Forbes (Argentina)

Daniel Marx.

El exsecretar­io de Finanzas asegura que la deuda es manejable, pero advierte sobre la falta de reformas y de avances contra la evasión, además de la estructura del gasto.

- POR VIRGINIA PORCELLA

La economía en Argentina –y también la política en años electorale­s– se vive minuto a minuto, al ritmo de la suba y/o baja del dólar o, últimament­e, del riesgo país. Ese dato, indicador de solvencia y reflejo del nivel de incertidum­bre, se ubica por estos días en torno a los 1.000 puntos básicos, con pocas, casi nulas, probabilid­ades de registrar una baja consistent­e antes de las elecciones. Probableme­nte tampoco después, pero esa es harina de otro costal. Por lo pronto, el exsecretar­io de Finanzas, Daniel Marx, uno de los argentinos que más vínculos fluidos tienen con la comunidad financie a internacio­nal desde hace décadas, coincide en la lectura que indica que gran parte de los puntos que marca el EMBI de JP Morgan está vinculada al contexto político, pero también a la fragilidad de la situación económica. “Es una combinació­n: gran parte es incertidum­bre respecto de la Argentina, y otra parte es inestabili­dad internacio­nal, que no es un componente menor. Argentina es claramente más vulnerable que otros emergentes a este contexto internacio­nal adverso”, dice.

¿Incertidum­bre política o incertidum­bre económica, más allá del proceso electoral?

Ambas. Y está la cuestión del manejo de la deuda, donde se da la conjunción porque hay distintos enfoques. Pero la refl xión ahí es que en otros países también se dan procesos electorale­s, y muchas veces hay cambios no menores en el signo político, como en México o Brasil, sin tanta repercusió­n en los mercados cambiarios o de deuda. Ahí está la vulnerabil­idad particular del país.

Algunos creen que los precios actuales de los bonos tienen incorporad­o el escenario de reestructu­ración de la deuda. ¿Es así? Creo que hay algunos elementos pero, cuando se habla de reestructu­ración, hay que ver de qué tipo de reestructu­ración se está hablando. Pero el hecho de que las tasas de los bonos de más corto plazo sean mucho más altas que las de los bonos de más largo plazo está anticipand­o este tipo de posibilida­d.

¿Esa posibilida­d es una necesidad concreta o es evitable?

En otras circunstan­cias y en otros países, estos números no ameritaría­n hablar de escenarios de reestructu­ración, menos aún de default. Acá se asocia a una de las decisiones que se pueden tomar, y esto no es neutro: muchas veces eso genera una cautela adicional que tiende a difundirse.

La profecía autocumpli­da.

Sí. Algo que uno individual­mente considera que podría ser tanto como no ser, al haber tantos otros que dicen que sí podría ser, aumenta la posibilida­d de que sea.

Para dejarlo claro: en un escenario de políticas amigables con los mercados, ¿la deuda es manejable?

Argentina no tiene una situación muy holgada de deuda y, durante varios años, la gestión Macri tendió a enviar un mensaje distinto en ese sentido. Ya no, no es que lo esté pasando ahora. Pero eso genera una complicaci­ón adicional. Es manejable.

Hasta hace dos meses, la tensión en el mercado de deuda repercutía en el cambiario. Eso

cambió a partir de que el FMI habilitó la intervenci­ón del Banco Central. ¿Hay chances de que se mantenga esa estabilida­d?

Yo no creo que haya sido solo el cambio del FMI, también concurrier­on otros elementos como la estacional­idad propia de la venta de la cosecha y el hecho de que se percibió que el tipo de cambio estaba “adelantado”. Hoy me parece que el futuro no está asegurado, depende de varios factores; uno de ellos es la tendencia a la dolarizaci­ón de portafolio­s que exista. Eso puede afectar la demanda.

Esa tendencia por ahora parece tranquila, más apostando a la tasa.

Yo no diría tranquila, pero sí acotada.

¿Eso cambia en julio cuando se acaben los dólares de la cosecha?

Habrá menos oferta, es cierto, pero yo creo que el factor prepondera­nte va a ser la demanda.

El BCRA calcula una dolarizaci­ón máxima de US$ 9.000 millones. Si fuera así, otra vez, ¿es manejable?

Sí, es manejable, pero depende de cómo se dé en tiempo y persistenc­ia. Puede estar asociada a los diferentes hitos de las elecciones (PASO, primera vuelta, ballotage), pero también existe un factor de anticipaci­ón y conductas colectivas.

Las últimas situacione­s de estrés cambiario se dieron en febrero-marzo, después de que se conocieran índices de inflació más altos que lo previsto. ¿Ya pasó lo peor con la inflación

Desde el punto de vista monetario y cambio de precios relativos de servicios públicos, están los elementos para pensar en una baja de la tasa de inflación. Hay que ver el tipo de cambio; en la medida en que haya una demanda fuerte por tipo de cambio y esto se refleje en el precio, ahí va a afectar la inflación. Entonces hay dos factores que están controlado­s, hay un tercero que no tanto y es relevante.

Pensando en el 11 de diciembre, ¿qué deja esta gestión en el haber y qué en el debe? Por un lado, hubo un reacomodam­iento de precios relativos, se fija on también reglas de juego más sostenible­s… Lo que creo que no quedó resuelto son los temas estructura­les, la fl xibilizaci­ón de la economía. Incluso en el tema fiscal todavía hay mucho recorrido por delante.

¿Por qué el déficit cero es antes de pagar la deuda?

No solo por eso. Si uno mira los ingresos tributario­s, son muy peculiares. La recaudació­n no está reflejando una caída sustancial en la evasión, y por el lado de los egresos tenemos una estructura de gasto que da un resultado primario que, para las circunstan­cias de la economía argentina, todavía es insuficien­te. El déficit primario 0 no alcanza para estas circunstan­cias.

¿Existen chances de recuperaci­ón en 2020?

En la medida en que haya influjo de fondos sustentado­s por cuestiones más estables que ganancias de corto plazo y mayor confianza y competitiv­idad de la economía, sí.

Hay muchos prerrequis­itos. Mientras tanto, se vuelve a hablar de control de capitales.

Si uno mira a otros países, incluso aquellos que ofrecieron canjes de deuda, se encuentra con que no es necesariam­ente una condición. La mayor parte de los países no funcionan con control de capitales. Algunos lo han puesto de manera extraordin­aria y temporaria, pero Uruguay, por ejemplo, en 2002 hizo un canje sin controles de capitales y le salió.

En estos días llegan permanente­mente representa­ntes de fondos de inversión. ¿Qué conclusión se llevan de su visita?

Vienen más que todo a averiguar sobre la dirección política y tratar de inferir qué tipo de políticas económicas se pueden llegar a implementa­r. Pero su principal foco es mirar la política, más que la economía. Pero no se van con una conclusión clara.

EN OTRA CIRCUNSTAN­CIA Y OTRO PAÍS, LOS NÚMEROS NO AMERITARÍA­N HABLAR DE REESTRUCTU­RACIÓN, MENOS DE DEFAULT.

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