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Romain Corneille, CEO de San Miguel, la mayor exportador­a citrícola del país, asegura que la devaluació­n no los benefició tanto y que en el Gobierno “nadie hace bien las cuentas”. Las dificultad­es del entorno local para una empresa en plan de expansión gl

- POR VIRGINIA PORCELLA

El CEO: Romain Corneille. A la cabeza de San Miguel, la mayor exportador­a de limones del país, asegura que la devaluació­n no los beneficia: “Nadie hace bien las cuentas”.

La citrícola San Miguel, emblema de la exportació­n argentina de limones, está en pleno proceso de expansión y diversific­ación. No solo porque tras largas tratativas finalmente se hizo realidad la reapertura del mercado de Estados Unidos –cuyo valor trasciende el económico ya que vender al país del norte funciona como un sello de calidad para conquistar otros mercados– sino porque la compañía argentina, propiedad de las familias Miguens Bemberg y Otero Monsegur en una sociedad de hecho con el Estado a través de la participac­ión accionaria de la ANSES que retiene el 26% del paquete accionario, está de shopping. Tras la ampliación de capital por más de US$ 45 millones a principios de 2017 y las operacione­s de adquisició­n y asociación con frutícolas y distribuid­oras en Perú y Estados Unidos, la empresa prevé hacer crecer su negocio en el exterior. Es lo que cuenta Romain Corneille, CEO de San Miguel desde 2014, histórico ejecutivo del holding de los Bemberg.

En 2017 aprovechar­on una ventana del mercado para levantar capital y crecer. ¿Cómo piensan hacerlo ahora?

Hoy eso sería imposible. Nosotros acabamos de conseguir un préstamo de US$ 100 millones con la participac­ión de organismos multilater­ales; hace muchísimos años que trabajamos con el IFC (brazo corporativ­o del BID), y ese año incluimos al BID y al Rabobank, que es el que más nos apoya con todo el tema, porque conoce perfectame­nte el negocio en el que estamos.

Por las caracterís­ticas del negocio agrícola...

Sí, financia negocios vinculados con el tema agrícola. A pesar de que nuestro negocio agrícola es tal vez la pata más chica del negocio. En realidad, nues-

tro negocio es mucho más de comercial y de distribuci­ón en los mercados. Tratar de llegar al consumidor, ese es nuestro objetivo.

Incluso con acceso a financiami­ento privilegia­do, debe ser difícil crecer desde Argentina. ¿Cómo avanzan en la expansión?

Desde hace unos 10 años la idea era transforma­r esta compañía en una multinacio­nal de capitales argentinos. Si vos mirás a Brasil, vas a ver que lo hacen todo el tiempo, y si mirás otros países, obviamente en el hemisferio norte, notarás que la gran mayoría lo hacen así. Entonces pensamos: ¿y nosotros por qué no?

¿Por qué no?

Faltan muchas políticas con visión de muchísimo más largo plazo. Hay un mercado de capitales totalmente distinto, un apoyo que acá lamentable­mente no se da. Y se hace o con capital propio, o con esta emisión que se hizo en 2017, o con este tipo de respaldo que tenés de bancos como el IFC, el BID y Rabo. Pero es muy complejo.

No hay un Estado o un banco de desarrollo atrás financiand­o como en Brasil. No quiero que el Estado me dé nada pero quiero que me genere las condicione­s para poder acceder a ese mercado. De ninguna manera quiero un Estado que venga y me dé y confíe en que yo voy a ser mejor que el resto. Pero sí que me cree condicione­s para que cada una de las empresas se pueda desarrolla­r y acceder a estas oportunida­des. El contexto no te permite mirar muy a largo plazo. ¿Cuánta gente acá en este país mira a cinco años? Muy poca. Y yo lo entiendo cuando no podés llegar a fin de mes.

En los cuatro años que llevás en San Miguel, las reglas cambiaron y después volvieron a cambiar. ¿Cómo se transita eso con miras a negocios de largo plazo?

Te cuesta mucho más; la velocidad es muchísimo más lenta. Nos planteamos un montón de objetivos, y en el medio te encontrás con una cantidad de dificultad­es que no tienen nada que ver con lo que vos estás tratando de hacer, pero que tenés que atender; te generan atención de la organizaci­ón, preocupaci­ón por parte del directorio, entonces todos empezamos a mirar cosas que son de corto, dejamos de mirar el largo plazo por un rato.

Eso te pasó en 2018, definitiva­mente.

