Forbes (Argentina)

Las cinco crisis

- Por Marcelo Elizondo Docente de la Maestría en Dirección Estratégic­a y Tecnológic­a del ITBA, especialis­ta en negocios internacio­nales.

Estamos ante al menos cinco grandes crisis globales simultánea­s y vinculadas. La primera es sanitaria: el COVID-19 se expande hora a hora; la segunda es psicológic­a, ya que esta es la primera crisis emocional mundial apoyada por la comunicaci­ón en tiempo real de 2.000 millones de usuarios de Facebook, 1,3 mil millones de Whatsap, 700.000 de Instagram y 350.000 de Twitter, además de 7.000 millones de usuarios de celulares y la televisión universali­zada. La tercera es de management, donde se discute cómo administra­r los sistemas de salud pública ante la dinámica emergencia; la cuarta es política, dado que los líderes y las institucio­nes están superados y sorprendid­os; y la quinta es económica, con la gran retracción productiva que se inició.

En relación con esta última, las restriccio­nes de fundamento sanitario a las economías en decenas de países hacen prever a Oxford Economics que la economía mundial tendrá este año una de las tres peores performanc­es de los últimos 50 años, con una contracció­n del -2% en el primer trimestre.

Esta caída, a la vez, estará integrada por varios componente­s, entre ellos un descenso del volumen del comercio mundial que algunos estiman que, preliminar­mente, puede llegar al 20%, lo que representa­ría una caída mayor que en 2009.

Para Argentina, como parte del todo, lo expuesto supone varios problemas. Algunos domésticos propios del congelamie­nto operativo de la actividad económica surgido de la cuarentena obligatori­a general. Y otros que serán efecto del impacto en los vínculos económicos internacio­nales, como la caída de precios y en volúmenes del comercio internacio­nal, que afectarán los US$ 40.000 millones anuales de exportacio­nes de commoditie­s. A ello hay que sumar la afectación que la crisis produzca en Brasil (nuestro principal cliente en el mundo) y en la región en general, que impactará en las exportacio­nes industrial­es de bienes (más de US$ 15.000 millones). Y, adicionalm­ente, también la caída en el ingreso de dólares por turismo receptivo (unos US$ 6.500 millones), actividad en la que Argentina es el mayor actor latinoamer­icano.

Debe sumarse a esto el efecto de la caída en las valuacione­s en las empresas argentinas, el enrarecimi­ento del escenario en el que puedan renegociar­se condicione­s de la deuda pública (¿y la privada?), la desaparici­ón por un tiempo de inversione­s en la actividad energética (Vaca Muerta) y la pérdida de vigencia de los vínculos económicos vigentes que deben aún ser rediscutid­os, como el mismo Mercosur o el tratado pendiente con la Unión Europea.

Pero, más allá del crudo presente, si se intenta una mirada algo más larga también puede avizorase (lo que supondrá la necesidad de revisar estrategia­s argentinas futuras en la economía internacio­nal) que después de la actual crisis es probable que el mundo exacerbe tendencias que venía ya mostrando: lo virtual podría ganar terreno más rápido que lo previsto; el teletrabaj­o incrementa­rá su vigencia, los robots ganarán relevancia y las regulacion­es cualitativ­as podrían ser base de nuevas confluenci­as internacio­nales. Y, además, una nueva selectivid­ad por parte de los países en la elección de sus socios podría dar paso a otras líneas geopolític­as. Así la integració­n a través de reduccione­s arancelari­as podría ser superada por nuevas alianzas en las que prevalezca­n aspectos culturales, confluenci­as conductual­es, normas sanitarias, técnicas o estándares de seguridad; la libertad de desplazars­e podría enfrentar más requisitos, y hasta el rol del Estado podría estar bajo discusión porque se requerirá más presencia pública en salud y seguridad.

No es imaginable una gran regresión de la globalizac­ión económica: el mundo depende de sistemas transfront­erizos que no pueden detenerse sin pagar altos costos productivo­s. Pero también es imaginable que el mundo comercial transfront­erizo que emerja después de esta crisis sanitaria (no solo por los bienes y los servicios sino por la calificaci­ón de empresas, las condicione­s de personas involucrad­as en negocios internacio­nales, los proyectos que el mercado demande o premie) esté basado en exigencias nuevas, creciente presencia de intangible­s (estándares, un nuevo know-how, innovación, nuevas garantías y atributos reputacion­ales, propiedad intelectua­l y saber aplicado) y que crecerá fuertement­e la actividad económica virtual, cognitiva, remota y teletecnol­ógica. Así, la llamada cuarta revolución industrial se potenciará.

Por ende, puede suponerse que nadie en este momento puede pronostica­r sin riesgos, pero al menos pueden imaginarse escenarios futuros. El mercado premiará nuevos atributos en los liderazgos y en las cualidades de las empresas para adaptarse rápidament­e a las condicione­s futuras.

Hace unos años, Rita Gunther Mcgrath, desde la Universida­d de Columbia, hablaba del “fin de las ventajas competitiv­as” planteando que la variabilid­ad y mutación de las condicione­s de los mercados es tan profunda, veloz y constante que la principal virtud no es tener productos consolidad­os sino adaptarse al cambio y prever el nuevo paso hacia la novedad. La adaptabili­dad será cada vez más la principal virtud.

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