6 Carta editorial
¡Manos libres! Es lo único que pide mi amiga para sus tres semanas de vacaciones. Al principio no entiendo. Cuando me lo explica me subo al mismo colectivo.
Vivimos con varias pantallas stand-by, en la realidad y en nuestro cerebro. La adicción digital impide que nos dediquemos sólo a comer, hablar, caminar, comprar algo, manejar… Nos permite, sí, ¡hacer todo al mismo tiempo! Hasta leer un libro se ha convertido casi en un retiro espiritual.
Cómo no sentirnos al borde del agotamiento cuando tenemos una lapicera en la boca, los dedos en el teclado, un ojo en la pantalla de la computadora, otro en el teléfono y dos conversaciones inconclusas y simultáneas, una con nuestra amiga y otra con el plomero.
Más, por supuesto, la tele prendida. Tenemos el cerebro saturado de ruidos, información, noticias, palabras. Vivimos arrasadas por esa catarata de ansiedad esperando algo que nunca llega. ¿Hacemos todo o no hacemos nada?
Les reprochamos falta de atención a nuestros hijos pero ¿qué hay de nosotras? “El tiempo de concentración cuando navegamos en Internet es de apenas nueve segundos −estima Ted Silker, profesor del MIT, autor de interesantísima conferencia TED−. Otros expertos mundiales en multitasking, como el profesor David Meyer, coinciden en afirmar que la dificultad para enfocarnos en una cosa determinada ya tiene ribetes de epidemia: “Una plaga capaz de anular el pensamiento productivo”. No hace tanto, un adolescente aburrido estaba tirado en un sillón o sobre la cama con sus manos libres. Hoy sigue ahí, pero sus dedos no paran. Mata el tiempo, pero no la ansiedad.
Empecemos a pensar en vacaciones. Ommm, tiempo libre, ruido del agua, pies descalzos, arena, la mirada se pierde en el horizonte…. No hacer nada puede ser una elección. Una lectura, un gesto, un pensamiento. ¡Una sola cosa por vez! Un RESPIRO para encarar el resto del año.