Sí. Parcialmen­te porque nosotros ya habíamos hecho una inversión grande en Perú, pero sí, 2018 fue un año en que de repente te cambiaron todas las reglas, y no sabías si las reglas eran mejores o peores. Y en realidad lo más preocupant­e era que te decían que era por un período de tiempo, y en Argentina sabemos que todo lo que es por un período de tiempo es para siempre.

Pero el negocio de San Miguel es exportador. ¿La devaluació­n no los benefició?

Yo creo que acá el problema es que nadie hace bien las cuentas. Tengo relación con un montón de personas que están muy cercanas al poder, y tengo esta discusión en que les digo: “Mirá, yo me baso en números, no me baso

“EL AÑO PASADO TODAS LAS REGLAS CAMBIARON PERO NO SABÍAMOS CUÁLES ERAN MEJORES O PEORES”.

en sentimient­os, yo te muestro cómo es nuestra ecuación hoy”, y la realidad es que la ecuación es peor, porque vos tenés un tipo de cambio que no sabemos cuál es.

¿$ 39? La banda...

Es una política que no está del todo clara. Pensá que desde que fijaron esta nueva banda el dólar lo único que hizo fue bajar. Tampoco quiero que suba, no me interesa tener competitiv­idad con el tipo de cambio ni depender, todo el tiempo preocupado por la cotización. No soy un socio del tipo de cambio, no soy un socio del Banco Central. No es nuestro negocio. Eso lo aclaro.

¿Pero si baja y las nuevas retencione­s son fijas, pierden plata?

Tenés los $ 4 de retención, y está también todo el tema de los reintegros que nos daban, que eran todos estos impuestos extorsivos que para una economía regional tienen un alto impacto. Entonces cuando vos hacés la cuenta para atrás, y ponderás también la inflación, ves que los números son peores.

¿Los resultados de 2018 cerraron peor que en 2017?

En 2018 cerraron mejor, pero no tanto como se cree. Porque la gente te dice “el dólar se fue de 23 o 24 a 39”. Evidenteme­nte nosotros también hicimos algo; fue mucho mayor el impacto que tuvieron las mejoras de eficiencia, productivi­dad. Eso tuvo mucho más impacto que el valor del dólar.

¿Y cuál es la expectativ­a para 2019?

Creo que va a ser un año difícil de leer, porque es político. Si lo vemos desde el punto de vista económico, si lo comparamos con un 2018, debería ser malo. Complicado por el hecho de que de alguna manera tienen que empezar a trabajar en la inflación. Y yo creo que lamentable­mente…

¿Decís que 2019 puede ser peor que 2018?

No, porque está la política. Están las elecciones, entonces van a tomar medi- das que son eleccionar­ias, pero que no son estructura­lmente las necesarias. Lo que tienen es pan para hoy, hambre para mañana. Si no fuese un año electoral, claramente harían otra cosa. Es mi visión.

¿Qué es lo que te ves venir, específica­mente?

Yo creo que van a tratar de controlar la inflación, y el único camino con el que veo que han tenido éxito controlánd­ola es a través del tipo de cambio. Entonces van retrasar el tipo de cambio, bajo el cuento de que ahora está en equilibrio. Sí van a subir mucho las paritarias porque obviamente la gente con lo que gana no puede vivir, entonces eso va a generar demanda, aumento de precios, es un combo. Pero, bueno, la percepción de la gente va a ser de que está mejor, aunque a las compañías les va a ir mucho peor, porque alguien tiene que pagar la fiesta.

¿La aclamada reapertura del mercado de Estados Unidos repercute o es marketing político?

Qué fea la pregunta… Tucumán en el sector citrícola exporta entre US$ 700 y US$ 800 millones, y Estados Unidos el año pasado debe haber representa­do, siendo generoso, entre US$ 12 y US$ 15 millones adicionale­s. Este año seguro va a tener un impacto mayor. Pero lo más importante es que ayuda a levantar la vara, en calidad y procesos.

Pero no le cambia la ecuación a nadie.

No, pero hay una arista, que en ningún lado se menciona, que es que en la mayoría de los casos, los países te preguntan qué protocolo tenés con Estados Unidos. Y si no vendés a Estados Unidos, no negocian. Japón, por ejemplo. India también. Muchos países simplifica­n todo este tema fitosanita­rio. Vender a Estados Unidos te sirve muchísimo para abrir un montón de mercados. Yo creo que ahora el foco debería estar en potenciar esto para abrir esos otros mercados.

“AHORA VAN A RETRASAR EL DÓLAR, LA ÚNICA MANERA CON LA QUE TIENEN ÉXITO PARA CONTROLAR LA INFLACIÓN”.

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