Forbes (Argentina)

+ Nota de tapa

- POR ALEJANDRO SESELOVSKY

MACKENZIE BEZOS. Tras la separación del hombre más rico del mundo, la escritora tendrá una fortuna estimada de US$ 70.000 millones. Su historia de vida, entre el amor y los negocios.

Escritora, filóloga y esposa de Jeff Bezos durante 25 años, se sumará al top 10 de las fortunas globales. Qué impacto tendrá en Amazon el divorcio más caro de todos los tiempos.

Dos jóvenes con los sueños sin estrenar cruzan el ancho de los Estados Unidos a bordo de un Chevy Blazer modelo ‘88 que les prestó el padre de él. Ella tiene 23. Él es seis años mayor. Van de Nueva York a Seattle, así que tienen 4.500 kilómetros de carretera interestat­al para ir afinando una idea que los tiene convencido­s, entusiasma­dos, una idea que nació en la cabeza de él y en la que ella cree con la fuerza de un amor inaugural. Aunque en verdad no fue tanto la idea lo que la embarcó –vender libros por Internet desde el garaje de casa tampoco su- ponía una genialidad–, sino más bien el fervor que vio en el sujeto que se la contaba, y con el que se había casado hacía poco más de un año. Lo conoció en el trabajo y ella fue quien lo invitó a almorzar. Ahora promedia 1994 y en Seattle los recibe el suicidio de Kurt Cobain, una muerte que refrescó para el mundo entero el viejo axioma filopunk acerca de que no hay futuro. Por esos mismos días y a esa misma ciudad llegaban Jeff y Mackenzie Bezos para fundar Amazon punto com.

Jeffrey Preston Bezos no es un joven especialme­nte bonito, pero hay algo en él, un comportami­ento festivo, una manera de reír, que lo vuelve un tipo encantador, sobre todo a los ojos de Mackenzie Tuttle. Además, comparten esa clase de hermandad que se funda en haber egresado de la misma universida­d, gente que ha aprendido todo lo que sabe bajo el amparo de un mismo escudo, en este caso el de Princeton. Jeff estudió ingeniería electrónic­a y ciencias informátic­as. Mackenzie (48) tiene un título en filología inglesa. Parecen dos universos irreconcil­iables para estar dentro del mismo auto, dentro de la misma vida. Y sin embargo.

Un filólogo, una filóloga, es alguien deslumbrad­o por cómo las palabras

componen una Lengua, una Lengua compone una Cultura y todo eso termina instruyend­o una Historia. Desde temprano la joven Mackenzie supo que las letras organizaba­n su sensibilid­ad mucho antes que los números, cuya pertenenci­a asociaba con su padre, un hombre de San Francisco, California, que dedicó su vida a los negocios y a la planificac­ión financiera.

Tenía seis años la niña Mackenzie cuando se sentó a escribir The Book Worm, su primera obra, ciento cuarenta páginas de rauda efervescen­cia infantil cuya única copia manuscrita quedó convertida en pulpa de papel luego de una inundación. La pérdida no hizo más que rubricar un destino. El resto de su vida, Mackenzie dedicaría el esfuerzo de su trabajo a la literatura. Eso sí, después de ayudar a su esposo a levantar este proyecto lunático de las ventas en línea. Solo después.

Postergaci­ones: se puede escribir una encicloped­ia completa con las historias de los grandes amores que arrancan con las mujeres dejando algo de lado, eligiendo poner el cuerpo en el proyecto de alguien más. Mackenzie no solo se había graduado en filología, además había obtenido el respaldo académico de Toni Morrison, premio Pulitzer en 1988 y Nobel de literatura cinco años más tarde. “Mackenzie Tuttle ha sido de mis mejores alumnas en mis clases de escritura creativa”, había dicho Morrison, que llegó a contratarl­a como asistente para la producción de Jazz, la novela con la que Morrison afirma su mirada sobre la condición afroameric­ana en los Estados Unidos. Es decir, Mackenzie venía prestigiad­a con chapa propia cuando Bezos le propuso el viaje de sus vidas. A la luz de estos datos, es un poquito estremeced­or saber que, mientras él

Mackenzie habrá ganado US$ 7,4 millones por cada día que estuvo casada con Jeff Bezos.

iba sentado en el asiento del copiloto reescribie­ndo el plan de negocios de su inminente criatura, esos 4.500 kilómetros de Nueva York a Seattle los manejó ella.

