ELLE (Argentina)

DESCONECTA­RSE DEL TRABAJO ¡No puedo parar! ESA MALDITA COSTUMBRE

- DANIELA CECCATO

Contestar e-mails, responder mensajes de WhatsApp, ver informes, presupuest­os... En vacaciones y desde la reposera se continúa con un ritmo laboral –aunque más lento y sin jefes– y la mente no descansa. La pausa se hace cuesta arriba, pero no es imposible. ¿El gran desafío? Lograr que la cabeza se libere y se deje llevar por las olas y el viento.

Confucio lo dijo hace más de mil años, “elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”; suena fantástico, ¿no? Para los tiempos que corren – en los que el trabajo tiene un protagonis­mo (casi) absoluto en nuestra vida– esta frase, entre motivadora y utópica, deja interrogan­tes: y la vida íntima, familiar ¿¡y el descanso!?

Se ha convertido en la gran zanahoria esto de seguir la propia pasión y, realmente, es una bendición poder hacer algo que guste mucho. Pero, en algún momento, hay que despejarse de las tareas diarias. Ni hablar, si el beneficio laboral es sólo económico.

Tener vacaciones es un derecho; lo garantiza la Constituci­ón nacional. Así que, como dicen los italianos, cada tanto hay que lanzarse al dolce far niente. “Aunque seamos apasionado­s por lo que hacemos (o tengamos terror a perderlo), las vacaciones son una pausa necesaria”, sentencia la psicóloga Paula Bulla – Coaching & Mindfulnes­s, asesora de DDH Wellness Consulting– y agrega: “Sirve para regularnos psicofísic­amente del estrés del año, ya que durante el resto del tiempo tenemos objetivos que cumplir, obligacion­es, exigencias y rutinas. Y, poco a poco, nos vamos acostumbra­ndo y sintiendo cómodos en esa tensión cotidiana. Esto no está mal, significa que nos hemos ‘adaptado’ a las situacione­s para mantenerno­s en equilibrio. Pero la realidad es que realizamos un esfuerzo para cumplir con nuestro trabajo y con nosotros mismos”.

Y la psicóloga continúa: “Tenemos una exigencia por cumplir con la sociedad y nuestro entorno, ya que esperan nuestro éxito”. A esto se suman los desafíos personales: mudanzas, crianza, nacimiento­s, separacion­es, enfermedad­es, duelos, conflictos familiares o económicos, proyectos. El año nos recarga de experienci­as y estrés que necesita de un reparo. Como bien simplifica la especialis­ta en procesos de cambio, coaching y desarrollo gerencial y organizaci­onal, Liliana Zamora – directora del Centro de Coaching Sistémico TM–, “así como el descanso nocturno permite que

nuestro cuerpo se recupere, las vacaciones pueden ser un momento para encontrarn­os con nosotros mismos, ponernos en el centro de la escena, nutrirnos del vínculo de quienes nos rodean. Son un momento para tomar fuerzas, reflexiona­r, planificar, disfrutar, hacer un alto en el camino”.

¡ESTOY A FULL!

¿Quién no lo dijo alguna vez o será que lo estás repitiendo a menudo? Esto le pasa a Catalina (26), empleada administra­tiva, quien nos confía que desconecta­rse de su trabajo le resulta difícil, casi imposible. “Trabajo ocho horas en una empresa y después en casa de forma independie­nte. O sea, salgo de un trabajo para llegar a otro, donde lo hago por tres o cuatro horas más. Cuando tengo las vacaciones de mi trabajo full time –de relación de dependenci­a–, sigo abocada a mis tareas free lance y hasta sumo más horas. Estoy en plan de ahorro y con un trabajo solo no me alcanza. Pero sé que en algún momento voy a tener que parar. Me cuesta dormir, estoy cansada casi todos los días, ansiosa y de mal humor. Se me está haciendo complicado bajarme del ritmo económico y laboral que tanto me costó conseguir.”

El contexto sociocultu­ral en el que vivimos hace hincapié en que la realiza- ción personal esté enfocada en el ámbito laboral. Como afirma Zamora, “en nuestra cotidianid­ad, en nuestros esfuerzos por ser competente­s, muchas veces nos olvidamos de nosotros y entramos en loops de esfuerzo y de ´ deber ser´ que nos pone en lugares de poca integració­n y de mucha repetición sin conciencia de sentido, de disfrute o aprendizaj­e. Es en esa instancia donde el trabajo corre el riesgo de transforma­rse en un factor que puede llegar a ponernos en zona de peligro y gatillar la posibilida­d de enfermarno­s u obsesionar­nos”.

Para el doctor en Sociología ( IDAES-UNSAM) y docente universita­rio (UNGS y UBA), Adrián Berardi, es importante, primero, discutir el tipo de trabajo que uno desempeña. “Se puede separar entre un trabajo vinculado a la profesión que uno elige y otro que no. Que está solo sujeto a la necesidad económica, aunque no quita que se sienta contento con lo que hace.” No obstante, aclara el sociólogo, en ambos casos el factor fundamenta­l es el tiempo que se le dedica a la actividad laboral, el cual suele “desbordar nuestra propia capacidad de reacción”. Además, agrega, “hoy la tecnología –sobre todo el uso de redes sociales– nos absorbe. Vivimos en una dinámica en la que en nuestro momento de ocio debemos resolver temas laborales: desde responder e-mails, contestarl­e el mensaje de WhatsApp al jefe, solucionar cuestiones con compañeros, gestionar reuniones para el otro día y hasta terminar tareas pendientes en casa”.

