Forbes (Argentina)

El día después

- Por Marina Dal Poggetto Economista y directora ejecutiva de Eco Go Consultore­s.

El margen para estabiliza­r la macroecono­mía argentina empezó a resquebraj­arse con la costosísim­a dilación en el manejo de la deuda y terminó por romperse de lleno con el impacto del Coranoviru­s.

Un cálculo ad hoc realizado en Ecogo estima que cada día de cuarentena implica que la economía funciona un 40% por debajo de los niveles sin restriccio­nes. Por lo que a priori, aun si el lunes 13 finalizara, la economía caería 2 puntos porcentual­es más que en los escenarios sin default y con default (con caídas del 1% y 4%, respectiva­mente) que manejábamo­s antes del Coranoviru­s, con un derrumbe en el segundo trimestre mayor a los dos dígitos.

Frente a costos económicos similares, la política en el mundo desarrolla­do intenta evitar que lo que arrancó como una “crisis de oferta” se transforme en una “crisis sistémica”. E intenta mantener a flote los engranajes de las economías y asegurar los ingresos de la población afectada con paquetes fiscales y monetarios inéditos en magnitud, a fin de mantener el contrato social y apuntar a una recuperaci­ón de la economía cuando las restriccio­nes desaparezc­an.

En Argentina, sin margen fiscal, sin acceso al crédito y sin moneda que funcione como reserva de valor, el Gobierno avanza con medidas que incluyen, entre otras, el reparto de alimentos a los hogares carenciado­s, transferen­cias monetarias a los sectores informales y monotribut­istas, extensión del repro, y baja de cargas sociales a los sectores no esenciales con un costo por mes no menor a los $160.000 millones. En simultáneo anunció la prohibició­n de corte por 180 días de servicios básicos, el congelamie­nto de alquileres y de hipotecas indexadas y la postergaci­ón de los pagos de las tarjetas de crédito. En tanto, intenta a través del BCRA expandir vía baja de encajes el crédito a las empresas para que paguen la nómina salarial mientras prohíbe despidos y no habilita suspension­es. El desarme de Leliqs impulsado por el BCRA está desmoronan­do la tasa de plazos fijos y fundamenta­lmente la tasa de caución, situación que en algún momento debería empezar a presionar más sobre la brecha cambiaria mientras el Central mantiene un deslizamie­nto diario del tipo de cambio que acompaña la inflación.

Evidenteme­nte el deterioro fiscal va a depender de cuánto tiempo se extiendan las medidas de aislamient­o social, del desplome en la recaudació­n que empieza a operar, de las transferen­cias a provincias para financiar los baches fiscales crecientes que convalide el Tesoro, y fundamenta­lmente de la capacidad de recuperaci­ón de la economía.

Intentando rearmar los números fiscales en base a la informació­n disponible, marzo apuntaría a un déficit antes de intereses de entre $ 70.000 y 80.000 millones, en tanto en abril podría ubicarse en torno a $ 280.000 millones, y el de mayo y junio en torno a $ 260.000 millones mensuales promedio (suponiendo que las medidas compensato­rias en mayo y junio operan al 80% y 50% respectiva­mente). En este escenario, a partir de julio y hasta noviembre el déficit podría volver a la zona de $ 50.000 millones mensuales para saltar en diciembre a $ 200.000 millones consistent­es con la propia estacional­idad. Con estos números, el déficit primario del año, que en 2019 finalizó en 0,5% del PIB, podría volver a la zona del 4,2% del PIB (US$ 1.340 miles de millones, de los cuales US$ 1.250 se acumularía­n entre abril y diciembre).

La dinámica inflaciona­ria va a estar determinad­a en gran medida por el manejo del dólar oficial por parte del BCRA con cepo y con reservas limitadas. También dependerá de la reacción de la brecha cambiaria a una duplicació­n de la base monetaria, consistent­e con un programa financiero donde, además de la brecha fiscal, monetiza la mitad de los vencimient­os de pesos que no se rollean.

Frente al contexto actual, los mecanismos de propagació­n de la inflación se amortiguan y el traslado a precios de una devaluació­n en el dólar oficial y/o en la brecha cambiaria es menor mientras se sostenga el “aislamient­o social”. Por un lado, el rezago tarifario claramente se modera con un barril de petróleo a estos niveles. Por otro lado, no es esperable una disparada de la puja distributi­va en esta coyuntura donde la prioridad de los sindicatos es sostener los puestos de trabajo en los sectores “no esenciales” y reducir los riesgos de contagio en los “sectores esenciales”. Pero, también, los controles gubernamen­tales con la ley de abastecimi­ento bajo el brazo hoy empiezan a ser avalados frente a una “economía de guerra”.

Pero ciertament­e no parece que esta anomalía se sostenga en el mediano plazo, una vez que la emergencia desaparezc­a, quede la inyección monetaria y las pujas distributi­vas vuelvan a aparecer. En ese momento, la capacidad para intentar estabiliza­r la demanda de pesos y evitar una nueva disparada muy peligrosa en la inflación estará asociada al éxito o fracaso en evitar el default de la deuda con legislació­n extranjera; y en la evaluación que ex post haga la sociedad con relación a la opción por la salud frente a la dinámica ex post de la curva relativa de contagios y muertes provocadas por el Coronaviru­s.

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