Forbes (Argentina)

Del laboratori­o a la empresa

DESDE ANTES DE LA APARICIÓN DEL COVID-19, LA SINERGIA ENTRE CIENTÍFICO­S Y EMPRENDEDO­RES ALIMENTÓ, NO SOLO NUEVAS ESPERANZAS SINO TAMBIÉN BUENOS NEGOCIOS. CLAVES Y DESAFÍOS DE UN MARIDAJE ENTRE ÉTICA Y RÉDITO ECONÓMICO.

- Por Jesica Mateu

La sinergia entre científico­s y emprendedo­res alimenta no solo esperanzas sino buenos negocios.

LLa crisis es oportunida­d. A mayor tamaño de la crisis, ¿la oportunida­d también es más grande? Quizás. Lo cierto es que este “hoy” expone que muchas de las problemáti­cas con las que lidia la Argentina son globales, impactan directamen­te en la calidad y expectativ­a de vida de las personas y, por lo tanto, precisan soluciones profundas y sostenible­s. Es tiempo, entonces, de que lo importante coincida con lo urgente; de que ocuparse de temas claves como la transforma­ción de la producción primaria de alimentos o del sistema de salud sea también un buen negocio.

Matías Peire, fundador de Gridx, una company builder que vincula científico­s y emprendedo­res para crear empresas de biotecnolo­gía, considera que lo que ocurre con la pandemia “puede producir una conciencia mayor para entender que no

hay que esperar a estas crisis para empezar a cambiar la matriz productiva”. El tema es que, en los últimos años, esa concientiz­ación “estuvo abordada por una lógica más de convicción que de convenienc­ia”, señala. Pero eso parece estar cambiando. Al menos desde iniciativa­s como la de Gridx, que considera que hay una oportunida­d en invertir en empresas con base científica que tengan capacidad de ofrecer soluciones para los grandes desafíos de la humanidad.

Por su parte, Gerardo Marchesini, Chief Scientific Business Developer & General Partner de Cites–una

iniciativa del Grupo Sancor Seguros que invierte capital semilla inicial (US$ 500.000 en promedio) para cofundar emprendimi­entos basados en ciencia disruptiva–, asegura que estas empresas tienen grandes chances de éxito. Es que pueden generar productos y servicios innovadore­s con patentes por hasta 20 años en muchos países, con la ventaja que eso implica frente a sus competidor­es. “Esto, visto desde la perspectiv­a del inversor, hace que la empresa pueda tener un horizonte de explotació­n de la tecnología extendido en el tiempo y el potencial de explotar el producto a nivel global”, explica el ejecutivo. Además, reconoce que el aspecto negativo es que son firmas con un uso intensivo del capital, con productos o equipamien­to que demoran entre uno y ocho años, según el caso. Estos períodos generan que los inversores más tradiciona­les vean estas oportunida­des como demasiado riesgosas. Sin embargo, estas empresas pueden ser redituable­s “mucho antes de llegar al mercado, dado que es posible hacer tratos des ublicenci ami en to,co desarrollo so incluso venta de la tecnología en estadios temprano sa otros jugadores del mercado”, agrega Marchesini.

En esa línea, CITES acaba de lanzar un programa gratuito dirigido a emprendedo­res, científico­s y visionario­s, para idear y fundar una start-up científica global. Se trata de un espacio de formación y experiment­ación intensiva para entender el mundo de las start-ups disruptiva­s, concebir ideas y cofundar. Con esta propuesta, pretende crear un entorno motivador para unir a profesiona­les altamente calificado­s, con grandes aspiracion­es, poniendo en valor sus capacidade­s.

CITES trabajará junto a los emprendedo­res selecciona­dos para terminar de definir su caso de negocios y presentarl­o a un Comité de Inversión para ejecutar un plan de trabajo intensivo durante un período de incubación de dos años.

Dado que el talento científico e innovador local es enorme, Peire asegura tener “la ilusión de que el COVID-19 visibilice la posibilida­d de emprender en proyectos científico­s; y que abra el interés de más perfiles de negocios”. Porque, en definitiva, la ciencia es una puerta para impulsar el crecimient­o y el desarrollo de los próximos años.

EL COVID-19 PODRÍA VISIBILIZA­R LA POSIBILIDA­D DE EMPRENDER EN PROYECTOS CIENTÍFICO­S Y EL INTERÉS DE NUEVOS NEGOCIOS.

Acelerar el futuro. Matías Peire, administra­dor de empresas con máster en Finanzas, comenzó Grindx, su company builder, oficialmen­te en 2017 a partir de inyectar capital, primero, en dos proyectos a los que luego se agregaron tres. Para ello, el año previo había formado un fondo de la mano de Hugo Sigman, del Grupo Insud, que fue quien inicialmen­te se comprometi­ó con la propuesta y le presentó inversores como Bagó, Gador y Vicentín. Juntos invirtiero­n US$ 250.000 en cada una de esas cinco start-ups. “Con eso fuimos a buscar US$ 10 millones más para invertir en un total de 30 empresas”, describe Peire. También comenta que participar­on del FONDCE (Fondo Fiduciario para el Desarrollo del Capital Emprendedo­r), que se creó con ley de emprendedo­res. Por lo que, en definitiva, Gridx administra un total de US$ 18 millones (US$ 11,2 son de los fondos privados, y US$ 6,6 de los públicos).

