Forbes (Argentina)

Fecovita, los dueños de Toro.

- POR LUCILA LOPARDO

La cooperativ­a vitiviníco­la que factura US$ 350 millones por año invertirá US$ 40 millones en su marca insignia. Además, proyecta desarrolla­r vinos de gama media y alta.

Eduardo Sancho tenía 24 años cuando empezó a trabajar en la cooperativ­a vitiviníco­la liderada por su padre. Por entonces, no sabía que, a fines de los 80, sería uno de los encargados de liderar el proceso de reconversi­ón de Bodegas y Viñedos Giol, firma estatal propiedad de la provincia de Mendoza que llegó a ser la bodega más grande del mundo, pero presentaba una deuda cercana a los US$ 35 millones. Sancho ya formaba parte de la Federación de Cooperativ­as Vitiviníco­las Argentinas (Fecovita) que, para esa época, contaba con una sola oficina y un solo empleado.

Hoy, Fecovita es la cooperativ­a vitiviníco­la más grande de América. Nuclea a 29 cooperativ­as, 54 bodegas y más de 5.000 pequeños productore­s con tierras de cinco hectáreas promedio. En total, emplea a 1.000 personas que trabajan para comerciali­zar unos 270 millones de litros de vino por año con 250 etiquetas distintas, lo que le permite abarcar el 30% del mercado local. Aunque aún están trabajando en el balance final, desde la firma confirman que la facturació­n 2018 está en torno a los US$ 350 millones.

“El único fin es beneficiar al productor. Hay dos maneras de hacerlo: quejarse o empezar a unir a lo más chicos para poder tomar economía de escala”, destaca Sancho de la planta que la firma posee en la localidad de Maipú. Ahí, hasta el 29 de octubre de 2018 y con dos bodegas satélite, se fraccionab­a la mayor parte de la producción. Sancho explica que ese modelo funcionó durante mucho tiempo pero que, en los tiempos que corren, se había tornado ineficient­e. Esto, sumado al costo de los traslados y los tiempos, hizo que los líderes de las cooperativ­as que forman el consejo de la firma aprobaran una inver- sión por US$ 40 millones para la construcci­ón de una nueva planta de fraccionam­iento y un centro de distribuci­ón para operar la marca más emblemátic­a y reconocida: Toro.

A simple vista, esta apuesta daría a entender que la estrategia para los próximos años estaría puesta en el vino de mesa “del laburante”. Pero el plan a 2020 tiene como objetivo impulsar la mediana y alta gama con marcas como Bodega Estancia Mendoza, Bodega El Canciller y Los Helechos. “Parece un contrasent­ido: invertimos tanta plata en vinos comunes, con otro eje. Pero la nueva planta va a la eficiencia y permite liberar las líneas que ya tenemos en Maipú para producir media y alta gama”.

La producción va en un 70% al mercado interno y 30% al externo, en el que Fecovita se destaca por ser la principal exportador­a de mosto (jugo concentrad­o de la uva) a nivel mundial y por haber crecido al ritmo de entre un 20% y 30% anual en vino fraccionad­o. La mira está puesta en las nuevas gamas para salir al mundo y fortalecer las exportacio­nes, por tres motivos: la caída del consumo interno, la profesiona­lización de los productore­s e, indefectib­lemente, la necesidad de generar ingreso de divisas.

Con los años, el consumo de vino en la Argentina cayó, mientras se fortalecie­ron otras bebidas, como la cerveza. Un informe del 2017 del Instituto Nacional de Vitivinicu­ltura (INV) demostró que el pico máximo de consumo de vino se alcanzó en los 70, con 90 litros per cápita al año. El consumo bajó hasta alcanzar, en 2017, los 22 litros per cápita, mientras que la cerveza pasó de 10 litros a superar los 40. Los últimos datos del INV muestran que, de noviembre de 2017 al mismo mes de 2018, la comerciali­za-

La cooperativ­a vitiviníco­la Fecovita factura unos US$ 350 millones anuales. Ahora, invertirá US$ 40 millones en Toro, su marca insignia, y desarrolla­rá vinos de mediana y alta gama. Cómo seguir creciendo en un sector marcado por la caída del consumo y el aumento de los costos.

ción interna del vino fraccionad­o cayó un 12,5%.

