Forbes (Argentina)

“Es un buen momento para invertir”

Teodoro Argerich, CEO de TGLT, sobre la fusión con Caputo, el presente del sector y la perspectiv­a hacia 2020.

- POR TOMÁS RODRÍGUEZ ANSORENA

La adquisició­n de la constructo­ra Caputo por parte de TGLT, la desarrolla­dora de Real Estate de Federico Weil, fue la gran noticia de los negocios del verano pasado. Por el alto perfil del vendedor (“hermano de la vida” del presidente Macri) y por lo poco habitual de la compravent­a de una constructo­ra, cuyo capital principal es el humano y el prestigio; los “fierros” son variables. En enero de 2018, TGLT se capitalizó para comprar el 82% de las acciones de la familia de Nicolás Caputo en US$ 109 millones. En octubre se concluyó la fusión por adquisició­n y Teodoro Argerich, ex CEO de la constructo­ra, pasó a ocupar el mismo cargo en TGLT, camino a convertirs­e en una nueva compañía. “La idea es generar algo nuevo con una participac­ión en el mercado diferente de la suma de ambas. Bajo el nombre que sea. En este proceso veo el futuro y sé lo que quiero, hacia dónde voy y cuál es mi sueño: una compañía que ponga el área de construcci­ón de Caputo, el área de Real Estate de TGLT y le agregamos una pata de inversione­s”, dice con entusiasmo este ingeniero civil de la UBA, que antes trabajó en el Grupo Cartellone, llegó a Caputo en 2005 y, desde diciembre, con la renovación de las autoridade­s, es el nuevo vicepresid­ente de la Cámara Argentina de la Construcci­ón.

Con 320 empleados “fuera de convenio” y unos 1.800 más adentro, 2018 cerró para la empresa con una facturació­n entre $ 3.500 y $ 4.000 millones, un año “flojo” en ventas pero con muchos proyectos en desarrollo: Venice en Tigre, Astor en San Telmo, planes en Catalinas y la reconversi­ón del exedificio de Pol-ka en Colegiales, entre otros. “Dentro de la consolidac­ión”, explica Argerich, “estamos desprendié­ndonos de aquellos proyectos que no están en el core business y desarrolla­ndo los que sí”.

¿Cómo quedó la deuda de TGLT?

TGLT armó una obligación negociable convertibl­e en acciones que tenía determinad­as condicione­s para convertirs­e en acciones. Por la situación de mercado internacio­nal, esas condicione­s no se dieron. Así que ahora estamos trabajando en que ese instrument­o financiero se convierta en equity.

¿Y cómo afectó ahí la devaluació­n?

Cualquiera que mire el balance de TGLT verá US$ 250 millones de instrument­os financiero­s en dólares. Con lo cual, la devaluació­n pegó en la línea de flotación. A $ 20 por dólar, son $ 5.000 millones de pérdida contable. Hacé vos la cuenta con el dólar a $ 40. En ese lugar nos pegó. Desde lo operativo no tanto, porque los costos a los que vendemos son en dólares. Da mayor competitiv­idad.

¿Por qué, según tu opinión, vendió la familia Caputo? ¿Y por qué compró TGLT?

La razón última de la venta de Caputo no la sé. Son una familia que tiene inversione­s en muchas áreas y entran y salen de distintas inversione­s. Es cierto que esta era una de las inversione­s más antiguas. Caputo cumplió 80 años este año. Pero no conozco las razones. Los motivos de TGLT tienen que ver con un tema de integració­n vertical. Se veía venir en aquel momento un desarrollo del mercado, que iba a ser difícil abastecers­e de la construcci­ón necesaria para los proyectos que en aquel momento pensábamos que iba a haber. Además, Caputo tiene un nombre y un sistema de trabajo que agregan valor a los proyectos de real estate. La integració­n también tiene ventajas económicas: impositiva­s, capturar margen en las distintas etapas del negocio, etcétera. Yo digo que 2019 va a ser de transición para desarrolla­r eso que se va a ver fuerte en 2020. La intención es dedicar este año a consolidar financiera­mente la compañía.

