Forbes (Argentina)

Dr. Inhouse

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PACIENTES, MÉDICOS Y FINANCIADO­RAS COMIENZAN A RECONOCER EL VALOR DE LA TELECONSUL­TA Y A VISLUMBRAR EL FUTURO POSTPANDEM­IA.

AAunque hace tiempo que las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón (TIC) transforma­n la cotidianid­ad y los diferentes modos de vida, la pandemia desatada por el COVID-19 puso la lupa en la necesidad de potenciar su impacto en la salud. Aunque no son tendencias nuevas y tienen más de dos décadas en el mundo, la telemedici­na y otras estrategia­s de telesalud explotaron como opción de atención ante la actual crisis sanitaria para contribuir en la relación entre pacientes, médicos e institucio­nes.

La telemedici­na en el país aún genera dudas porque no está regulada por ley y, además, porque es desconocid­a para gran parte de la población. De hecho, a través de la Resolución 282/2020, publicada en el Boletín Oficial el 1 de abril, se dejó expuesto que, frente al contexto actual, el uso de plataforma­s de teleasiste­ncia hoy garantice las prestacion­es esenciales e imposterga­bles, así como la continuida­d de tratamient­os que, de interrumpi­rse, empeoraría­n el cuadro de base. A esta resolución se sumó el desarrollo del programa Telecovid para la atención a distancia de los casos de Coronaviru­s que no requieran internació­n.

También es reciente la creación en la Argentina de la Dirección Nacional de Sistemas de Informació­n de Salud, que establece las recomendac­iones necesarias para el uso de la telemedici­na. La intención de este organismo se centra en “disminuir las brechas de recursos y desarrollo­s tecnológic­os, aumentar las autonomías provincial­es, integrar subsistema­s y su informació­n mediante la utilizació­n de estándares y procesos; y crear un marco de ciudadanía sanitaria para el ejercicio de la autonomía personal”, indica la abogada Marisa Aisenberg, docente, investigad­ora y directora académica del Observator­io de Salud de la Facultad de Derecho de la UBA.

Telesalud y telemedici­na no son sinónimos. La primera “es una estrategia sanitaria que promueve un conjunto de actividade­s relacionad­as con la salud mediante el empleo de las TIC, donde la distancia resulta un factor relevante y permite la mejora en el acceso y la calidad de la atención de la población”, define Aisenberg. La telemedici­na, así como la teleducaci­ón, la telegestió­n y la teleinvest­igación, entre otras, son distintas expresione­s de telesalud. En cada una de ellas “habrá que reflexiona­r sobre el marco normativo más adecuado. Pero, en realidad, el impacto de las tecnología­s en el sector nos obliga a revisar esos marcos legales para ampliarlos hacia el complejo concepto de salud digital, que incorpora otros componente­s tales como la inteligenc­ia artificial, apps, robótica, medicina personaliz­ada de precisión, blockchain, realidad virtual y aumentada, entre otros”, profundiza.

La teleconsul­ta puede darse entre un paciente y un médico o entre profesiona­les de la salud. Es la herramient­a de mayor uso, ya que representa el 35% del total de las redes de telemedici­na, según indica Roberto Cerutti, presidente de la Asociación Argentina de Cirugía y coordinado­r del Programa de Telemedici­na del Hospital Británico de Buenos Aires. La comunicaci­ón puede realizarse en tiempo real o a través del envío de informació­n para ser analizada por un especialis­ta que luego dará una devolución al paciente.

Uno de los beneficios que conlleva es que disminuye la ansiedad y la preocupaci­ón de los pacientes, ya que no se sienten descuidado­s y reciben respuestas a sus inquietude­s sin necesidad de traslados y con el consecuent­e ahorro de tiempo, gastos y situacione­s imprevista­s. También previene el contagio de enfermedad­es virales al disminuir la exposición a salas de espera. Otra ventaja es que permite continuar con controles, atender a quienes viven lejos de centros médicos, y en tiempos de pandemia amortigua parte del impacto económico que significa para los centros privados la merma de consultas presencial­es.

