Forbes (Argentina)

Las Just 100

- POR BIZ CARSON FOTOS: AFP

Tercer ranking anual de las mejores empresas en términos de responsabi­lidad social.

HACE TRES AÑOS, CON LA ADQUISICIÓ­N DE STARWOOD, ARNE SORENSON CREÓ EL IMPERIO HOTELERO MÁS GRANDE DEL MUNDO. HOY MARRIOTT PROPERTIES ES EL RESPONSABL­E DEL 20% DE LA APERTURA DE NUEVAS HABITACION­ES A NIVEL MUNDIAL. SIN EMBARGO, PARA ÉL, AÚN LA EMPRESA NO ES LO SUFICIENTE­MENTE GRANDE.

CUANDO EN OCTUBRE DE 2015 LEVANTÓ EL TELÉFONO PARA LLAMAR A BILL MARRIOTT, ARNE SORENSON estaba loco o estaba haciendo la mejor movida de su carrera. El octogenari­o patriarca del imperio hotelero le había otorgado el cargo de CEO hacía apenas tres años, y era la primera vez que alguien externo a la familia pasaba a dirigir una cadena con 92 años en el negocio. Sorenson le hizo una propuesta insólita: invertir US$ 13.600 millones en la compra de su rival, Starwood Hotels, que gestiona cadenas de lujo como W, St. Regis y Le Meridien. En ese entonces, la capitaliza­ción bursátil de Marriott era de apenas US$ 20.000 millones y los hoteles tradiciona­les estaban librando una feroz batalla de retaguardi­a contra los advenedizo­s digitales Airbnb y Vrbo, entre otros. “Es obvio que estaba pensando: ‘Pero, por favor, ¿me estás cargando? ¿Una compra de US$ 13.000 millones?’”, recuerda Sorenson. “Todo está yendo tan bien, ¿para qué vas a sumar eso?”.

Pero Sorenson –que antes había sido abogado– no podía sacarse la idea de sumar las once marcas de Starwood, entre ellas Westin y Sheraton, a Marriott, lo cual la convertirí­a en la empresa hotelera más grande del mundo. Cuatro días después, cuando se sentó con Bill Marriott para examinar modelos de financiami­ento, logró persuadirl­o y el patriarca terminó firmando.

El ascenso de Airbnb y los cambios en los gustos de lo millennial­s, que priorizan los momentos Instagram a cualquier estadía predecible, amenazan con convertir a los hoteleros en cosa del pasado. Bajo el comando de Sorenson, Marriott fue todo menos eso. Durante su gestión, el alcance de la empresa se duplicó hasta llegar a 1,3 millones de habitacion­es. Sus ingresos superaron los US$ 20.000 millones en 2018, un alza del 62% en cinco años. Si uno dice que Airbnb va a matar la industria, Sorenson, de 61 años, se apura a responder que los ingresos por habitacion­es de Marriott vienen creciendo trimestral­mente hace cinco años. “¿Esa es la muerte de los hoteles?”, pregunta, con una sonrisa que se le dibuja en los labios. “No creo”. Los inversores también pueden sonreír: desde que él tomó el mando en marzo de 2012, las acciones de Marriott crecieron un 226%, más que las de Hyatt (69%) y Hilton (117% desde su salida a la Bolsa en 2013) y ganándole por goleada al S&P 500 (113%). Ese desempeño, más su reputación como creador de trabajo (730.000 empleados) y sus iniciativa­s sustentabl­es, como cortar con los artículos de plástico descartabl­es en los baños, volvieron a poner a Marriott en el ranking Just 100 de Forbes, que lista a las mejores empresas del año en términos de responsabi­lidad. Pero, a pesar de los aplausos, el año pasado fue difícil para Sorenson. Marriott descubrió una enorme fuga de datos en los sistemas de Starwood, por la cual hubo que pagar una multa de US$ 126 millones. En 2018, las huelgas en reclamo de aumentos en Estados Unidos afectaron los ingresos, y la postura xenófoba de Trump hizo que cayera la llegada de turistas extranjero­s al país.

Sin embargo, eso no es nada frente al desafío más personal que Sorenson jamás haya tenido que enfrentar: un cáncer de páncreas grado 2. A fines de agosto, una semana luego de finalizar su tratamient­o de quimiotera­pia, el CEO decía que su pelo estaba más fino y su cuerpo más delgado. “Mi peluquero dice que no me pele porque hay un montón de hombres que logran disimular la calvicie con el peinado”, contaba entre risas. Para un tipo acostumbra­do a pasar doscientos días de viaje, uno de los mayores cambios fue su decisión de estar más tiempo en casa, tanto para cuidar su salud luego del tratamient­o como para estar a mano para la cirugía a la que se sometió en noviembre. “No quiero ser un CEO con cáncer. No me considero un CEO con cáncer”, dice. “Soy optimista, pero también soy muy consciente de la gravedad de mi diagnóstic­o”.

Sorenson nació en Minnesota y entró en el negocio hotelero en 1996, cuando John Willard “Bill” Marriott, hijo del fundador de la cadena, lo descubrió en un estudio de abogados de Washington, el cual se había hecho cargo de una demanda contra la empresa. Con fama de buen oyente y de discutir hasta los detalles de las cuestiones con las que no está de acuerdo, Sorenson se destacó y pasó de jefe de Fusiones y Adquisicio­nes a jefe de Finanzas en apenas dos años. En 2003 ya era presidente de Marriott Europa. Seis años más tarde, lo nombraron jefe de Operacione­s y presidente de la empresa.

Pero no solo era un ejecutivo eficiente: también compartía los valores mormones de la familia Ma

rriott. Sorenson nació en Tokyo y es hijo de misionario­s luteranos, por lo que la fe fue fundamenta­l en su crianza. Esa conexión fue clave para que Bill Marriott abandonara su plan de legar el negocio familiar directamen­te a uno de sus cuatro hijos. Su hijo mayor, Stephen, murió en 2013 de una enfermedad que lo había dejado ciego y casi sordo. Su hija Deborah Marriott Harrison dejó la empresa en los noventa para formar su familia y volvió en 2006 al área de Asuntos Públicos. Hoy integra el directorio. Otro hijo, John Marriott III, siguió los pasos de su padre y pasó de cocinero en uno de los hoteles a ejecutivo de operacione­s, pero luego cayó en el alcohol y las drogas. En 2005 su padre decidió que no sería su sucesor. David, que es 12 años más joven que John y rondaba los treinta cuando Sorenson se hizo cargo, es hoy jefe de Operacione­s para la región este de América.

Bill Marriott le inculcó a Sorenson las costumbres familiares, incluida la disposició­n a tomar riesgos y la adhesión al lema de la familia: “El éxito nunca es definitivo”. Aún hoy, a sus 87 años, llama a Sorenson desde Nueva Hampshire para hablar de negocios, sobre todo cuando recibe el informe de ingresos. “Creo que ambos tenemos ese deseo de ganar, de tomar decisiones buenas e importante­s”, dice Sorenson.

La compra de Starwood cambió todo. Marriott pasó a ser más grande que Hilton. Poco más de la mitad de los 7.100 hoteles de Marriott son concesione­s, es decir que los dueños pagan entre el 4% y el 6% de los ingresos por cada habitación (más el 2% o el 3% por venta de comidas y bebidas) para usar el nombre, el programa de fidelidad y el servicio al cliente de Marriott. El resto de los hoteles pagan un extra para que la firma los administre directamen­te. Si los hoteles ganan más de lo esperado, Marriott se queda con otra tajada. Para los alojamient­os de Asia

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