ELLE (Argentina)

para armar un buen viaje grupal

Las salidas con amigos incluyen complicida­d, risas, anécdotas bizarras y ser incondicio­nal.

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Elegir bien quiénes van. Los mejores amigos no siempre son los mejores compañeros de viaje. Hay que fijarse que sean compatible­s las expectativ­as del viaje: ¿es aventurero o relajado? ¿Con parranda o deportes extremos? ¿De descanso o de aventura?

Definir cuántos son. El secreto del éxito es no ser muchos ni pocos. A partir de tres ya es un grupo, pero por ahí es algo aburrido. Sin embargo, si son demasiados, va a ser más complicado todo lo que sea logística: dónde quedarse, cómo viajar y hasta conseguir lugar para comer. El mejor número es entre cuatro y seis. O sea: una multitud acotada.

Selecciona­r el mejor destino. Nadie puede viajar a disgusto o fuera de sus posibilida­des económicas o temporales. Si no están todos felices, las vacaciónes van a plagarse de culpas y reproches. Así que en esto tiene que haber consenso absoluto.

Hablar de dinero sin tapujos. Es fundamenta­l, antes de embarcarse, saber el costo real del viaje que quiere y/o puede gastar cada cual. Así se van a definir cosas como si hotel o camping, pero también se resuelve que nadie se quede sin fondos por seguirle el tren a otros, o unos se priven para acompañar a los más ajustados.

Compromete­rse a la aventura. Cada integrante de esta tribu deberá entender que viajar en grupo implica ceder a veces algunas cosas. Lo mejor es hacer una lista de reglas que contemplen las peculiarid­ades de cada cual y seguirlas.

Distribuir tareas. Si unos cocinan, otros lavan. Si alguien organiza una excursión, otro planea la noche. Que las responsabi­lidades sean compartida­s, equitativa­s para que no haya reclamos ni estrés.

Planear todo. Sí, la espontanei­dad y la aventura suenan ideales, pero en un viaje grupal todo lo que hayan hablado de antemano son posibles problemas que se van a evitar luego. La cantidad de equipaje, quién duerme con quién, qué actividade­s se quieren hacer son cosas que parecen menores, pero siempre es mejor pensarlas.

Momentos en solitario. No tienen que hacer todo juntos todo el tiempo ni hace falta ir en grupo a cada lugar. Darse espacios de libre albedrío y autonomía dentro del viaje en compañía es importante para una buena convivenci­a.

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