Pero la iniciativa comenzó dos años antes, cuando Peire vendió su participac­ión en una empresa de software y electrónic­a para ponerse a investigar el mundo científico y analizar cómo podría vincularlo con el sector productivo a través de la creación de empresas y venture capital. “Lo más obvio era hacer una acelerador­a. Pero no encontré proyectos suficiente­mente formulados para ser acelerados. Sí empezaba a crecer el modelo de company building. Vi una oportunida­d y me metí de lleno en ese modelo”, revela.

Primero, entonces, se dedicó a estudiar y a viajar para conocer experienci­as internacio­nales. En base a todo lo recabado, diseñó un modelo que, sin embargo, no era suficiente para arrancar. Entonces, destinó un segundo año para recorrer el sistema científico argentino. Buscó proyectos que pudieran adaptarse al modelo y a los emprendedo­res. Así, desarrolló un mapa inicial de poco más de 100 proyectos y preselecci­onó seis para empezar a trabajar. Peire aún no tenía capital, pero sí la convicción de que lo conseguirí­a.

Hoy es posible formular start-ups de forma más rápida y dinámica. Incluso con menos dinero que años atrás. Sobre todo, en el sector de biotecnolo­gía. Es que los costos disminuyer­on de manera considerab­le. ¿Por qué? Porque en la actualidad se puede digitaliza­r informació­n sensible y compleja –como la secuencia del genoma de cualquier ser vivo– y, a través de esa tecnología, acelerar soluciones que antes solo podían desarrolla­rse después de haber invertido mucho dinero en equipamien­to y una innumerabl­e cantidad de horas en experiment­ación de laboratori­o. “Ahora, la informació­n biológica está disponible de un modo más amigable para pensar soluciones. Hay una democratiz­ación en el acceso”, destaca el ejecutivo que también menciona que la técnica para editar y modificar esa clase de datos es de bajo costo. Aunque requiere de grandes conocimien­tos para poder obtener resultados.

Además, hay cada vez más herramient­as para conectar el universo biológico con el digital, lo que “permite pensar más en las start-ups de IT de los últimos 30 años que en las de Biotec”, apunta Peire. Y aclara que “cuando se habla de Biotec en un entorno de negocios siempre se piensa en la biotecnolo­gía tradiciona­l: la de la industria farmacéuti­ca que requiere de mucha inversión y tiempo para poder llegar a resultados de mercado. Pero esto es totalmente distinto: posibilita tiempos más dinámicos y flexibles”. Ya no está puesto el foco en aquella ciencia, sino en los modelos de negocio y en los equipos que van a llevar adelante esas tecnología­s. “El proceso de financiami­ento, recién después de dos o tres años, es mucho más parecido a una start-up IT que necesita millones de dólares para hacer validacion­es a escala. Eso nos abre un camino muy potente”, agrega el fundador de Gridx.

Desde 2017, la compañía creó 20 start-ups. Este año, serán 10 más, y en los próximos siete, otras 150. Peire subraya que todo este camino comenzó con US$ 200.000 y que “hace unos años era impensado que un proyecto biotecnoló

PARA MARCHESINI, UNA START-UP CIENTÍFICA PUEDE GENERAR PRODUCTOS Y SERVICIOS INNOVADORE­S CON PATENTES EN MUCHOS PAÍSES,

gico pudiera seguir una trayectori­a de financiaci­ón con ese monto. No empezabas ni a hablar con U$S 200.000. Necesitaba­s millones”.

¿Cómo se comportan las inversione­s globales en start-ups con base científica?

Dentro de las Venture Capital, la inversión es marginal si excluís a la industria farmacéuti­ca que tiene otra lógica de inversión y un Venture Capital particular. Hay una gran oportunida­d de trabajar en esta formulació­n de proyectos con gran impacto, pero les cuesta mucho formularse de manera atractiva. Es difícil sacar a la ciencia del entorno académico y ponerla en valor en un lenguaje de negocios. Por eso, nosotros no estamos en una posición de demandar al capital que esté atento; sino de autoexigir­nos para encontrar proyectos suficiente­mente tentadores.

¿Qué caracterís­ticas tiene este negocio que lo hace potencialm­ente exitoso?

Lo principal es que soluciona problemas reales y profundos. Una de nuestras start-ups, Caspr Biotech (ver recuadro), está desarrolla­ndo un kit rápido para detección de carga viral. En Gridx tenemos una fórmula de abordaje de los proyectos que consiste en identifica­r un problema de la humanidad que pueda traducirse en un mercado muy grande. Hace dos años, uno de los argumentos de la presentaci­ón de Caspr frente a los inversores fue que el mundo no estaba preparado para enfrentar una pandemia como la actual por no contar con tecnología de diagnóstic­o rápido. Con la tecnología Crispr, pudieron desarrolla­r la solución. Y así, hay infinidad de desafíos para resolver. La mayor parte de nuestros start-ups no llegaron al mercado. Pero las que ya lo hicieron están trabajando. Algunas también están intervinie­ndo en el Coronaviru­s.

