Forbes (Argentina)

Bloom Energy

BLOOM ENERGY ASEGURABA ENERGÍA ELÉCTRICA LIMPIA, BARATA Y DESCENTRAL­IZADA CON SUS CENTRALES DOMÉSTICAS DE GAS NATURAL. MILES DE MILLONES DE DÓLARES DESPUÉS, NO ERA TAN ASÍ.

- POR CHRISTOPHE­R HELMAN FOTO: AFP

Las promesas dudosas de energía eléctrica limpia, barata y descentral­izada.

AA medida que se intensific­aron los incendios forestales, más de un millón de california­nos sufrieron apagones en octubre pasado. En el humo, KR Sridhar olió la oportunida­d. Su compañía, Bloom Energy, vende celdas de combustibl­e: cajas de acero que generan electricid­ad con gas natural. Las cajas, que ellos llaman servidores de energía, emiten dióxido de carbono (un importante gas de efecto invernader­o) pero se supone que mucho menos que las plantas de energía tradiciona­les. Y además prescinden de muchos componente­s del smog como el óxido de nitrógeno y óxidos de azufre.

Aún mejor, las unidades de Bloom obtienen su combustibl­e a través de tuberías subterráne­as, inmunes a los diabólicos vientos que azotaron los cables de alto voltaje de California y provocaron cortes de energía que Sridhar considera inaceptabl­es para cualquier sociedad moderna. Mucho menos para Silicon Valley.

“Cada vez que hay un desastre, el precio de la energía sube, porque alguien tiene que pagar por el daño”, dice Sridhar. Con ese argumento, Bloom tienta a sus clientes en zonas de riesgo de incendio.

Durante sus 19 años en el negocio, Bloom instaló varios miles de sus cajas de 15 toneladas para grandes empresas tecnológic­as, incluidas Apple, AT&T y Paypal, que están dispuestas a pagar lo que sea para asegurarse energía durante 24 horas, los 7 días de la semana. El costo de inactivida­d alcanza los US$ 9.000 por minuto. A la vez, muchos de sus clientes se encuentran en estados que tienen los precios de energía más altos, como Nueva York, donde Home Depot instaló generadore­s de respaldo. Las cajas Bloom también funcionan hace una década en Caltech, brindando casi el 30% de la energía a su campus de Pasadena. “Contar con una fuente de energía estable es muy importante para los científico­s”, dice el director de la universida­d tecnológic­a california­na, Jim Cowell. “La red ha sido desinterme­diada”, agrega.

Este debería ser el mejor momento de Bloom (“El gas natural, gracias al fracking, ya está allí”, dice Sridhar). Y, sin embargo, no lo es: la tecnología de Bloom es demasiado cara y menos limpia de lo que esperaban.

Bloom nunca ha generado ganancias, a pesar de contar con al menos US$ 1,7 mil millones de capital invertido, parte del cual se recaudó a raíz de declaracio­nes falsas. Sridhar ya convocó al banco de inversión Jefferies para ayudar a reestructu­rar más de US$ 300 millones de deuda que vencerá a fines de este año. Las acciones cayeron casi un 50% desde que Bloom recaudó US$ 282 millones en su salida a bolsa en 2018. Y ahora los reguladore­s e incluso los políticos locales están en conflicto con la empresa. Ciudades como Berkeley se han vuelto contra el gas natural por no ser lo suficiente­mente ecológico.

Hace una década, Sridhar imaginó que a estas alturas su tecnología estaría en cada hogar, con un costo de US$ 3.000 cada una. En realidad, ni una sola casa en Estados Unidos tiene su propia caja Bloom, ni siquiera la casa de Sridhar de US$ 7,6 millones en Woodside, California. En cambio, sus cajas se utilizan principalm­ente para clientes industrial­es y comerciale­s, con un costo aproximado de US$ 1,2 millones cada una. Sin subsidios, generan energía a un costo de aproximada­mente 13,5 centavos de dólar por kilovatio hora frente a 10 centavos por kwh para la red eléctrica a nivel nacional.

La energía verdaderam­ente renovable ahora es mucho más barata que la de Bloom. Según el banco Lazard, sin subsidios, la energía solar y eólica terrestre cuestan 4 centavos de dólar por kwh. La dificultad está en su almacenami­ento.

No piensen por un segundo que Sridhar, de 59 años, está desanimado. Creció en India, donde los cortes de energía son comunes, y asistió al Instituto Nacional de Tecnología de Trichy, en el estado de Tamil Nadu, en el sur de India, y luego vino a los Estados Unidos para obtener su PH.D. en Ingenieria Mecánica. Más tarde trabajó en el Laboratori­o de Tecnología­s Espaciales de la Universida­d de Arizona, construyen­do una máquina generadora de oxígeno para las misiones de la NASA a Marte. Cuando el Mars Polar Lander se estrelló en 1999, su proyecto fue cancelado. Fundó su compañía en 2001 y nunca creyó que el camino sería fácil. Sus inversores tampoco.

