LÓPEZ: EL SEÑOR DE LAS BARRICAS
La fil xera fue una palabra de terror para los viticultores europeos durante gran parte del siglo XIX. Los viñedos morían masivamente en las fauces de estos incontrolables parásitos de la vid. Fue en 1886 cuando José López Rivas decidió dejar su Málaga natal para apostar a la vida de sus viñedos. Llegó solo, primero a la provincia de San Juan. Se trasladó a Mendoza tres años después, con el dinero suficiente para que un barco regresara con su madre y tres hermanos. La tradición familiar llamaba y a sus cepas parecía agradarles el suelo argentino.
En 1898 los López pasaron a ser la sociedad “José López y hermanos”, y su marca fundacional El Vasquito. Pero este no iba a ser el único nacimiento que forjaría el destino de una de las 30 empresas nacionales familiares más antiguas de Argentina: en septiembre del mismo año llegaba con una barrica bajo el brazo José Federico López Fatás, el único hijo de José y Liboira Fatás.
La flamante sociedad enviaba partidas de uvas a Buenos Aires vía Ferrocarril (factor decisivo en el crecimiento de la industria) para ser vinificadas allí. Eran comercializados en cascos de roble y tenían gran aceptación en el mercado.
Hacia 1905, la bodega ya declaraba una producción anual de 5.000 bordalesas, que duplicaron luego de seis años. José López les prodigaba a las uvas su atención y cuidado constantes. Controlaba los pasos de la elaboración, supervisando cada detalle. No era fácil por entonces, si consideramos todo lo que había que tener en cuenta para que el vino llegara a las mesas sin adulteraciones; desde prestar atención a la graduación hasta chequear la trazabilidad entre transportista, pulpero o fondero.
Sin pausa, fueron comprando fincas y ampliando las superficies de los viñedos. Para 1916 contaban con cuatro cuerpos de bodegas, galpones auxiliares, casa patronal y de peones, 57 toneles y 68 cubas de roble, 51 de pino y nueve de álamo. Luego vendrían décadas de cambio, consolidación y expansión para la bodega. Es así como atravesaron el alejamiento de uno de los hermanos y la incorporación a la firma de José López Fatás. Nuevo socio y nueva marca: Prestigio de Cuyo, primera línea de vinos finos en botella de vidrio que acompañaba a la existente marca El Vasquito.
Entre 1923 y 1924 compraron un importante número de toneles de roble de Nancy, Francia, que iban a convertirse en la marca registrada de López, un estilo que mantendrían hasta hoy. A pesar de la moda de las barricas, más allá del costo económico de criar en barril por tiempo prolongado, y a pesar de que el vino añejado en tonel perdiera el color y el brío de los vinos jóvenes, pero ganara en otras notas, apreciadas por los tradicionales chateaux franceses.
Los años 30 vieron nacer más vinos, como el Chateau Vieux (1934), con un diseño de marca ideado por el propio José, y el Rincón Famoso (1938), otro de sus clásicos. Y, como donde hay vid hay olivo, en esa década también comenzaron a trabajar en la elaboración de aceite de oliva extra virgen.
Las creaciones no cesaron y siguieron su curso en los años posteriores. Entre 1960 y 1997, por caso, surgieron Chateau Montchenot y los vinos de mesa y reserva Vasco y Vasco Viejo, entre otros. José López Rivas siguió de cerca cada nuevo desarrollo hasta su lamentada muerte en 1948, a los 80 años. Su hijo José Federico lo sobrevivió hasta 1994. Tenía 95 años.
La empresa continúa en manos de hijos y nietos, honrando el clásico Estilo López, rey de bodegones, primer chorrito de vino en un vaso de soda cuando no existía la gaseosa, y siempre bienvenido en mesas familiares.
HACIA 1905, DECLARABA UNA PRODUCCIÓN ANUAL DE 5.000 BORDALESAS, QUE DUPLICARON LUEGO DE SEIS AÑOS.