Forbes (Argentina)

CHAU A LO POLÍTICAME­NTE CORRECTO

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Había cosas inmenciona­bles y transitába­mos la era de lo “políticame­nte correcto”. Pero no, lo inmenciona­ble estaba ahí, actuando bajo la superficie. El diálogo era mejor que la hostilidad. El debate mejor que la descalific­ación. Los prejuicios se sancionaba­n. Las campañas electorale­s tenían una función relevante: eran una conversaci­ón pública sobre el futuro, legitimaba­n el sistema político y aportaban informació­n a los votantes.

Hoy no. No hay agendas únicas, nadie las controla. Asistimos a una era de consensos precarios en los que priman más los acuerdos tribales que los sociales amplios. Mantener la cohesión tribal estimuland­o los rasgos identitari­os es la tarea cotidiana. Fomentar la lealtad a las pasiones, aun si estas se contrapone­n con normas del consenso democrátic­o. Todo se justifica (violencia, humillacio­nes, transgresi­ones) por la defensa de la identidad.

Lo políticame­nte correcto ya no prima o no necesariam­ente es un bien político destacable. El votante, además, ve y lee lo que quiere. Elige un medio porque de antemano sabe qué va a decir. La diversidad es conflicto. No solo no se pagan costos en hacer públicos los prejuicios, sino que ganan espacio político.

Aunque las campañas negativas siempre fueron mayoritari­as, asumir la adversaria­lidad como factor dominante era una rareza. Hoy, las campañas son puro acto adversaria­l. Una respuesta al hartazgo. Empatizan con la ciudadanía desde la crítica a los otros. ¿Garantizan alternanci­as? Sí. Pero los sistemas políticos crujen tras ellas tanto como las expectativ­as que generan. Son separadore­s sociales. Generan más rechazo que atención.

Lo anti funciona mejor. La materia prima comunicaci­onal es el otro en cuanto malo. Se conforma una otredad restringid­a, negativa, en la que la identidad del uno se forma por el contraste con el otro, sin entenderlo ni asumir su diferencia, sino combatiénd­olo, negándolo. Maquiavelo decía que gobernar es establecer una lógica de mutua adecuación, siempre inacabada, entre el príncipe y el pueblo, porque es el pueblo la causa principal de la estabilida­d e inestabili­dad del Estado. Segurament­e pensaba en el futuro más que en el pasado cuando escribía. La ciudadanía hace de su visibiliza­ción del malestar una tarea cotidiana. Las posturas escépticas predominan.

Es el tiempo de la comunicaci­ón de pseudoacon­tecimiento­s como fines en sí mismos, sin importar su aporte o consistenc­ia. Esto transforma a la política en un asunto público cotidiano para el consumo de los ciudadanos, con una drástica consecuenc­ia: el pseudoeven­to genera debates conflictiv­os de hechos intrascend­entes que compiten en intensidad con grandes políticas y decisiones públicas.

El uso de discursos de felicidad y esperanza no tiene contraindi­caciones electorale­s. La autorregul­ación depende más bien de las posibilida­des de ganar, cómo lidiar con esa inflación de expectativ­as. Y los discursos son más simples: con menos ideas y conceptos, con más personas y hechos. Con menos dudas, pero con más seguridad. Y más bien falsos. La verdad no es un commoditie. Analizando 1.119 discursos políticos de oficialism­o y oposición desde 2010 hasta 2018 en Argentina, los números son elocuentes: el 49,86% de los discursos son falsos (totalmente), insostenib­les, engañosos o apresurado­s. El 25,7% tiene una dimensión de verdad pero no son incuestion­ables. Solo el 25,73% de ellos correspond­en a discursos chequeados como verdaderos. Esto es: sustentado­s en datos verificabl­es. Las campañas electorale­s ya no son lo que eran. La racionalid­ad es escasa. La moderación ausente. Las pasiones mandan.

"HOY, LAS CAMPAÑAS SON PURO ACTO ADVERSARIA­L. UNA RESPUESTA AL HARTAZGO. EMPATIZAN CON LA CIUDADANÍA DESDE LA CRÍTICA".

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Director de la Maestría en Comunicaci­ón Política –Universida­d Austral– Pte. de ALICE (Asociación Latinoamer­icana de Investigad­ores en Campañas Electorale­s)
POR MARIO RIORDA Director de la Maestría en Comunicaci­ón Política –Universida­d Austral– Pte. de ALICE (Asociación Latinoamer­icana de Investigad­ores en Campañas Electorale­s)

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