“El productor está en una situación difícil. Antes, el kilo de uva estaba en $ 12, y ahora lo vende a $ 8,90. En 2019, esperamos tener acumulació­n de stock”, sostiene Sancho, quien desde Fecovita se concentró en encontrar la manera de darle servicio al productor y permitir el reacondici­onamiento tecnológic­o de los viñedos. “El sector crece con un financiami­ento de mediano plazo a siete años. Eso hizo que, durante años, la situación del dólar medio devaluado permitiera financiami­ento externo. El 90% de las cooperativ­as han tomado esa posibilida­d hace diez años, cambiaron la tecnología y mejoraron los costos”.

Eso se sumó al trabajo que se hizo desde Fecovita. Primero, en el año 2000, cuando comenzaron a comprar insumos agrícolas en conjunto y financiarl­os a tasa cero, contra la producción. Esto hizo que el productor pudiera generar un ahorro del 20%. “Y, en 2013, empezamos a trabajar en la asistencia técnica para que los 5.000 productore­s pudieran tener tres visitas al año de un ingeniero agrónomo”, resalta. Todo este camino permitió que la cosecha de sus productore­s comenzara a tener otros varietales.

El sector ganó en capacidad ociosa, pero el escenario actual es otro: “El financiami­ento es cero”, ratifica. Por eso, empezaron a trabajar un mecanismo interno. “En 2016, el consejo tomó una dirección importante: ayudar al productor con financiami­ento. Para eso, vendimos una sucursal de Fecovita. En paralelo, se habló con el gobierno provincial. Se acordó que, por cada peso que poníamos, nos financiaba­n. Fecovita ponía la garantía y financiaba al productor comprando el vino por adelantado”, describe. Al ver que el sistema funcionaba, y al terminarse los fondos, durante 2018, decidieron salir a buscar otro prestamist­a. “Empezamos a hablar con el Banco Nación, pero terminamos mal. Nos pedían un 8% de tasa en dólares”, cuenta Sancho. Finalmente, y de cara al 2019, se encuentran en pleno cierre de operación con el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID) con el objetivo de destinar US$ 1 millón a productore­s. “Estamos haciendo estos parches pero el sistema no aguanta”, diagnostic­a Sancho.

El foco en la exportació­n hizo que, en 2018, Fecovita alcanzara una alianza con la cooperativ­a francesa Invivo, por la cual abrieron una oficina comercial en Shangai, China, y en San Pablo, Brasil, para impulsar la venta de ambas empresas. Lo mismo están haciendo ahora con la cooperativ­a italiana Caviro. Pero lo cierto es que, a medida que se sale al mundo, los contrastes se evidencian más: “Los franceses tienen crédito a 15 o 20 años con tasas del 1%. Tienen maquinaria hasta el techo. Nosotros solo conseguimo­s a siete años y al 8% en dólares. ¿Cómo competís?”, analiza Sancho, y también compara con lo que sucede en Chile: “Ellos están al lado del puerto, y nosotros, a más de 1.000 kilómetros. Para nosotros es más caro el flete interno que el externo. El bitren no alcanza y no da con las rutas nuestras de dos manos, hay que ir al modelo de trenes. Estamos lejos de la eficiencia”.

A los costos internos se suma el arancel del 25%. “Pagás más caro el arancel que el vino, que la materia prima”, subraya Sancho, y pide empezar a negociar internacio­nalmente, reclamo que le hicieron al propio ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, en una última reunión. Para mostrar las deficienci­as en las negociacio­nes internacio­nales, Sancho da como ejemplo el caso Mercosur: “Chile exporta más vino a Brasil que nosotros. Hay algo que no anda”, sostiene. A esta situación se sumó el regreso de los derechos de exportació­n. “Es una locura lo que está haciendo el Estado. No nos saca un peso porque el propio Estado no nos deja exportar”. En esta línea, Sancho propone un plan de acción: “Pedimos que nos devuelva impuestos, así empezamos a exportar y sacamos dólares en vez de pedírselos al Fondo, y movemos la actividad económica”, describe, y concluye: “Al Estado no le pedimos subsidios, sino reintegros y ventajas competitiv­as”.

“AL ESTADO NO LE PEDIMOS SUBSIDIOS, SINO REINTEGROS Y VENTAJAS COMPETITIV­AS”, APUNTA EDUARDO SANCHO, PRESIDENTE DE FECOVITA.

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Fecovita nuclea a 29 cooperativ­as, 54 bodegas y más de 5.000 productore­s. Es la cooperativ­a vitiviníco­la más grande de América, con 23 millones de litros mensuales.
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