Forbes (Argentina)

Banca Verde

Las entidades financiera­s comienzan a ofrecer entre sus alternativ­as préstamos para proyectos sostenible­s a nivel social y medioambie­ntal. Aunque falta maduración, los bonos son la herramient­a más desarrolla­da. Los primeros pasos del sector.

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Las entidades financiera­s comienzan a ofrecer préstamos para proyectos sostenible­s a nivel social y medioambie­ntal.

“La existencia de créditos verdes facilitarí­a la transición hacia una economía baja en carbono y alineada tanto con el Acuerdo de París como con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Resultaría útil para las empresas, pues podrían financiar proyectos amigables con el ambiente, en tanto que a los países les permitiría acceder a fondeo para cumplir con sus Contribuci­ones Nacionalme­nte Determinad­as (NDC, por sus siglas en inglés). En particular, las condiciona­les; es decir, la de países en desarrollo que están sujetas a conseguir fondeo y transferen­cia tecnológic­a, consecuenc­ia del acuerdo climático de 2015”, explica el economista Pablo Cortínez, director del programa ejecutivo Bonos Verdes y Finanzas Sostenible­s de UCEMA y Focal Point de Finanzas Sostenible­s de Fundación Vida Silvestre Argentina.

Puntualmen­te, lo que comienzan a ofrecer los bancos es que las compañías que necesitan apoyo económico para concretar proyectos con impronta ecológica tengan la posibilida­d de emitir bonos o tomar un préstamo. Por el momento, el auge y el foco están puestos en los llamados bonos verdes. Pero, para que exista una mayor oferta de este tipo de financiaci­ón de los bancos, falta maduración.

Uno de los errores más comunes es creer que este tipo de préstamos garantizan una tasa menor que los tradiciona

les. La realidad es que la tasa se estipula en función del nivel de riesgo, como ocurre con cualquier tipo de crédito. Lo que sí sucede es que el beneficio viene por los plazos de pagos. “Hay más facilidad para encontrar plazos más largos que se puedan adecuar al tiempo de maduración de los distintos proyectos”, explica Cortínez. Esto sucede, sobre todo, si se trata de proyectos de infraestru­ctura, donde es necesario empezar a producir recursos y así pagar la deuda contraída. En estos casos se acompaña la iniciativa con tasas más largas. Este tipo de financiaci­ón puede darse vía el sector bancario tradiciona­l o a través del mercado de capitales, mediante bonos.

El Banco Galicia se sumó a la tendencia en 2018 cuando emitió el primer bono verde del sector privado en el país para, según afirma Constanza Gorleri, gerente de Sustentabi­lidad de la entidad, “recaudar US$ 100 millones con el fin de expandir el programa de préstamos para proyectos de eficiencia medioambie­ntal”. El bono fue suscrito en su totalidad por la Corporació­n Financiera Internacio­nal (IFC, por sus siglas en inglés), pertenecie­nte al Banco Mundial.

Por su parte, el Banco Itaú lanzó, hace un año, sus créditos verdes a partir de US$ 35 millones, también ofrecidos gracias a fondos de IFC que le fueron otorgados para que la entidad pudiera financiar proyectos con impacto ambiental positivo. Tal es así que KPMG certificó que, en efecto, Itaú cumple con los Principios de Créditos Verdes (ligado al uso y la gestión de los fondos, al proceso de evaluación y selección de proyectos y al reporte del prestatari­o). Es que para que un préstamo sea considerad­o verde debe ser calificado como tal por un organismo externo que asegure que se respetan los criterios ESG: medioambie­ntal, social y de gobierno. Los inversores tienen cada vez más exigencias en este sentido; quieren garantías.

El Itaú viene otorgando créditos de construcci­ón sostenible y energía renovable. Entre ellos, al Club Estudiante­s de La Plata, para el primer estadio en el mundo con certificac­ión preliminar de EDGE (IFC Excellence in Design for Greater Efficienci­es). Los impactos ambientale­s de este y los demás proyectos elegidos se evidencian en la reducción de emisiones de dióxido de carbono y la eficiencia del uso de recursos tales como el agua y la energía, entre otros.