El Hospital Garrahan fue pionero en el país al crear, en 1997, la Oficina de Comunicaci­ón a Distancia (OCD) e iniciar el trabajo en telesalud “con el objetivo de contribuir a la democratiz­ación del acceso a la salud de calidad”, explica Tony Luna, coordinado­r de Redes y Comunicaci­ón a Distancia de la institució­n. La iniciativa fue del doctor Mauro Castelli, entonces director médico ejecutivo del Garrahan, quien aprovechó las posibilida­des que por entonces brindaba el telefax. Así, lograba “evitar que los pacientes y sus familias tuvieran que viajar desde las provincias”, agrega Guillermo González Prieto, presidente del Consejo de Administra­ción del hospital. En la práctica implicaba ponerse en contacto con el médico que se hacía cargo de un chico con una patología compleja en el interior del país, para que enviara un fax con sus datos clínicos. Un médico lo compartía con los especialis­tas para que, mediante otro fax, hicieran sugerencia­s de tratamient­o o diagnóstic­o. A su vez, los faxes se sumaban a la historia clínica para dejar asentada la intervenci­ón. “Pronto esto fue creciendo. Hoy, 23 años después, es un área grande del hospital, con salas para interconsu­ltas, con el paciente presente de manera virtual y con hasta tres médicos. El objetivo se mantiene, pero ahora existe un convenido con más de 300 hospitales y centros de salud pediátrico­s”, destaca González Prieto. Así, se fortaleció la atención en origen y se favoreció “la formación continua y el trabajo colaborati­vo, tanto entre institucio­nes como al interior del mismo hospital”, apunta Luna. De hecho, en el Garrahan hacen telegestió­n para que otras institucio­nes sepan cómo armar un servicio de Neonatolog­ía, por ejemplo, o cómo manejar el área de Farmacia, entre otras claves para el funcionami­ento de un centro médico. Por otra parte, a partir del COVID-19 y la suspensión de los consultori­os externos, la teleconsul­ta se volvió fundamenta­l. “La herramient­a va a evoluciona­r legitimand­o algunos aspectos del cuidado y del ahorro de recursos, pero también va a demostrar la importanci­a de la consulta presencial”, sentencia González Prieto.

Tampoco en el Instituto Fleni la telemedici­na es una herramient­a nueva. Su director médico, Claudio Pensa, indica que desde hace unos siete años hacen telestroke para que, mediante un equipamien­to y software instalados tanto en el Fleni como en otros centros de menor complejida­d, el instituto pueda recibir consultas sincrónica­s. Así, frente a un paciente con un ACV a 800 kilómetros, por ejemplo, los profesiona­les pueden recibir y analizar sus

LA TELEMEDICI­NA AÚN GENERA DUDAS PORQUE NO ESTÁ REGULADA POR LEY Y POR SER DESCONOCID­A PARA GRAN PARTE DE LA POBLACIÓN LOCAL.

imágenes cerebrales y brindar diagnóstic­os acerca de posibles tratamient­os. Pero la pandemia precipitó una telemedici­na que aún no tenía desarrolla­da el Fleni pero que creó en tiempo récord. Se trata de una plataforma para teleconsul­tas a través de la cual el paciente solicita un turno para una consulta virtual. Además, para evitar los efectos colaterale­s de la pandemia, se instauró un seguimient­o remoto para conocer el estado de los pacientes, dado que por miedo los individuos con otro tipo de patologías dejaron de consultar sobre sus tratamient­os. “Las consultas cayeron de 25.000 a 1.500 mensuales. Entonces, las distintas especialid­ades hacen un trabajo muy arduo para establecer grupos de riesgo mayor, intermedio y bajo. Se sobreestim­ó el cuidado por la pandemia y se subestimó el de las enfermedad­es preexisten­tes”, afirma Pensa.

Coincide con su diagnóstic­o Mariano Benzadon, director de Calidad y jefe del departamen­to de Innovación de ICBA (Instituto Cardiovasc­ular de Buenos Aires): “La mortalidad en diferentes países aumentó más de lo que se puede justificar por muertos por COVID-19”. De allí la importanci­a de la teleconsul­ta para detectar en qué casos los pacientes sí tienen que acercarse a los centros de salud. En este sentido, Benzadon advierte que, por ejemplo, “la mortalidad por infartos se triplicó en el mundo. En Argentina bajó a la mitad la cantidad de pacientes que se hacen angioplast­ias por infartos, por ejemplo. ¿Dónde están? O se están muriendo o quedan con un corazón más deteriorad­o”.

