Fenómeno Reparto que se roba el show
Los guionistas les regalaron un segundo papel, pero ellos se empeñaron en destacarse. Personajes secundarios sólo por definición lograron llevar series a lo más alto del ranking. A fuerza de carisma y una gran actuación, éstos son los roba-planos que merecen YA el principal.
En ellos se apoyan las tramas para avanzar, respirar, distraer y bifurcar. Como las vías de un tren. Sin ellos no funcionaría nada. Estos personajes complementarios nos recuerdan además que lo accesorio es importante. Gancho de espectadores que (incluso, cansados de la historia en cuestión) siguieron hasta el final (¡seis temporadas a veces!) gracias a ellos, que en varias oportunidades lograron superar al protagonista en gracia y calidad actoral. ¿Empatía? ¿Villanos encantadores? ¿Atracción inexplicable? La cuestión es que estos genios en el arte de destronar celebrities salieron de las sombras y se merecen, sin dudas, un protagónico. ¿A qué se debe la fascinación que nos provocan? Por lo general su psicología es compleja, están llenos de incógnitas y hacen lo que la mayoría de los mortales no nos atrevemos. Descargan su ira, actúan sin medir consecuencias o las miden, pero no les importa. Nos preguntamos: ¿qué les pasó en la vida para ser así? El misterio siempre los constituye y el rechazo no genera empatía, pero sí intriga. Un guionista sabe que el personaje principal se alimenta de la identificación colectiva. Héroe o antihéroe, deslumbrante o miserable, está construido para que el público se identifique con él. El secundario, sin embargo, no está limitado por este tipo de esquemas emociona-
les. Aquí es donde los creadores suelen despacharse con todo y experimentar. Gestualidad, modismos, extravagancia, sentido del humor, carácter temible, dulzura extrema o una cuota de locura para salir de sitios comunes. Lo cierto es que cuando el personaje secundario es algo siniestro nos hace sentir mejores personas y eso, indiscutiblemente, es una linda sensación. En cambio, cuando es demasiado bueno o sufre desamores (lo que lo humaniza) nos conecta con algún lugar de nuestra infancia o nuestros dolores. Por empatía, curiosidad e incluso morbo, el lado B nos enamora y confirma que ser segundos, ¡a veces es mejor!