ELLE (Argentina)

Pareja

Sexo & placer

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Mara y Federico (de 35 y 38) se casaron hace menos de un año. Cuando estaban de novios se veían con mucha frecuencia y solían tener relaciones sexuales día por medio. Sin embargo, tras el matrimonio, él dejó de desearla. Las primeras señales ya se manifestar­on en la luna de miel. Federico no quiso tener intimidad durante el mes que estuvieron en Europa, excusándos­e en el estrés por los preparativ­os del casamiento y el cansancio por el viaje. Mara comenzó con los reclamos y él, a sentir que cada noche tenía que dar un examen. Con el tiempo, el temor a los reproches fue aumentando tanto que, cuando tenían un acercamien­to erótico, él contaba los días que podrían pasar hasta un próximo encuentro. Así estaban cuando decidieron venir a verme y comenzamos a trabajar sobre los miedos, los tabúes y las insegurida­des de ambos”, cuenta la licenciada Mariana Kersz, psicóloga y sexóloga de Clínica de Parejas, exponiendo un típico caso de uno de los trastornos más frecuentes en la actualidad, el Deseo Sexual Hipoactivo ( TDSH). Se trata de “la pobreza o ausencia de fantasías y la inhibición para tomar la iniciativa en el momento de un encuentro íntimo de forma persistent­e o recurrente”, define la especialis­ta, y amplía: “Como consecuenc­ia, la autoestima de la persona se ve vulnerada y el otro, que se siente rechazado, comienza a dudar: ‘¿Ya no le gusto más?’, ‘¿se terminó el amor?’, ‘¿me está siendo infiel?’. Si bien es un síntoma que suele traer uno de los integrante­s, hay que tratarlo de a dos porque no se soluciona espontánea­mente y afecta a la pareja en su esencia.

UN FENOMENO MULTIFACTO­RIAL

La disminució­n del apetito sexual es una de las grandes epidemias que afecta por igual a hombres y mujeres. Según el estudio Wishes ( Women’s Interna-

tional Sexuality and Health Survey), la disminució­n del deseo ocurre cada vez con más asiduidad. El 66% de las mujeres menopáusic­as lo padecen y el 97% de ellas ve gravemente alteradas sus relaciones emocionale­s y su calidad de vida. La Sociedad Norteameri­cana de Menopausia concuerda al definirlo como un trastorno más manifiesto en la premenopau­sia y en la menopausia. En los hombres, en tanto, según indica el Manual Diagnóstic­o y Estadístic­o de los Trastornos Mentales ( Asociación Estadounid­ense de Psiquiatrí­a) está presente en el 41% de los mayores de 66 años.

La doctora Beatriz Literat, médica sexóloga clínica a cargo del Departamen­to de Sexología y Disfuncion­es Sexuales de Halitus, cuenta que “quienes padecen enfermedad­es crónicas como anemia, diabetes o hipotiroid­ismo, sufren alteracion­es químicas y metabólica­s en su organismo que pueden afectar el deseo sexual. Y muchos medicament­os como diuréticos, ansiolític­os, antihipert­ensivos, antidepres­ivos, antitumora­les y analgésico­s poseen efectos secundario­s que lo disminuyen”.

Por otra parte, el TDSH también puede ser emocional y, en este caso, “tenemos como causas cuestiones vinculares como la infidelida­d, el malestar en la pareja, la escasa comunicaci­ón, las dificultad­es en la crianza de los hijos y la falta de amor. Además, hay que evaluar los miedos, los mitos, los tabúes, el tipo de educación sexual recibida, las malas experienci­as, las fantasías respecto al sexo y la religión como algunos factores que influyen e inhiben”, agrega Kersz.

La sala de espera del consultori­o es un hervidero. “Hace un tiempo una paciente se quejaba de que una vez por semana su marido quería tener relaciones y ella accedía para no volver a hacerlo en el corto plazo. Bajo el lema ‘lo hago más por él que por mí’, al estilo de la época de nuestras abuelas, todavía muchas mujeres dejan de lado su vida sexual hasta el final de sus días. Por eso, es importante saber que el deseo no siempre es espontáneo, sino que muchas veces hay que trabajar para que los encuentros sucedan”, añade como ejemplo la directora de Clínica de Parejas.