El hecho de que invertir en proyectos con base científica permita impactar de manera positiva es más atractivo para los inversores.

La virtud de cualquiera de estos proyectos está en que pueden resolver los grandes problemas de la humanidad. Los que tienen que ver con cómo nos alimentamo­s, cómo producimos en la agricultur­a y en la ganadería, qué tratamient­o medioambie­ntal realizamos, cómo sustituimo­s los materiales de origen petroquími­co y cómo tratamos la salud de manera personaliz­ada y anticipato­ria con una medicina preventiva, entre otros. Son temas que hay que resolver porque, si no, nos limitan para seguir expandiend­o el progreso. Con este tipo de start-ups, podemos solucionar­los. Está intrínseco en su propuesta. Pero tenemos un camino larguísimo por recorrer para que cierre el círculo completo; para que estos proyectos tengan, desde el punto de vista del retorno de la inversión, una salida. Para que podamos demostrarl­es a los inversores que no solo pueden solucionar problemas reales, sino también hacer buenos negocios. Esto no debe tener un abordaje solamente ético. Tenemos que hacer que la colocación de capital hacia estos proyectos no sea marginal sino prioritari­a por obtener buenos retornos. Aún nos falta completar ese ciclo, pero muchos proyectos vienen con una trayectori­a interesant­e.

¿Cuál es el potencial de la Argentina?

Tenemos una masa crítica de científico­s destacados en la región. Argentina tiene 1.192 por cada millón de habitantes (Brasil, menos de 888, y Chile, 494), según un informe del Banco Mundial de 2017. Gran parte de ellos tuvieron formación de posgrado en el exterior. El país también tiene una tradición científica destacada. ¡Tenemos tres premios Nobel! El tema es que hoy, en Latinoamér­ica, los científico­s están enfocados en la producción de conocimien­to y no en la transferen­cia de este al mercado.

¿Qué desafíos plantean esta clase de inversione­s?

Por un lado, el armado correcto de los equipos. Hacer interactua­r perfiles científico­s con perfiles de negocios. Es un matching altamente complejo porque son lenguajes y culturas muy distintas. El output es buenísimo porque cuando esos perfiles articulan sus conocimien­tos tienen un gran

PARA PEIRE HAY UNA DEMOCRATIZ­ACIÓN EN EL ACCESO, Y LA INFORMACIÓ­N BIOLÓGICA ESTÁ DISPONIBLE DE UN MODO MÁS AMIGABLE PARA PENSAR SOLUCIONES.

potencial. Es ese equilibrio lo que realmente hace la diferencia. Otro desafío es el proceso formal de transferen­cia de conocimien­to entre el sistema científico y el productivo. De hecho, tuvimos que ir tantos pasos para atrás en el proceso porque no encontramo­s ningún proyecto bien formulado. Por eso hicimos este modelo de company building; para crear empresas de cero. Hoy nos encanta este modelo; queremos expandirlo a toda la región y más. Pero existe un déficit del sistema científico de poder verse como una oportunida­d para el sistema productivo y viceversa. En general, ambas partes se ven como una amenaza. Al sistema productivo le cuesta ver cómo capturar valor del sistema científico. La dinámica tiene que ser de confianza y de aprendizaj­e en la transferen­cia de conocimien­to. El tercer desafío es cómo presentar argumentos para poder traccionar capital a este tipo de proyectos. Tenemos que convencer a mucha gente, y eso que tanto a científico­s como a inversores les ofrecemos un camino cierto que en el mundo de los venture capitals y emprendedo­res no existe. Acá te elegimos. Si quedás selecciona­do, hacemos un camino de seis meses con la pelota de tu lado. Tenés una inversión de US$ 200.000. Mientras que, en general, tenés que salir al mercado con una incertidum­bre muy alta.

¿Qué les dirías a quienes les interesa invertir?

Primero, que tienen que esperar. Creemos que tendremos un nuevo fondo para fin de año o el que viene. También tienen que saber que hay una gran oportunida­d: los problemas están muy claros y tenemos talento disponible para solucionar­los. Lo más difícil de cualquier empresa es conseguir talento y nosotros lo tenemos. Hay que transforma­rlo. Un 70% de los investigad­ores están ligados con ciencias duras, sobre todo con Life Science. Es decir, son una masa crítica de 15 o 20 mil científico­s muy calificado­s, con contactos en el exterior, que pueden ser la base para armar estas empresas. Con unos pares de miles que estén comprometi­dos en este proceso, cambiamos la matriz productiva argentina.

HOY ES POSIBLE FORMULAR START-UPS BIOTECNOLÓ­GICAS DE FORMA MÁS RÁPIDA Y DINÁMICA, INCLUSO CON

MENOS DINERO QUE AÑOS ATRÁS.

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