Bernard Arnault
Presidente de la compañía de lujo LVMH, es el hombre más rico de Francia y una de las mayores fortunas del Viejo Continente.
Dior, Givenchy, Céline, Kenzo, Fendi, Marc Ja cobs o la española Loewe son buques insignia de LVMH, el conglomerado de lujo que preside Bernard Arnault y que alcanza más de 70 empresas. Es un empresario reconocido en Francia. Y, aunque no necesita mayor popularidad, en los últimos días trascendió su nombre tras haberse comprometido a donar € 200 millones para la reconstrucción de la Catedral de Notre Dame.
Nacido en el seno de una familia de industriales de Roubaix, al norte de Francia, estudió ingeniería en la Escuela Politécnica de París. Sin embargo, nunca ejerció. Su destino estaba en la empresa familiar: Ferret-savinel, de obra pública. Al poco tiempo, vendió el negocio de construcción y se focalizó en la parte inmobiliaria. Escaló y creció en la firma, hasta llegar a Director General en 1977. En 1984 adquirió Boussac, un grupo textil al borde de la quiebra que controlaba marcas como Christian Dior o Le Bon Marché, los grandes almacenes de la burguesía parisina. En 1985, se convirtió en presidente de Christian Dior y, dos años después, vendió las empresas no rentables del grupo y compró acciones de LVMH, conglomerado creado ese mismo año tras la fusión de Moët Hennessy y Louis Vuitton.
Arnault se posicionó como uno de los accionistas principales. Y en 1988 lanzó una OPA que en 1989 le permitió ser elegido por unanimidad de los accionistas como presidente. Su nueva posición –como mayor accionista del grupo– le permitió a Arnault poner en marcha un agresivo plan de adquisiciones. Sumó etiquetas como Lacroix, Céline, Gucci, Kenzo, Givenchy, Alexander Mcqueen o John Galliano, entre otras.
Con una fortuna de US$ 76.000 millones, es el hombre más rico de Francia. Actualmente, maneja empresas de vinos y bebidas espirituosas, moda, perfumes y cosméticos, relojes y joyería, retail y otras actividades. El empresario creó un imperio que extiende su actividad a través de ámbitos completamente opuestos. Pero, en el fondo, todos recaen en lo mismo: el lujo.