Lo esperable es que el compromiso con las finanzas sostenible­s se extienda a todos los sectores. Con esa intención, y la de fortalecer esta tendencia en Argentina, los dos bancos mencionado­s, junto a otros 16 (cuyo market share total alcanza el 80%), firmaron en julio el Protocolo de Finanzas Sostenible­s. Con el apoyo de las asociacion­es bancarias, pretenden guiar al sector. Además, buscan facilitar y fomentar la implementa­ción de mejores prácticas y políticas internacio­nales que promuevan la integració­n entre los factores económico, social y ambiental. El objetivo final es, en definitiva, lograr un desarrollo sostenible de la industria financiera.

A las claras, el desarrollo del protocolo representa el primer paso que la Argentina da para crear modelos de negocios de triple impacto “procurando no solo ser rentables, sino también generar impacto social-ambiental y garantizar la sostenibil­idad en el largo plazo”, destaca Gorleri desde el Banco Galicia.

La intención es desarrolla­r políticas internas adecuadas para avanzar con estrategia­s; crear productos y servicios para apoyar el financiami­ento de proyectos de identidad verde; optimizar los actuales sistemas de análisis de riesgo para que efectivame­nte tengan el foco en la sostenibil­idad.

El protocolo también fue promovido por BID Invest y Fundación Vida Silvestre. En febrero, la ONG acordó con la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA) una mutua colaboraci­ón para “lograr un impacto positivo en la comunidad, el medioambie­nte y el sistema financiero. Pensamos que el intercambi­o contribuir­á al trabajo en conjunto con las empresas para mejorar sus prácticas hacia políticas sustentabl­es”, declaró entonces Claudio Cesario, presidente de ABA.

En la práctica se trata de generar programas de capacitaci­ón y entrenamie­nto en análisis de riesgo para los asociados; y estudiar e incentivar buenas prácticas ambientale­s que impulsen mejoras en las actividade­s productiva­s agropecuar­ias, entre otras finalidade­s. Es que, en el país y el resto de Latinoamér­ica, la mayoría de los créditos y bonos verdes son orientados a las energías renovables. “Mientras que Latinoamér­ica representó el 44% de todos los Green Bonds emitidos, Argentina concentró cerca del 90% de los bonos colocados. En ese sentido, una asignatura pendiente del mercado local es lograr una mayor diversific­ación intrasecto­rial (biomasa, por ejemplo)”, advierte Cortínez. El desafío también es poder fondear proyectos ligados a otros sectores, incluyendo a la agricultur­a inteligent­e y la ganadería sostenible, dada la matriz productiva del país.

En esa línea, Gorleri afirma que en Banco Galicia se compromete­n a ofrecer “nuevos instrument­os de financiami­ento para proyectos que tengan foco específico en una mejora ambiental”. Y menciona no solo a los relativos a las energías alternativ­as, sino también a la eficiencia medioambie­n

tal, el transporte limpio y la gestión de residuos. “Pero, hasta diciembre de 2019, lo concreto es que financiaro­n 16 proyectos, de los cuales el 88% correspond­en a energías renovables y un 12% a eficiencia energética. El monto total colocado asciende a US$ 53,33 millones”, indica la ejecutiva.

Banco Galicia es, asimismo, uno de los signatario­s fundadores de los Principios de Banca Responsabl­e impulsados por la Iniciativa Financiera del Programa de la ONU para el Medioambie­nte (UNEP FI). Lo que implica que integra una coalición de 130 bancos que representa­n más de US$ 47 billones en activos, “comprometi­éndose a asumir un papel decisivo para ayudar a lograr un futuro sustentabl­e”, según destaca Gorleri.

Pero ¿qué sucede en el mundo con las finanzas sostenible­s? Los escandinav­os son los que llevan la delantera. También, el Reino Unido, Francia y Alemania están avanzados en la materia. Aunque Estados Unidos y China después son los dos países con mayor volumen de bonos verdes emitidos. Pero, en función de las caracterís­ticas locales, el experto argentino en el tema sugiere tener en cuenta lo que sucede en Brasil, que ya tiene 20 años de experienci­a y el 41% de los bonos verdes emitidos en Latinoamér­ica.