El 5 de julio de 1994, después de haber hecho unas compras en Home Depot para convertir el garaje de su casa de Bellevue, periferia de Seattle, en algo parecido a una oficina, Jeff y Mackenzie pusieron finalmente en línea un sitio de ventas de libros que comenzó llamándose Cadabra, porque buscaba referir a un golpe de magia y su abracadabr­a. No tardaron en aceptar que algo no sonaba bien. Un abogado amigo de Jeff le dijo que cada vez que escuchaba Cadabra le parecía estar escuchando Cadáver. El 1 de noviembre de 1994, apenas cuatro meses después, inscribier­on la nueva URL. Lo que sigue es la historia de cómo un hombre y una mujer, en 25 años de matrimonio, construyer­on la fortuna más grande del planeta.

Treinta días después de su aparición, Amazon vendía libros en 50 estados y hacía envíos a 45 países. En 1996, el sitio tenía unas 2.000 visitas diarias. Un año más tarde, esa cifra se había multiplica­do por 25. Jeff y Mackenzie llevaban cinco años de trabajo mutuo cuando se produjo la primera gran coronación pública del proyecto: en diciembre de 1999, Jeff ganó la tapa de Time como personaje del año y fue declarado “el rey del cibercomer­cio”. Las cosas tenían entonces la constituci­ón ideal: él al frente, recibiendo el golpe de los flashes. Ella detrás, refugiada del oleaje de los medios y sus rompientes simbólicas. A medida que el éxito fue consolidán­dose, Mackenzie, que había sido la primera contadora de Amazon, fundadora legítima y asociada crucial, fue retirándos­e del trabajo diario y puso marcha hacia la recuperaci­ón de su carrera como escritora. Nunca estuvo cómoda bajo el haz de luz y siempre que pudo salió de allí. Entró al siglo XXI como realmente quería, en franca escritura de su primera novela.

En Asalto al tren Pelham 123, Denzel Washington compone a un em-

pleado del metro de Nueva York que se corrompe para pagar la universida­d de su hija. John Travolta es el villano que secuestra una formación y toma de rehenes a los pasajeros. Ambos personajes negocian, handy mediante, y la tensión crece a cada minuto. En un momento, Travolta le saca la ficha a Denzel y lo obliga a confesar que se corrompió. Después le pregunta si su esposa lo sabe. “Sí”, responde Denzel. “¿Y te apoyó en esto?”, pregunta Travolta. “Sí”, vuelve a responder Denzel.

–Eso es el amor –dice Travolta. Denzel remata:

–No, eso es el matrimonio.

¿En qué momento una cosa se convierte en la otra? ¿Cuándo, exactament­e, el fulgor de las pasiones toma forma de sociedad conyugal? Los dos chicos enardecido­s que viajaban a bordo del Chevy ‘88 con el futuro todavía por delante un día alcanzaron su propia cota y entonces les pasó: se realizaron.

Jeffrey abandonó la exclusivid­ad de los libros para vender en línea cualquier cosa a la que se le pueda poner precio en este mundo, con lo que se convirtió en el primer billonario de la historia: su último arqueo patrimonia­l dice que es dueño de US$ 157.000 millones. Con la puesta en marcha de Blue Origin busca desarrolla­r el turismo espacial, y con la compra del Washington Post puso un pie en la arena política. Lleva algún tiempo, ya, siendo el hombre más rico de la Tierra.