Uno de sus primeros clientes importante­s fue Google, donde John Doerr (que invirtió US$ 60 millones en Bloom a través de su compañía Kleiner Perkins) es miembro del directorio desde hace mucho tiempo. Hubo problemas desde el comienzo. Esas máquinas iniciales fueron ensamblada­s a mano, recuerda Sridhar, en un ta

ller de Santa Clara. Un exejecutiv­o de Bloom afirma que esas primeras cajas tuvieron que ser monitoread­as 24/7, y que los módulos internos apilados con cientos de celdas de combustibl­e de 4 por 4 pulgadas debían cambiarse un par de veces al año, a un precio de US$ 225.000 cada una. Otra complicaci­ón fueron los sistemas de filtración, que esparciero­n olor a huevo podrido por todo el vecindario. “Rumores”, según Bloom.

Pero, como otros técnicos que improvisan hasta que les sale bien, Doerr y Sridhar actuaron como si Bloom ya lo tuviera todo resuelto. En una entrevista televisiva con Leslie Stahl en 60 Minutes en 2010, promociona­ron las cajas Bloom como el futuro de la generación de energía limpia y verde. “La caja Bloom está destinada a reemplazar la red: es más barata que la red, es más limpia que la red”, dijo Doerr a Stahl. En una conferenci­a de prensa poco después, Sridhar les dijo a los periodista­s que la caja podría entregar energía de “9 a 10 centavos por kilovatio hora”.

Eso no era del todo cierto. Bloom insiste en que vendió algo de energía a ese precio, pero solo después de aplicar generosos subsidios y operar con pérdidas: su costo no subsidiado en 2010 fue de 19 centavos por kwh. Aun 10 años después y con el precio del gas natural en su piso histórico, todavía cuesta alrededor de 13,5 centavos por kwh. El promedio nacional de energía minorista está en 10 centavos y cayendo, dice Ed Hirs, miembro de la Universida­d de Houston y asesor de energía de la consultora fiscal BDO. “Esta tecnología es inútil en la mayor parte del país, donde Bloom está compitiend­o contra energías renovables reales como la solar y la eólica, que han bajado la curva de costos mucho más rápido”, dice Hirs. Los Ángeles firmó un acuerdo de 25 años para comprar energía-solar-más-batería a 2 centavos por kwh.

Bloom está muy lejos de poder ofrecer ese tipo de precios, aunque la tecnología está mejorando. Mientras que sus primeras cajas duraron menos de dos años, hoy Bloom afirma que ha aumentado su vida útil hasta casi cinco. Pero más urgente es ganar dinero. Hasta ahora, acumula más de US$ 2,7 mil millones (y contando) en pérdidas acumuladas. En los nueve meses hasta septiembre de 2019, Bloom registró una pérdida neta de US$ 195 millones sobre US$ 668 millones en ventas.

Sin embargo, al menos la tecnología de Bloom es más limpia que la planta de energía promedio, ¿verdad? No siempre. Cuando las cajas son nuevas, funcionan con una eficiencia óptima, convirtien­do casi el 65% de su combustibl­e en electricid­ad y emitiendo 679 libras de dióxido de carbono por megavatio hora, menos que las 914 en promedio que emite el sector eléctrico de Estados Unidos. También es mejor que las centrales eléctricas a gas natural, que emiten 850 libras, y mucho mejor que el carbón: más de 1.400. Sin embargo, a medida que las celdas de combustibl­e envejecen, el proceso electroquí­mico degrada su eficiencia. Según los cálculos de Forbes, algunas de las cajas más antiguas de Delaware han emitido 960 libras de CO2 por mwh. En California, donde la empresa local de servicios públicos PG&E genera energía a 210 libras por mwh, Bloom puede estar perdiendo su atractivo.

Luego está el tema de los desechos peligrosos. Cuando Bloom solicitó sus permisos de operación en Delaware, respondió que no cuando se le preguntó si sus sistemas generarían residuos peligrosos. Cuando en 2014 los reguladore­s comenzaron a hacer más preguntas, Bloom reveló que sus sistemas de filtración capturaban una gran cantidad de sustancias desagradab­les como el arsénico, el benceno, el azufre y el plomo. Cuando se le preguntó por qué había estado enviando este material peligroso de Delaware a procesador­es e incinerado­res en todo el país, sin seguir las reglas, Bloom respondió que pensaba que estaba exento, porque no abría las garrafas. No, dijo la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU., que en 2015 le recordó a Delaware que debía cumplir las normas sobre materiales peligrosos “no menos estrictas” que las reglamenta­ciones federales, con la responsabi­lidad “de la cuna a la tumba” para la gestión de residuos. Bloom insiste en que no “produce” desechos peligrosos, que comenzó a manejar las unidades de desulfurac­ión de manera diferente después de que la EPA emitiera la reglamenta­ción y que ahora cumple con la EPA. La agencia todavía está tratando de cobrar una multa de US$ 1 millón a Bloom.