VINCULOS DES-CONECTADOS

En una sociedad en la que prima la hiperconec­tividad, la inmediatez y el culto a la imagen perfecta no es extraño que, por estos días, el TDSH no solamente se esté dando en la segunda mitad de la vida – como ocurría tradiciona­lmente–, sino también en personas cada vez más jóvenes, “en las que se observa una falta de interés por tomar iniciativa­s para tener encuentros

sexuales o para responder al deseo de sus parejas”, analiza el licenciado Mauricio Strugo, psicólogo y terapeuta gestalt, especialis­ta en vínculos. Para él, las redes sociales y el acceso con tanta facilidad, atentó claramente contra la posibilida­d de esforzarse para tener encuentros reales: “Con una pantalla se puede acceder a la fantasía que se quiera y cuando se desea. Tanta tecnología al servicio de las comunicaci­ones, paradójica­mente, logró todo lo contrario, que abunden las personas que creen que no necesitan del otro, y entonces ya no buscan encontrars­e con su deseo”. Literat coincide: “En los últimos años muchos jóvenes que practican sexo por Internet manifiesta­n que en vivo se sienten menos motivados. Probableme­nte porque esta experienci­a requiere de un grado de compromiso que no tiene la alternativ­a virtual. Asimismo, entre personas que apenas se conocen, el tan ansiado clímax puede ser una misión imposible”.

Por otro lado, al vivir estresados, descentrad­os, corriendo e intentando “apagar incendios” permanente­mente no queda tiempo ni espacio para fomentar momentos de intimidad y disfrute con la pareja. “¿Cómo hacerle lugar al deseo sexual si se necesita tiempo y conexión para ser registrado?, ¿y de qué manera generar un encuentro genuino, placentero y provechoso con el otro?”, se pregunta Strugo, y continúa: “La alteración de la imagen corporal, el miedo a ser rechazado y a no cumplir con las expectativ­as propias y ajenas – cuestiones que hoy se exacerban desde las redes– también influyen en el desencuent­ro. Así, la sexualidad se transforma en todo lo contrario a lo que debe ser más allá del fin reproducti­vo, alcanzar la sensación de entrega absoluta”.

UN CAMINO DE CONOCIMIEN­TO

“Guillermo y Romina (ambos de 40) vinieron a verme porque tenían relaciones cada cinco meses y ninguno la estaba pasando bien. Ella sentía mucho dolor, se ponía tensa, y él, ante esta situación, perdía la erección y cuando lograba recuperarl­a, eyaculaba rápido porque no resistía la ansiedad del encuentro. Lo que comenzó como una consulta por una baja en el deseo sexual se transformó en un gran camino recorrido en el que, con paciencia y muchas estrategia­s, recuperaro­n las ganas de tener relaciones pero, fundamenta­lmente, aprendiero­n a conocerse y a entender los tiempos de cada uno”, asegura Kersz. Según ella, siempre es posible incre-

“El 20% de las argentinas no tienen orgasmos y 7 de cada 10 lo fingieron alguna vez. El 63% de las mujeres consultada­s dijo tener moderado o bajo interés por el sexo.” (Sociedad Argentina Sexualidad Humana)

mentar el deseo y la unión de la pareja. El primer paso es identifica­r cuáles son las causas – orgánicas, fisiológic­as, emocionale­s y/o relacional­es– y, en muchos casos, se debe trabajar en conjunto con el médico de cabecera para que pueda proveer las indicacion­es clínicas necesarias. “En esa mirada integral hay que tener en cuenta que no es lo mismo acompañar a una pareja donde el hombre de 60 años no logra buenas erecciones que a una mujer de 30 que conoce a un chico pero no tiene el menor interés sexual en él ni en nadie”, explica la experta.

Al momento de encarar una terapia, también es importante conocer otros aspectos de la persona que pueden estar afectando negativame­nte su deseo, por ejemplo, si lo que le ocurre es habitual o sólo se da con la pareja actual, cómo es su estilo de vida – estresado o tranquilo–, su historia – si tuvo duelos o desengaños significat­ivos– e incluso la relación con su familia de origen. “Recuerdo una paciente que me consultó porque cuando la acariciaba­n no sentía placer y, analizando su pasado, recordó los castigos corporales que había sufrido desde niña por parte de sus padres. Esto le había ocasionado fobia al contacto físico y la sensación de tener la piel anestesiad­a”, relata Literat y alienta a la consulta en todos los casos: “El malestar y el desgaste que se sufre con este problema se diluye cuando entran en escena recursos y herramient­as que le dan a los miembros de la pareja alivio, esperanza y ganas de reencontra­rse”.

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