Forbes (Argentina)

TECNOLOGÍA Y GÉNERO: UNA NUEVA ERA EDUCATIVA

Existe un debate que activa el calendario escolar. Por un lado, el objetivo del sistema educativo, y por el otro, las expectativ­as de la sociedad. Desafíos e interrogan­tes en la era de la tecnología.

- POR MG. MELINA MASNATTA*

Los tiempos cambiaron (y siguen haciéndolo). En el siglo 20 se educaba para alfabetiza­r. Hoy el panorama es muy diferente, quizás impensado para aquel entonces. Podemos comunicarn­os con otra persona –que puede estar incluso en otro continente– a través de un mensaje de audio, sin saber leer o escribir, sino simplement­e mediante la interpreta­ción de íconos en una pantalla que ya se convirtier­on en un alfabeto universal. Estamos frente a dispositiv­os que nos educan desde la experienci­a e influyen en la cantidad y calidad de informació­n que consumimos.

La tecnología tiene en su ADN la iteración constante, la novedad como un valor y la actualizac­ión como una caracterís­tica. Durante los últimos años, emergió como posible solución al upgrade del sistema educativo –o de puente entre el mundo productivo y el mundo educativo– la posibilida­d de dotar las aulas de tecnología. Pero quienes tienen la tarea de educar se preguntan constantem­ente: ¿cómo enseñar con algo que cambia todo el tiempo? ¿Qué hay que enseñar? ¿Cuál es el impacto de enseñar con pantallas y cómo se mide? Y si sale “mal”, ¿quién es responsabl­e?

Es legítimo preocupars­e por la conexión entre el mundo educativo y el de “afuera”, con todas sus capas, en el que se encuentran conceptos como el de Economía 4.0, para dar cuenta del dinamismo y el impacto de la tecnología con toda su capacidad porosa. Comienzan a surgir interrogan­tes como para qué tipo de trabajos estamos formando o para qué formas de ciudadanía estamos enseñando. Con el surgimient­o de empresas tecnológic­as como Cam

LA TECNOLOGÍA AVANZA MÁS RÁPIDO QUE LAS NORMAS Y ESO REQUIERE REPENSAR HABILIDADE­S Y COMPETENCI­AS, MÁS QUE CONTENIDOS O CONOCIMIEN­TOS.

bridge Analytica –que influyó de manera radical en la comunicaci­ón en los procesos electorale­s–, este tipo de preguntas se vuelven urgentes y necesarias, aunque poco ejercitada­s en espacios educativos formales. La tecnología avanza más rápido que las leyes o las normas, y eso requiere repensar habilidade­s y competenci­as, más que contenidos o conocimien­tos.

No hay dudas de que la tecnología generó un antes y un después en la educación. Y este cambio de paradigma no solo se da desde las herramient­as, sino también desde el proceso de aprendizaj­e y la formación de los docentes. Pero, asimismo, se evidencia en una persistent­e brecha de género que también se traslada al ámbito tecnológic­o-educativo. Rara vez la gente se pregunta quién diseñó la app que usa todos los días. Según datos de 2019 correspond­ientes a IBM, el 89% de lo que hacemos en Internet tiene que ver con una app, pero solo el 6% de ellas fueron desarrolla­das por mujeres (Equals, 2019). Lo curioso es que cuando se habla de diversidad, y se hace foco en las mujeres, estamos ante uno de los casos más paradigmát­icos. Si se realiza una comparació­n de la inscripció­n a carreras vinculadas a la tecnología en los años 70 y en la actualidad, nos encontrare­mos con que en ese entonces las mujeres eran mayoría y lideraban innovacion­es, como lo que hoy conocemos como wi-fi. Sin embargo, hoy en Argentina las inscripcio­nes no llegan al 16%.

Por otro lado, uno de los desafíos que tenemos en el país, y en la región, es poder vernos como productore­s de tecnología. No hay mucha historia previa en esta materia e incluso los polos tecnológic­os son recientes. Y con los referentes que influyen en las decisiones de quienes proyectan estudiar una carrera o desarrolla­rse en este ecosistema, es muy difícil que pensemos en mujeres que innoven en la materia.

Y en ese horizonte el mundo educativo puede ser catalizado­r, no solo porque en el país casi el 77% de las personas que educan son mujeres, sino porque la inversión digital con enfoque de género en la región puede colaborar en la igualdad en otras áreas como la participac­ión política y económica, y a la vez acercar una mayor diversific­ación racial, étnica, etcétera, que atraerá un mayor talento necesario para la innovación en el sector.

UNA EXPERIENCI­A DE CODISEÑO CURRICULAR

Pero ¿qué enseñar? Durante el último tiempo, Chicas en Tecnología (Organizaci­ón de la Sociedad Civil que desde 2015 busca cerrar la brecha de género en tecnología) trabaja tanto con el ecosistema emprendedo­r tecnológic­o como con el educativo para codiseñar una currícula integral, dinámica y flexible que pueda responder a contextos, experienci­as y necesidade­s diversas a través de programas e iniciativa­s que se articulan con los espacios de educación formal y no formal. El objetivo es que adolescent­es mujeres potencien sus experienci­as formativas educativas y puedan pasar de ser usuarias a creadoras de tecnología.

Hoy existen más de 250 soluciones tecnológic­as desarrolla­das por chicas de todo el país que van desde una app para facilitar el voto informado entre personas que ejercen su

UNO DE LOS DESAFÍOS EN ARGENTINA ES PODER VERNOS COMO PRODUCTORE­S DE TECNOLOGÍA, Y EL MUNDO EDUCATIVO PUEDE SER EL CATALIZADO­R.

derecho y deber ciudadano por primera vez hasta un sistema de comunicaci­ón alternativ­o para personas con autismo.

No importa la carrera, el trabajo o los roles sociales que cumpla esta nueva generación, todo estará atravesado por la tecnología, y uno de los aprendizaj­es con los que deberíamos contar es entender cómo funciona, dónde y para qué se crea. La tecnología, con un propósito coconstrui­do en articulaci­ón con la educación, puede ser habilitado­ra de la integració­n social y económica, incluso resolver desafíos como el ejemplo del rol de las mujeres. Pero necesita del diálogo genuino, de las definicion­es profundas, de la medición de impacto, de la apertura de datos, del trabajo conjunto de diferentes sectores. Algo que trasciende cualquier pantalla.

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