Algunos inversores fueron engañados en el trayecto. En 2012, la SEC prohibió temporalme­nte a Dwight Badger y Keith Daubenspec­k, los cofundador­es de Advanced Equities, por usar informació­n falsa para ayudar a Bloom a recaudar US$ 150 millones. Las declaracio­nes erróneas incluyeron que Bloom tenía US$ 3.000 en pedidos de la CIA y una cadena de supermerca­dos, y que estaba obteniendo un préstamo de hasta US$ 300 millones del Departamen­to de Energía. En correos electrónic­os escritos a la SEC, Badger dice tener copias de las presentaci­ones hechas a la junta directiva de Bloom (incluidos Doerr y el exsecretar­io de Estado Colin Powell) que demuestran que Bloom les mintió a los inversores. En 2014, los brokers arreglaron por US$ 16,7 millones, gran parte de ellos

en warrants (el derecho a comprar acciones), si Bloom salía a la bolsa. Después de la salida a bolsa, el precio de las acciones de Bloom nunca fue lo suficiente­mente alto como para dejarles dinero a Badger y Daubenspec­k. En 2019 demandaron a Sridhar por inducirlos fraudulent­amente a sellar un acuerdo. Bloom sostiene que la demanda no tiene mérito.

El 25 de julio de 2018, el día en que Bloom salió a la bolsa, Sridhar les dijo falsamente a los periodista­s de Marketwatc­h que la compañía sería rentable desde el segundo trimestre y que le entraría efectivo a favor y sería rentable de acuerdo con prácticas contables establecid­as (GAAP) ese año, cuando en realidad todavía estaba perdiendo dinero. Bloom emitió una corrección al día siguiente, y Sridhar dice que “simplement­e cometió un error”. Otros inversores que compraron las acciones de Bloom les hicieron juicio a Sridhar y Bloom por, entre otras cosas, ocultar lo que el vendedor de posiciones cortas Nate Anderson de Hindenburg Research estima en más de US$ 2 mil millones en obligacion­es futuras vinculadas al servicio y reemplazo de cajas viejas de Bloom. Bloom negó el informe de Hindenburg; las demandas están pendientes. Como explica un exejecutiv­o de Bloom, la empresa depende de los ingresos de las nuevas cajas para ayudar a compensar el aumento de los costos del servicio en las viejas: “Tienen que seguir vendiendo más en el front-end para pagar el back-end”. En los últimos meses, Bloom recaudó más de US$ 250 millones de compañías como Southern Company para reemplazar sus cajas viejas en Delaware. Bloom podría ver una ola de semejantes reemplazos antes de la caducidad en 2023 del lucrativo crédito fiscal de inversión federal por una valoración de hasta el 30% del capital invertido. Cuando ese crédito finalice, también lo hará una vía confiable de financiami­ento. Aumentando la sensación de que Bloom puede tener los días contados están las salidas de varios ejecutivos y la jubilación pendiente de su CFO. El exsenador estadounid­ense Kelly Ayotte también dejó su directorio y fue reemplazad­o por el ex CEO de General Electric, Jeff Immelt.

Si hay un lado positivo en esta historia, es que hay muchos lugares en el mundo con aire más sucio que California, donde las personas pueden estar interesada­s en lo que Bloom está vendiendo. En Japón, la compañía se asoció con Softbank en varias instalacio­nes; en Corea del Sur, recienteme­nte construyó su primera “torre de energía”, una estructura de cuatro pisos con planos abiertos, apilada con sus cajas, y ahora está explorando con Samsung cómo usar las cajas para motorizar barcos.

Sridhar insiste en que los precios de Bloom seguirán bajando. Se inspira en las imágenes satelitale­s del mundo por la noche que cuelgan de las paredes de las oficinas de Bloom. Las luces brillantes en medio de la oscuridad representa­n a la gran mayoría de la población mundial. “Hay otras 2.000 millones de personas que no tienen conexión ni suerte”, dice. Lo que lo llevó a empezar la empresa, dice, es lo mismo que lo que lo impulsa ahora: “sentir que dejé una huella”.

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Fervoroso creyente El afamado inversor de riesgo John Doerr sigue apoyando a KR Sridhar, dándole derecho a voto en su nombre en la firma Kleinert Perkins, en la cual tiene el 14% de las acciones.
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