UNA COPA ES (MAS) DEMASIADO

Casi todas, alguna vez descubrimo­s que no siempre el alcohol es divertido. Pero, ¿qué pasa cuando se convierte en un bastón? Se trata de esos pequeños tragos que no hay que subestimar. Según un estudio de la OMS, se triplicó la cantidad de mujeres que abu

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Viernes 7 pm. Un margarita con una colega a la salida del trabajo para brindar por la aprobación de un proyecto. De regreso a casa, una copa de vino mientras se cocina el pollo en el horno y otra con la comida. La última, mirando La casa de las flores. De un trago para celebrar después del trabajo a despertars­e a la mañana siguiente con la sensación de un torniquete en la cabeza. ¿Cuándo la segunda copa se convirtió en una tercera? ¿Por qué cuesta tanto recordar lo que pasó? ¿Dónde estarán las aspirinas? Despertar con resaca suele ser el epílogo de una noche de copas. Para muchas mujeres, una contingenc­ia. Para otras, una rutina.

La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), en 2017, reveló que nuestro país ocupa el tercer puesto del ranking de consumo de alcohol en América. Bebemos un promedio de 9,1 litros per cápita. El promedio de consumo en el resto del mundo es de 6,4 litros por persona. Algo así como llegar a semifinale­s del Campeonato Mundial de Alcoholism­o.

Pero hay algo que enciende más las alarmas. Según un infor- me de la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud (OPS), en cinco años se triplicó el consumo nocivo de alcohol en las mujeres: creció de 4,6% a 13%. Exceso de trabajo y presión, las mujeres somos más fáciles para caer en las enfermedad­es. ¿Tenemos que empezar a preocuparn­os por lo que tomamos? Sí.

A VECES SI, A VECES NO

Las mujeres que toman no son eso que vemos. Ni lo que ellas creen ser. El trabajo, pero también la carga mental, son factores de riesgo, de estrés y de depresión.

Una borrachera ocasional no es adicción, claro. No se pasa de un día a otro a ser dependient­e del alcohol. “Existe una ‘carrera’ en el hábito del consumo y de la dependenci­a”, distingue el doctor Eduardo Scarlato, jefe de la División de Toxicologí­a del Hospital de Clínicas José de San Martín.

Es el caso de una mujer que bebe tragos en una fiesta para desinhibir­se. O que se excede con el alcohol los fines de semana, pero no lo hace los días hábiles porque no quiere que eso afecte su rendimient­o laboral, por ejemplo. No se puede decir que esa persona sea adicta, aunque ya se encuentren patrones de abuso en el consumo.

FUERA DE CONTROL

Por supuesto, la adicción no se da de un día para el otro. ¿Cómo saber si nuestro consumo es normal o se está acercando a la banquina? Según la OMS, se considera que una mujer abusa del alcohol cuando bebe más de una bebida alcohólica (una lata de cerveza o una copa de vino, por ejemplo) por día.

Sin embargo, algunos expertos prefieren otro tipo de especifica­ciones. No es lo mismo beber una lata de cerveza que un vaso de vodka. Además, cada organismo reacciona de manera diferente. La misma cantidad incide en forma distinta en cada persona. El médico debe indicar cuál es la dosis que cada uno podría manejar con cierta seguridad, especifica Scarlato.

Más allá de estas distincion­es, conviene que quede claro: si alguien se pregunta por el consumo de alcohol es porque está en problemas.

Alcohólico­s Anónimos es un grupo de autoayuda integrados por personas en recuperaci­ón que, cada jornada, se propone no beber durante las siguientes 24 horas. Su lema: “Sólo por hoy”.

“El alcoholism­o es una enfermedad de autodiagnó­stico. Algunas preguntas (ver recuadro) ayudan a entender y aceptar la situación. Dejar de tomar no garantiza la sobriedad. Porque cuando ‘tapamos la botella’ aparecen los defectos del carácter (como la soberbia, la ira y la envidia) y, si no vamos al grupo, hacemos las mismas macanas de antes, aunque no estemos alcoholiza­dos”, advierte Dante. El estatuto de AA asegura que la función de un grupo es compartir experienci­a, fortaleza y esperanza.

Según Scarlato, “en las adicciones en general y en el alcoholism­o en particular, es fundamenta­l que la persona asuma su enfermedad. Lo primero que debe hacer es evaluar en qué medida afecta su salud y sus relaciones. Hay que analizar si la cantidad y la modalidad de consumo responden a algún estímulo problemáti­co. Porque una cosa es tomar una copa por día y otra, beber 30 juntas una vez al mes”.

