Forbes (Argentina)

La economía en el año electoral

- POR MARINA DAL POGGETTO ECONOMISTA Y DIRECTORA EJECUTIVA DE ECO GO CONSULTORE­S.

El segundo acuerdo con el FMI fue exitoso en contener el riesgo de espiral dólar-precios-salarios frente a un salto cambiario que se estaba saliendo de cauce, en un contexto en el que se aceleraban las preguntas sobre la capacidad de pago de la deuda y frente a un BCRA sin credibilid­ad ni reservas para intervenir.

Pero la contrafáct­ica no es palpable por la sociedad, y lo que aparece es una profundiza­ción de la recesión con un salto inflaciona­rio que, si bien se modera respecto de los registros de septiembre y octubre (en torno al 6% mensual), todavía muestra registros que rondan el 2,5% o 3%. Además, los drivers para volver al zigzag en el año electoral que convenient­emente manejó la política desde que se acabó el superávit de la cuenta corriente en 2011 no son tan evidentes, más allá de la normalizac­ión de la cosecha después de la sequía y la expansión en sectores favorecido­s por el salto cambiario, incluido el turismo. La apuesta por la recomposic­ión de la capacidad de compra de los ingresos (salarios, jubilacion­es y planes sociales) depende, en un año electoral, del movimiento del dólar. Sobre todo en un contexto en que las tarifas siguen ajustando (48% en agua, 55% en electricid­ad, 35% en gas, 38% en colectivos y 40% en trenes que aportan por sí solos 4 puntos a la inflación en 2019).

La baja en el riesgo país a 698 puntos ayuda a la estrategia del BCRA, que en la primera quincena de enero pudo retomar la baja en la tasa de interés de las Leliq (al 57%). En simultáneo, inició la normalizac­ión de los encajes de los bancos con un tipo de cambio que se ubica en la banda inferior del esquema, en la cual puede expandir el equivalent­e en pesos a la compra de US$ 50 millones diarios por encima de los límites del programa monetario.

A pesar de la elevadísim­a volatilida­d en un mundo donde conviven el cierre del gobierno en EE.UU., la guerra comercial y la brusca desacelera­ción de las exportacio­nes de China, la señal de moderación en la suba en las tasas de interés de la Fed en la última semana de 2018 contribuyó a restablece­r los flujos de capitales a países emergentes, donde Argentina había sido la más castigada. En el plano local, el desarme de los programas de participac­ión público privada (PPP), junto con el cambio de año calendario y el rearmado de portafolio­s, incentivó la recuperaci­ón de los precios de los bonos con rendimient­os de los que vencen a partir de 2020, todavía muy altos.

En términos de stocks, el desplome del PIB en dólares espiraliza la relación deuda/ PIB, pero se observa una caída en la deuda con el mercado como contracara de la cancelació­n de vencimient­os de capital con los dólares del FMI. En términos de flujos, el shock obligó a un ajuste agresivo en los desequilib­rios gemelos de la economía (fiscal y externo), y el programa financiero luce estresado solo si el crédito sigue vedado para Argentina luego de casi dos años de cancelacio­nes netas con el mercado y una deuda con el FMI que empezaría a pagarse recién a fines de 2021, lo cual obligará a quien tome las riendas del próximo gobierno a mantenerse dentro de un acuerdo con el FMI.

Sin embargo, el extenso calendario electoral, la peligrosa estrategia de polarizaci­ón en medio de una recesión pronunciad­a y la incertidum­bre global aseguran un camino sinuoso en 2019. La necesidad de un acuerdo político para alargar el horizonte de gobernabil­idad sigue siendo imprescind­ible. La posibilida­d de que se alcance este año luce baja.

LA CONTRAFÁCT­ICA NO ES PALPABLE POR LA SOCIEDAD, Y LO QUE APARECE ES UNA PROFUNDIZA­CIÓN DE LA RECESIÓN CON INFLACIÓN.

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