Psico ¡Alerta! Controladoras
¡Aflojá con la obsesión! ¿Sos de las que quieren tener todo bajo control? Identificarlo es el primer paso para desactivar un mecanismo que atenta contra vos... y los que te rodean.
Presione 8 si desea hablar con un representante de nuestra compañía.” Seguramente estuviste en una situación similar. Hace cinco minutos que lidiás con las opciones que te brinda una compañía aérea y ¡por fin! te ofrecen hablar con una persona. Esperás hasta que la telefonista se desocupe (faltan 3, 2, 1 minutos para que sea tu turno) y ya está Carolina del otro lado, dispuesta a solucionar lo que querías: realizar el cambio de fecha de pasaje. Sí sabés que tendrá un costo extra, le contestás, y le pasás el número de tu tarjeta de crédito. “Ya casi finalizamos”, dice Carolina. “Aguarde que le paso el código…” Y pum… la comunicación se corta. ¿Y ahora?
En el navegador del celular ya ingresaste la dirección a la que te dirigís. El Waze calcula 20 minutos de viaje, el tiempo estimado para salir y llegar a tiempo por una ruta sin tráfico. Vas en el auto escuchando la radio, tranquila, hasta que, de pronto, un embotellamiento, y en la pantalla una línea roja se marca en la avenida. La red de wazers auxilia: “Calle cortada por arreglos. Están desviando el tráfico”. La tarde no prometía imprevistos, tomaste todos los recaudos del caso, pero…
Así como la tecnología es nuestra aliada, en estos dos casos, nos plantea situaciones de la vida cotidiana que pueden escapar de nuestro control. ¿Y qué te ocurre en esos momentos? ¿Estallás de ira, te preguntás por qué a vos o evocás un mantra salvador, om om om? Las posibles respuestas son un muestrario de conductas que nos advierten qué herramientas tenemos para lidiar con lo inesperado, lo conocido y lo desconocido, y según los profesionales consultados, cómo somos, comportamos y reaccionamos en las relaciones. ¿Somos las que necesitamos que las cosas salgan como esperábamos y tener todo bajo control?
Leticia (35, diseñadora) es mamá de Joaquín de 8 meses. Este año, el bebé comenzó el jardín maternal y, algunos días de la semana, el encargado de retirarlo es su papá. A la hora señalada, mientras está en la oficina, Leticia empieza a inquietarse. “Me preocupo porque mi marido llegue a tiempo, entonces le mando mensajes, para chequear que esté en horario. Después le pregunto si colocó bien firme el huevito, las tiras y qué camino hará de vuelta a casa. Cuando se desvía para hacer una compra se me ponen los pelos de punta, y ni te cuento si se le ocurre cambiar el plan y pasar por lo de su mamá. Sé que es re hincha, pero es más fuerte que yo”, relata Leticia. ¡Peligro! La angustia te espera en la puerta.
Según Alicia López Blanco, licenciada en psicología y autora del libro Ser, Hacer y Trascender (Ed. Albatros), “todos podemos ser controladores en alguna medida y ante determinadas circunstancias. Y el control es bueno si se aplica a la prevención de consecuencias o al análisis de variables antes de tomar una decisión.” Pero el control también “puede constituir un rasgo de personalidad. Este se caracteriza por temer la más mínima desviación respecto de las expectativas y tratar de evitar de cualquier modo que esto suceda. Las personas controladoras son hipersensibles a cualquier cambio, pues lo viven como una potencial amenaza. También, debemos distinguir a los que se desubican dando opiniones o sugerencias que nadie solicitó. En tal caso, eso solo muestra problemas con los límites, y basta con ponérselos para desactivar esa conducta. Pero cuando el control se transforma en una tendencia habitual, se considera un mecanismo de defensa que obstaculiza la fluidez de la experiencia por temor a posibles consecuencias imaginadas”.
Candela (32, abogada) espera el llamado de un productor musical que está conociendo. No quiere tomar la iniciativa porque está testeando su interés, pero imagina conversaciones posibles, futuros encuentros y salidas. “Quiero que me proponga ir a un recital. Yo le dije que a mí me encanta ese tipo de salidas y sé que a él también. Como con un show, me pasa con otras cosas. Por ejemplo: quiero que seamos exclusivos, que en este momento solo esté conociéndome a mí, y no solo que con sus acciones lo demuestre: que también me lo diga. ¿Es mucho pedir?” El tema no son los deseos propios (los cuales conviene tener claros) sino esperar que la persona con la que nos relacionamos posea el don de la telepatía y actúe en función de los requerimientos del otro. Una cosa es
Por pequeños que sean tus problemas, te sentirás desbordada si no enriquecés tu interior
desear, y otra muy diferente que el otro cumpla con la coreografía que imaginamos. ¿Podemos atravesar la incertidumbre de no saber cómo serán los movimientos del otro? ¿Es tan difícil lo que se plantea?
“La pretensión de controlar se encuentra enraizada en la ilusión de no enfrentar la vida tal cual es”, dice Mario Javier Vaena, autor de libros de autoayuda, consultor en comunicación y publicista. “La vida es en muchos aspectos impredecible y esto nos aterra. Queremos manejarnos en el territorio de lo conocido y en cierto modo, esto es interpretado como bueno. Sabemos que a partir de este tipo de premisas nos hundimos en rutinas y nos perdemos de vivir innumerables aspectos de la vida y su potencial. Conocido puede no ser igual a bueno, desconocido puede no ser igual a malo. A partir de esta actitud de control me
sumerjo, en definitiva, en un modo de vivir en mayor tensión. Es muy difícil tener una actitud creativa y relajada si cualquier cambio en lo esperado dispara temores o enojos. Peor aún, estaremos condenados a la decepción, ya que las cosas nunca resultarán exactamente como las esperamos.”
Ahora, ¿por qué somos controladoras o qué nos puede llevar a ejercerlo como mecanismo instalado? Más allá de aspectos o características de la personalidad, la licenciada López Blanco señala enseñanzas de base. “Es posible que hayas crecido en un hogar donde el control era moneda corriente y estés repitiendo con los seres más próximos aquello que recibiste en las etapas primarias de tu crecimiento. En este caso, puede parecerte una conducta adecuada y costarte abandonar esa manera de relacionarte. Solo tomando conciencia y deseando realizar un cambio, es que puede modificarse ese patrón de comportamiento, lo que ayuda a conservar amistades y mejorar las relaciones personales.”
En el libro Este es el momento. Cómo enfrentar tiempos de crisis, Vaena plantea a sus lectores imaginar una ola que choca contra un pequeño muro. “La ola lo superará, desbordará el muro, independientemente de lo pequeña que sea la ola. Imaginemos que es un símbolo de los problemas de la vida, y que el muro es tu sabiduría y tu energía vital. Por pequeños que sean tus problemas, te sentirás desbordado si no te enriquecés interiormente y te preparás para transitar la vida con las herramientas adecuadas. Si apoyás tu vida, ya no en la desesperación por controlarlo todo, sino en dotar tu caja de herramientas personales de recursos emocionales adecuados, estarás haciendo crecer tu muro y, más allá del tamaño de los problemas que se presenten, estarás en condiciones de enfrentarlos y de resolverlos.”
Lo saludable, según el autor, es ser conscientes de cuál es nuestro rango de acción, es decir lo que sí depende de nosotras y “trabajar una mirada adulta” en la que aceptemos lo que no podemos controlar y nos preparemos para resolver del mejor modo posible aquello que se presente. ¡Buena idea!
Se trata de personas hipersensibles a cualquier cambio, que lo viven como un potencial de amenaza