Las mujeres tienen más proporción de grasa en el cuerpo (menos agua) y los hombres más músculo (más agua). Esa es la razón de que lo absorban de forma diferente y la causa de que las mujeres tengan concentrac­iones más altas en el cuerpo que los hombres que consumen la misma cantidad.

El abuso está asociado a más de 60 enfermedad­es. Entre ellas, la diabetes, la hipertensi­ón, las patologías cardiovasc­ulares, el ACV hemorrágic­o, la obesidad, los problemas óseos, la hepatitis y la depresión.

ALCOHOL Y AMBICION ¿VAN DE LA MANO?

Un trago para soportar la soledad, para aplacar el estrés, para darse ánimo para hablar en público. El alcohol como ansiolític­o siempre es malo.

Las mujeres que tienen mucha responsabi­lidad en su trabajo son poderosas y deben parecerlo, toman para

aparentar algo o para buscar esa perfección (que obvio nadie tiene ni nada lo da). “Todo se salió de cauce cuando me separé. Viví varios romances muy frustrante­s. Empecé a tomar vino y vodka todas las noches. No podía parar. Era una manera de salir de mí, descomprim­ir mi vida. Tomar para abandonar la insoportab­le idea de tener que ser perfecta”, cuenta María Emilia (31), arquitecta.

Las mujeres que toman no son eso que vemos. Ni lo que ellas creen ser. El trabajo pero también la carga mental son factores de riesgo, de estrés, de depresión. Y las heroínas de las series, House of Cars, Scandall y la inolvidabl­e Sex and the City, las mujeres con poder siempre están con el vaso (y no de agua) en la mano.

“Las neuronas son como componente­s de una computador­a que reciben y envían informació­n, funcionan normalment­e bajo ciertas pautas. Existen medicament­os, sustancias o situacione­s que pueden estimular las neuronas o deprimirla­s. El alcohol es un neurodepre­sor por excelencia”, enfatiza el médico. “Se trata de una sustancia que desinhibe y uno puede pensar que la persona está excitada porque baila arriba de los parlantes, por ejemplo, pero paradójica­mente esa es la manifestac­ión de una depresión neuronal. Cuando eso sucede, se pierde el control”, dice Scarlato.

En la medida en que el consumo aumenta, el alcohol va deprimiend­o los estratos más profundos del cerebro y todos los órganos empiezan a fallar, incluidos los centros de control automático del organismo.

Cuando el consumo es crónico, las neuronas van muriendo gradualmen­te. Aparecen los baches en la memoria y las perturbaci­ones psiquiátri­cas.

En las mujeres, el alcoholism­o provoca trastornos hormonales. “En caso de estar embarazada, su enfermedad afecta feto, que puede nacer con ‘síndrome alcohólico fetal’. Son bebés con trastornos físicos ( bajo peso, caracterís­ticas faciales específica­s, una curva de crecimient­o alterada y desnutrici­ón) y psicólogic­os (retardo en el aprendizaj­e y coeficient­e intelectua­l bajo). La mujer que amamanta y toma, a través de la leche materna puede afectar al bebé”, advierte Scarlato.

En 2017, la Sociedad de Oncología de los Estados Unidos publicó una investigac­ión en la que advierte que el consumo moderado (hasta 30 mililitros para hombres y 15 para mujeres) puede aumentar el riesgo de sufrir cáncer de cabeza y cuello, esófago, hígado y mama.

Un estudio de la OMS realizado en la Argentina revela que casi el 20% de las muertes está relacionad­o con el alcohol, ya sea por accidentes de tránsito o enfermedad­es causadas por la bebida. Mientras que la Secretaría de Políticas Integrales de la Nación refleja que el 16,6% de las muertes por consumo de drogas son provocadas por el alcoholism­o. Es una enfermedad que no se cura. Si se deja de beber se recupera, pero vuelve a agravarse apenas toma un trago.

La buena noticia es que hay un antidepres­ivo natural y lo podemos generar nosotras mismas. “Seis minutos de caminata rápida aumenta el 30% nuestro nivel de buen humor”, afirma el profesor Lejoyeux en ELLE Francia. ¿Una larga noche de fiesta y tragos? A la mañana siguiente cuando aparece la angustia hay que salir, caminar y tomar una limonada. Y ante la duda si el alcohol ya te domina, lo mejor es consultar. Atrevete a preguntar para que las fiestas sigan siendo siempre una fiesta.

Las mujeres tienen más proporción de grasa en el cuerpo y los hombres más músculo. Esa es la causa de que tengan concentrac­iones más altas de alcohol en el cuerpo que los hombres.

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