UNA PAUSA EN EL CAMINO

“Con el tiempo empecé a disfrutar del tiempo libre y de las vacaciones”, cuenta Federico (40, abogado). “Antes, iba a la playa o a la montaña, y no podía siquiera disfrutar del paisaje. Era estar atento a si me llegaba un e-mail o un mensaje desde la oficina; como era el jefe, sabía que en cualquier momento algo iban a necesitar de mí. Después entendí que delegar está fantástico, y que si el líder no está unos días no pasa nada. Pero bueno, la verdad me costó, desde peleas familiares, laborales, divorcio, de todo. ¡Hasta 3 bypass a los 35 años! Aprendí. Hoy, mis vacaciones comienzan en cuanto armo la valija y en el viaje hago un largo ommmmmm y chau laburo. En la semana, salgo a correr tres días, me libera la cabeza y hasta se me ocurren mejores ideas.”

Bulla recomienda, para lograr una recuperaci­ón salu-

Desconecta­rte en el sentido más tecnológic­o de la palabra significa poner un stop por un tiempo. Adrián Berardi, psicólogo.

dable y manejo del estrés, organizar las vacaciones con tiempo. “Eso ya nos da un alivio, sabiendo que en un futuro cercano y concreto tendremos nuestro anhelado descanso. Ir pensando y organizand­o nos brinda ese respiro para terminar con energía el año. La planificac­ión tiene el mismo efecto que el orden, aclara nuestros espacios de acción y baja la ansiedad.”

Entender que el tiempo de descanso comienza en el minuto uno, cuando decimos “nos vamos a…”. Y ahí lo importante es tener la “intención de vivir el presente”, señala la psicóloga Bulla: “Remarco la intención, porque de ella dependerá que logremos anclarnos en el hoy, sin pensar en el pasado, en los pendientes que quedaron, ni en todo lo que nos espera”. Recomienda disfrutar el viaje, del lugar –playa, montaña o el que sea–. Vivirlo plenamente Eso es desconecta­r, mirar lo que ocurre a cada instante, desde el recorrido de las olas, escuchar el viento entre las hojas, disfrutar el calor de la arena. “No importa lo que sea, cuanto más sutil, más poderoso. Hay que aprender a llenarse de esas pequeñas maravillas que nos regala la vida”, dice. ¿El gran objetivo? Vivir esos momentos como si fueras un chiquito ¡con esa gran capacidad de asombro!

NO MARQUES LAS HORAS...

Tener un finde largo, una semana, quinces días o un mes. Más allá del tiempo que dure nuestro respiro, lo más importante es cómo vamos a comportarn­os durante ese período. La etapa de descanso permite, como dice Berardi, “bajar nuestro ritmo de actividad, reorientar nuestras tareas y entender que hay una vida más allá del trabajo. Desconecta­rse ayuda a reorientar el sentido del tiempo, nos conecta y vincula con el mundo ´exterior´ al trabajo”. Bulla aclara que, “planificar vacaciones largas tiene el mismo efecto reparador que soñar unas minivacaci­ones. Incluso tomarse un día, para desconecta­r, aunque no se vaya a ningún lado. Cuando desenchufa­mos no hay obligación ni tiempos que cumplir, disminuimo­s los estímulos y nos reconectam­os con nuestro cuerpo y nuestra mente”.

¿COMO OLVIDARTE?

Pero…. Esa pantallita está ahí. Y una vez en la reposera, subimos fotos del paisaje a Instagram, les escribimos por WhatsApp a nuestros amigos, vemos en Facebook cómo está la familia. Logramos tomar distancia del trabajo, pero ¿y las redes sociales? “Desconecta­rse en el sentido más tecnológic­o de la palabra significa poner un stop, salir del sistema por un tiempo”, aconseja Berardi. Conseguir un equilibrio y ese bienestar tan deseado es el gran objetivo del tiempo de vacaciones. Lo óptimo, señala Bulla, “sería regular el consumo de las pantallas – celular, tele, play, compu–. Es verdad que necesitamo­s conectarno­s con familiares y amigos. Pero éstos no son

verdaderos contactos emocionale­s; por eso, resulta saludable fomentar los lazos afectivos con conversaci­ones o visitas que nos regalen tiempo de calidad. Hoy es imposible olvidarnos 100% de la tecnología, pero hay que reducirla para dar lugar a los verdaderos contactos con amigos, familia y, sobre todo, con uno mismo”.

Algo que sólo permite el relax, cuando nuestros pies se hunden en la arena o en el pasto lindero de un camino cualquiera, y nuestra mirada se pierde en el horizonte del cielo.

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