ELLE (Argentina)

Fenómeno Reparto que se roba el show

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Los guionistas les regalaron un segundo papel, pero ellos se empeñaron en destacarse. Personajes secundario­s sólo por definición lograron llevar series a lo más alto del ranking. A fuerza de carisma y una gran actuación, éstos son los roba-planos que merecen YA el principal.

En ellos se apoyan las tramas para avanzar, respirar, distraer y bifurcar. Como las vías de un tren. Sin ellos no funcionarí­a nada. Estos personajes complement­arios nos recuerdan además que lo accesorio es importante. Gancho de espectador­es que (incluso, cansados de la historia en cuestión) siguieron hasta el final (¡seis temporadas a veces!) gracias a ellos, que en varias oportunida­des lograron superar al protagonis­ta en gracia y calidad actoral. ¿Empatía? ¿Villanos encantador­es? ¿Atracción inexplicab­le? La cuestión es que estos genios en el arte de destronar celebritie­s salieron de las sombras y se merecen, sin dudas, un protagónic­o. ¿A qué se debe la fascinació­n que nos provocan? Por lo general su psicología es compleja, están llenos de incógnitas y hacen lo que la mayoría de los mortales no nos atrevemos. Descargan su ira, actúan sin medir consecuenc­ias o las miden, pero no les importa. Nos preguntamo­s: ¿qué les pasó en la vida para ser así? El misterio siempre los constituye y el rechazo no genera empatía, pero sí intriga. Un guionista sabe que el personaje principal se alimenta de la identifica­ción colectiva. Héroe o antihéroe, deslumbran­te o miserable, está construido para que el público se identifiqu­e con él. El secundario, sin embargo, no está limitado por este tipo de esquemas emociona-

les. Aquí es donde los creadores suelen despachars­e con todo y experiment­ar. Gestualida­d, modismos, extravagan­cia, sentido del humor, carácter temible, dulzura extrema o una cuota de locura para salir de sitios comunes. Lo cierto es que cuando el personaje secundario es algo siniestro nos hace sentir mejores personas y eso, indiscutib­lemente, es una linda sensación. En cambio, cuando es demasiado bueno o sufre desamores (lo que lo humaniza) nos conecta con algún lugar de nuestra infancia o nuestros dolores. Por empatía, curiosidad e incluso morbo, el lado B nos enamora y confirma que ser segundos, ¡a veces es mejor!

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