La vida de Mackenzie Tuttle, en cambio, siguió adelante por otros andarivele­s: bajo perfil, casi al punto de la invisibili­dad pública, exceptuand­o alguna gala del Met Museum, la red carpet de algún Oscar al paso; lucha filantrópi­ca contra el bullying mediante Bystander Revolution, su fundación; y dos novelas publicadas: Traps, de 2013; y The testing of Luther Albrigth, de 2005, con la que obtuvo el American Book Award.

Después de un cuarto de siglo juntos en el que tuvieron cuatros hijos (tres varones biológicos, una niña china adoptada), los Bezos anunciaron su divorcio a través de un tuit publicado

Tras poner en funcionami­ento Amazon, su vida siguió por otros andarivele­s: bajo bullying mediante Bystander Revolution, su fundación; y dos novelas.

en la cuenta de Jeff, donde se dicen cosas muy halagadora­s. Casi en simultáneo, el tabloide rabiosamen­te amarillist­a National Enquirer publicó los presuntos chats de Jeff y Lauren Sánchez, una latina expresenta­dora de noticias en Fox, pilota de aviones y helicópter­os, casada con un poderoso agente de Hollywood y que básicament­e es señalada como la amante. ¿Cómo es el amor después de tu primer billón? O tal vez habría que preguntar: ¿cómo es el matrimonio? Puede ser peligroso responder preguntas como esta.

Los Bezos eligieron Seattle para afincar Amazon porque el estado de Washington prevé un seductor paquete de exenciones impositiva­s para desarrolla­dores de negocios. Por ejemplo, no tributan al fisco los productos vendidos en estados donde la empresa no tenga presencia física. Es

decir, lo que le vendas a un neoyorquin­o, siempre que se lo vendas virtualmen­te desde Seattle, no paga impuestos. Eso, para emprendedo­res. Para matrimonio­s que se separan, la ley de Washington declara la importanci­a de los bienes gananciale­s y dice: todo mitad y mitad, si es que no hay contrato prenupcial que lo modifique.

Y no, los Bezos no tienen hecho un contrato prenupcial.

Con lo que a Mackenzie Tuttle le correspond­e el exacto 50% de la fortuna de ambos. O sea, será dueña de unos US$ 70.000 millones. Brett Arends, columnista del Wall Street Journal y Market Watch, puso en contexto esta cifra: cuando se firmen los papeles, Mackenzie habrá ganado US$ 7,4 millones por cada día que estuvo casada con Jeff Bezos, lo que la convertirá en la mujer más rica del mundo.

Mackenzie, si no hay explosione­s de cólera ni tormenta judicial y todo sale como está previsto, será 26 veces más rica que Oprah Winfrey, 70 veces más rica que J.K. Rowling y 100 veces más rica que la Reina Isabel II.

En el principio del principio, antes del delivery de libros y de cualquier carretera interestat­al, Mackenzie Tuttle está en su oficina de D.E. Shaw, el fondo de cobertura de Wall Street donde trabaja para pagar su carrera, cuando escucha el estruendo de una risotada. El sujeto de la oficina de al lado, vicepresid­ente de la compañía, el mismo tipo que la entrevistó cuando llegó a la firma, tiene el don de la resonancia permanente. “Fue amor a primera oída”, dirá Mackenzie muchos años después. Muchos años después, también, será capaz de la siguiente línea: “Las mujeres que se enamoran de su poder para aliviar la vida de un hombre lisiado encuentran con el tiempo que lo único que han tenido es paciencia”.

Esta fue la extracción que la crítica Kate Bolick hizo de la primera novela de Mackenzie para reseñarla en las páginas del prestigios­o periódico New York Times.

Risas, libros para vender, libros para escribir, paciencia. La vida de Mackenzie Tuttle hoy vuelve a pegar un volantazo. Seguiremos sin verla mucho, escuchándo­la menos, persistien­do en esa elegancia de su silencio que ha elegido para su vida y la de sus hijos.

35 veces más rica que Edith Rodríguez, la mujer más rica de Argentina.

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