ELLE (Argentina)

Fenómeno

Monopatín en modo app

- GABRIELA SILVESTRE

Ni bici ni moto. ¿Te atrevés al monopatín? Son un boom en todo el mundo. Un medio de transporte ágil, moderno y sustentabl­e. Marcaron tendencia hace tres años en Estados Unidos y no dejaron de expandirse. En la ciudad de Buenos Aires apareciero­n casi sin previo aviso. Arrancaron y fueron furor en la puerta de los hoteles. La gente, azorada, observaba cómo mujeres y hombres, algunos vestidos de traje, se desplazaba­n en el nuevo vehículo de dos ruedas. De un día para el otro, se sumaron a distintos barrios. Cada vez son más los que lo adoptan como movilidad urbana. Para moverse, hay que tener en cuenta su costo: el uso promedio es de 10 minutos, 15 pesos el servicio para desbloquea­rlo, más 8 pesos por minuto de viaje. Casi 100 pesos los diez minutos. Antes de que desembarca­ran en las calles porteñas, la Legislatur­a votó un marco

regulatori­o: los usuarios particular­es y los de alquiler. Como primera medida se incorporó el “dispositiv­o de movilidad personal” al Código de Tránsito y Transporte. También, una serie de artículos que regulan la actividad, requisitos de seguridad y sanciones en caso de cometer una infracción a bordo. No pueden circular por las veredas, sí por las ciclovías; tampoco a contramano por las calles, los usuarios tienen que ponerse casco y chaleco reflectant­e, no se puede acelerar a más de 25 km/h y deben contar con bocina, frenos, luces delanteras y traseras. Sólo se permite una persona por vehículo y tener más de 16 años: éstas son las premisas básicas antes de emprender el viaje. A través de las redes sociales, los usuarios le avisan a la empresa cuando ven un monopatín fuera del área de uso. Pero también tienen un GPS integrado y un equipo que monitorea en vivo la ubicación. Se contac

tan con los usuarios cuando salen del área de cobertura para pedirles que vuelvan a ingresar. En caso de no comunicars­e, y que sigan circulando fuera de la zona permitida, se acerca alguien a recuperarl­o.

Para poder usarlos, es necesario tener apps disponible­s en iOS y Android. A través de ellas utilizan sus smartphone­s y crean un perfil. También registran una tarjeta de crédito mediante la que realizan los pagos. Luego, en las estaciones, se escanea el código en el monopatín para desbloquea­rlo y utilizarlo. Cuando se termina el trayecto, se deberá informar en la app para calcular el costo.

POLEMICA INSTALADA

No todas son buenas noticias. Con auriculare­s y los pelos al viento, los usuarios de monopatine­s eléctricos llegan a zigzaguear entre los peatones sin casco ni chalecos. Sin embargo, la norma prevé una multa de 70 unidades fijas –equivalent­es a un promedio de $1.750– para los conductore­s que circulen agarrados a otro vehículo o no cumplan con estas reglas. “Son prácticos, cómodos y se usan en las principale­s ciudades del mundo para realizar viajes cortos y conectar con el transporte público. Esta prueba piloto de un año nos permitirá conocer el uso de estos nuevos vehículos y evaluar cuál es la mejor alternativ­a para la ciudad de Buenos Aires”, asegura Juan José Méndez, secretario de Transporte porteño.

En sintonía, la primera empresa que se instaló en el país cuenta con “diferentes canales de comunicaci­ón con campañas de educación vial destinadas a crear conciencia sobre el uso correcto de su servicio. “Queremos –aseguran desde Grin– hacerlo de manera ordenada y respetando las normas”.

Pero la polémica no se hizo esperar. “Son una buena opción, y ecológicos. Pero deberían estar homologado­s y los conductore­s tendrían que recibir capacitaci­ón. La empresa que los alquile o el que los compre necesitarí­a un seguro contra terceros”, reflexiona Pablo Azorín, jefe de Seguridad Vial y Medio Ambiente de la Federación Internacio­nal del Automóvil.

“YA ME SUBI”

Más allá de los pro y los contra, cada vez son más los que quieren probar las plataforma­s metálicas a batería. “Es rápido, fácil, divertido, silencioso y más barato que un Uber”, cuenta Mariana (30, diseñadora) que se “animó” a subir cuando se dio cuenta de que llegaba tarde a una reunión de trabajo.

Más allá de las miradas de censura de su marido, Paula (29, médica) también lo eligió. “Estaba apurada por llegar a destino... es fácil de usar y te da libertad. Sólo deberían bajar un poco los precios”. ¿Todavía no lo probaste?

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