EL CAPITALISMO NO ESTÁ KAPUT
Casi no pasa un día sin que alguna eminencia de negocios o finanzas proclame con el ceño fruncido y aparentemente triste que el capitalismo está en crisis y debe ser revisado para sobrevivir. La desigualdad, el cambio climático, los niveles obscenos de ganancias corporativas, los salarios estancados, los costos de la atención médica, los niveles aplastantes de la deuda de los estudiantes, la avidez desenfrenada de Wall Street, los monstruos de alta tecnología y mucho más son la base de un sistema capitalista, supuestamente, descorazonado e insensible.
No es así. Contrariamente, el problema son las malas políticas gubernamentales y, lo que es peor, una incomprensión fundamental de los mercados libres. Es hora de un baldazo de realidad. El capitalismo, la libre empresa, los mercados libres, como a usted más le gusta llamarlo, es moral porque uno tiene éxito al satisfacer las necesidades y deseos de otras personas. Un empresario intenta discernir las necesidades que las personas no saben que tienen hasta que un producto o servicio se introduce en el mercado. Intentan persuadirlos para que compren lo que ofrecen. A menos que el gobierno se involucre, no hay coerción. Innumerables personas tratan de encontrar maneras de mejorar la vida de todos. Si tienen éxito, podrían (¡oh, sorpresa!) hacerse ricos, pero todos estamos mejor.
Los errores gubernamentales, no las fallas inherentes en los mercados libres, están en la raíz de cada crisis económica. La Gran Depresión fue provocada por la draconiana Ley Arancelaria de Smoot-hawley, que impuso impuestos más altos a miles de artículos importados, lo que desencadenó una guerra comercial global que devastó las economías. La terrible inflación de 1970 se debió a que la Reserva Federal y otros bancos centrales imprimieron demasiado dinero. La crisis de 2008/09 surgió del debilitamiento deliberado del dólar por parte de Estados Unidos.
Los altos impuestos son asesinos del crecimiento. Los impuestos son una carga. A los países que alivianan esa carga les va mejor. Cada vez que Estados Unidos promulgó recortes, su economía flo eció. La recuperación post-obama de la economía provino de la reducción de impuestos y la desregulación de 2017.
Las regulaciones excesivas causan daño. No haga responsable a la libre empresa por la deuda de los estudiantes. El gobierno es el villano. Con las mejores intenciones, Washington creó programas para ayudar a las personas a pagar la universidad. Los estudios de la Fed y otros confirman que, cuanto más dinero recaudaban las universidades a través de estos esquemas, más subía el arancel.
La salud cara no es un fracaso del capitalismo. El libre mercado es la solución aquí, no más control gubernamental. El nuestro es un sistema de salud tercerizado: el gobierno (principalmente Medicare y Medicaid), compañías de seguros y grandes empleadores, no consumidores. Los ingresos de los hospitales dependen de lo bien que negocien con terceros, no de lo bien que complacen a sus pacientes.
El libre mercado reduce la pobreza. Los ingresos reales por persona se multiplicaron por 50 desde la independencia. Antes de la Revolución Industrial, que el capitalismo hizo posible, los ingresos individuales crecieron de manera imperceptible. Hoy, a pesar de los errores de política económica, la pobreza cae en picada.
El libre mercado convierte la escasez en abundancia, los lujos de hoy en productos de todos los días del mañana. ¿Desigualdad? Los salarios, hasta hace poco, se habían estancado desde la crisis financie a de 2008, y no habían mejorado mucho en la década anterior. El capitalismo crea la riqueza que hace posible los estados de bienestar. Es por eso que cada vez más europeos buscan reformas procapitalistas, como los impuestos bajos, para mejorar sus economías.