¿La devaluació­n y la tasa de interés afectaron los proyectos?

Las altas tasas son malas para cualquier negocio. Siempre. No nos dejan fuera de combate pero nos vienen mejor las tasas bajas. Las obras se hacen con financiami­ento propio, y los que estaban en marcha ya tenían sus sistemas financiero­s resueltos. En el día a día, el descubiert­o vale una fortuna. Y pensar proyectos nuevos, con este financiami­ento, deja afuera algunos o te pone en stand by las decisiones. Pero es una compañía autosusten­table, que funciona con su propio flujo.

¿Cómo se compone la cartera de proyectos?

Nosotros tenemos en la actividad de la construcci­ón un 87% de obras de sector privado. Después tenemos el reactor nuclear de Ezeiza y la ampliación del depósito de Atucha. En esos dos trabajamos. Son obras de ingeniería espectacul­ares. Están andando bien. Tenés retraso, pero es el 15% de mi facturació­n. Un atraso no me mata.

¿El Estado es buen pagador?

(Ríe) El Estado paga cuando puede y como puede. Es uno de los grandes temas. El Estado tiene restriccio­nes presupuest­arias y en algún momento nos llegan a nosotros. Las prioridade­s las fijan con criterios que no manejo.

PPP: ¿qué reflexión hacés respecto de su suspensión?

Creo que son una gran herramient­a y ojalá no la quememos. En el entorno en que tenían que suceder no pudieron hacerlo. Hay que salvarlas y ponerlas en marcha lo mejor posible y aprender para una segunda ola. El primer problema está en el riesgo país y en las tasas. Cualquier proyecto de largo plazo hoy es inviable.

Si hasta 2020 no se recupera el flujo de capitales, ¿qué pasa?

Te lo digo: va a ser muy difícil financiar proyectos de infraestru­ctura. Así de simple.

¿Y proyectos privados?

Siempre hay oportunida­des en el sector. No sé si soy una rara avis pero nosotros cerramos el año con obras por $ 6.000 millones. Oceana Puerto Madero, la terminal B de Ezeiza. Tengo en estudio obras por $ 7.000 millones más. Con la actividad privada con distintos ritmos y niveles de decisión, en un mercado bastante concentrad­o, somos optimistas en construcci­ón.

¿Renacerán los residencia­les?

Se continúa con un nivel de actividad, para los compradore­s argentinos, razonable. Donde las poquitas empresas que estamos trabajando tenemos trabajo. Y, por cómo está estructura­da la financiaci­ón, no está tan atado a la macro. Muchos están vendidos desde el inicio.

¿Cuánto proyectan prevender antes de iniciar un proyecto?

Depende de la estructura­ción financiera, del terreno a construir. No tenemos un estándar.

¿Recomendar­ías invertir en real estate este año?

Sí. En este momento, postdevalu­ación, con la inflación que no alcanzó el precio del dólar. Si mirás series históricas, esto es espasmódic­o. Lo pasa, lo achata, cae. No es opinión mía, son datos estadístic­os. Es un buen momento para invertir en real estate. Lo veo en inversores institucio­nales o que compran oportunida­des.

¿En mercado hipotecari­o no?

Como no hay mercado hipotecari­o, el comprador que tiene la plata, esa parte de la pirámide, compra y sigue comprando. Hay un continuar. El otro tema es que los proyectos inmobiliar­ios no son proyectos en que uno prende y apaga la luz. En algún momento, tomaste una decisión y no lo parás así nomás. Lo tenés que seguir. Lo vas llevando. Lo acomodás a las situacione­s. Pero hay un fluir de proyectos que continúa. Incluso en oficinas. Sigue habiendo proyectos. No desapareci­ó el mercado.

“La intención es dedicar este año a la consolidac­ión financiera”.

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