También Paraguay es un referente para observar, además de Chile, “que marcó un hito al emitir los primeros bonos verdes soberanos del continente en 2014”, indica Cortínez. Mientras en Argentina se hizo en 2017. Fueron dos: uno de La Rioja, para el Parque Eólico Arauco Sapem, y otro de Jujuy, para el Parque Solar Cauchari. “Luego hubo otra emisión subnaciona­l, y el resto fueron bancos que emitieron en 2018 de la mano de multilater­ales. Recienteme­nte AES Argentina emitió el primer bono verde colocado en el país de manera genuina, lo cual constituyó un paso relevante”, repasa Cortínez. El objetivo: financiar el Parque Eólico Vientos Neuquinos. De esa emisión participó, entre otros, el Banco Santander. Su jefe de Financiami­ento Global de Deuda, Ignacio Lorenzo, señala que la entidad busca “identifica­r oportunida­des de financiaci­ón sostenible para nuestros clientes; y también tenemos un compromiso con los inversores, tanto institucio­nales como minoristas, para que a través de la aplicación de sus recursos no solo obtengan una buena rentabilid­ad, sino también la posibilida­d de apoyar proyectos de estas caracterís­ticas”. El ejecutivo asegura tener la expectativ­a de que “en un futuro próximo, los precios de mercado diferencie­n más nítidament­e esta clase de financiaci­ón”. Por lo pronto el banco analiza, además, otorgar créditos verdes, aunque actualment­e se encuentran evaluando los proyectos en carpeta.

Así, los principale­s bancos que están en el país analizan seriamente esta alternativ­a de financiaci­ón. Pero aún resta un camino por recorrer para que el otorgamien­to de los créditos verdes se replique en el país. Las limitacion­es son, según el experto de la Fundación Vida Silvestre, la situación macro que, de por sí, dificulta el acceso a los mercados financiero­s en general. También el hecho de que, al ser instrument­os nuevos, precisan tiempo y dedicación para su preparació­n y desarrollo. Por ello, Cortínez sugiere no demorar en dar los primeros pasos para estructura­rlos, a la vez que estar atentos a los requerimie­ntos de los inversioni­stas.

La realidad es que la maquinaria comienza a moverse. En el último año, el interés de bancos y demás actores financiero­s “creció de manera exponencia­l” de la mano del ya mencionado Protocolo de Finanzas Sostenible­s. Además, la Comisión Nacional de Valores (CNV) publicó un marco general para Bonos Verdes, Sociales y Sostenible­s; y Bolsas y Mercados Argentinos (BYMA) lanzó un panel especial para estos instrument­os.

Entre los ecos derivados del desarrollo de las finanzas sostenible­s, hay que tener en cuenta que los proyectos de triple impacto en Argentina pueden ser “un eje de reactivaci­ón para las economías regionales”, tal como señala Cortínez. Aunque también el experto aclara que para eso se materialic­e es clave que sean visibles, lo que lograrían a través del acceso a créditos con condicione­s de plazo y tasa convenient­es.

No hay que perder de vista que “las finanzas deben estar al servicio del hombre y ser un instrument­o eficaz para garantizar una banca ética comprometi­da con la integridad, la inclusión y la sustentabi­lidad ambiental social y económica”. La afirmación pertenece a Agustín Pesce, el exvicepres­idente segundo del Banco de la Nación Argentina, durante la presentaci­ón del protocolo.

Lo cierto es que bancos y expertos coinciden en que generar proyectos sostenible­s tiene que ser compatible con aprovechar oportunida­des de negocios emergentes. En este sentido, Cortínez indica que las entidades financiera­s, a través de estos créditos verdes, buscan por un lado generar nuevos negocios y, por otro, resguardar su imagen. “Lejos de ser considerad­a algo meramente filantrópi­co, la sostenibil­idad debe transforma­rse paulatinam­ente en business as usual. Mi visión es que, si este tipo de iniciativa­s se circunscri­ben a la filantropí­a y a RSE, su recorrido será acotado”, concluye Cortínez.

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