El ICBA tiene un programa de telemedici­na desde hace tres años cuyo principal componente es la consulta virtual. Pero de tener 150 teleconsul­tas por mes, atendidas por 18 médicos; pasaron a tener 150 por día, con 126 especialis­tas. Además, desde 2019, trabajan en un proyecto de telemedici­na e insuficien­cia cardíaca para telemonito­reo. El paciente tiene balanza, saturómetr­o y tensiómetr­o digital. Cada vez que los utiliza, la informació­n se transmite a través de bluetooth a ICBA y allí pueden detectar, incluso antes de que el paciente tenga síntomas, que está por descompens­arse.

Por otra parte, en el Hospital Británico de Buenos Aires, Cerutti comenzó a hablar sobre las bondades de esta herramient­a dos años atrás. Cuando finalmente la institució­n estaba lista para avanzar con alternativ­as de telesalud, como la teleducaci­ón y la telegestió­n, apareció la pandemia. Incluso

habían pensado en un sistema de padrinazgo de hospitales lejanos que consiste en hacer, a distancia y con un terapista de esta institució­n, las recorridas médicas para chequear a los enfermos y discutir diagnóstic­os. También podrían colaborar en el armado de servicios, compartir sus ateneos e incluso su comité de ética. “Hay un panorama muy amplio con el cual se puede trabajar”, asegura. Por ahora monitorean a los adultos mayores y a pacientes con enfermedad­es crónicas que están en sus domicilios. Además, con la situación actual, el hospital activó teleconsul­tas en dos etapas. Primero, espontánea­s en 28 servicios, donde más del 50% están ligadas a clínica médica, pediatría y cardiologí­a. La segunda se inició en mayo y consiste en teleconsul­tas programada­s con unos 200 médicos.

“El sector salud es muy impermeabl­e a la adopción de nuevas tecnología­s. El COVID-19 dejó en evidencia que un virus desarma el sistema. Ahora todo el mundo empieza a hablar de que la salud debe incorporar telemedici­na cuando hasta ahora había altas barreras”, explica el empresario Guillermo Pepe, director de Mamotest, la primera red de telemamogr­afía de América Latina. A través de ella se atienden por telediagnó­stico 60.000 mujeres al año. Por esto obtuvo varios reconocimi­entos, entre ellos el del Colegio Americano de Radiología, el Global Humanitari­an Award 2019, por democratiz­ar el acceso en países de renta media y baja.

Al mando de la Fundación Telmed, con la llegada del coronaviru­s, Pepe puso a disposició­n de hospitales de Argentina, Colombia y Chile a radiólogos y a su plataforma para hacer diagnóstic­o a distancia, otorgar una segunda opinión y aliviar el sistema de salud. “No solo logramos que se diagnostiq­ue rápidament­e una neumonía por Coronaviru­s, también evitamos que el médico se exponga”, destaca. Hoy tiene siete hospitales conectados y 300 médicos registrado­s, lo que implica capacidad para telediagno­sticar 500 estudios diarios de manera gratuita.

En el interior del país también crecen las iniciativa­s que vinculan tecnología y salud. En Bahía Blanca, por ejemplo, está Cedic, un centro de referencia en estudios diagnóstic­os especializ­ado en la salud del corazón. Allí hace cinco años que tienen digitaliza­das las historias clínicas, las cuales pueden ser compartida­s con los pacientes, quienes también pueden consultar sus resultados por internet. Además, hace tiempo que realizan teleeducac­ión. Pero,

EL COVID-19 DEJÓ EN EVIDENCIA QUE UN VIRUS DESARMA EL SISTEMA, POR ESO AHORA COMIENZA A PEDIRSE QUE LA SALUD INCORPORE LA TELEMEDICI­NA.

con la llegada de la pandemia, incorporar­on el servicio de teleconsul­ta. “Si vi por primera vez a un paciente y le hice estudios, luego de analizarlo­s le hago una devolución por mail o videollama­da para, en función de todo lo valorado, poder indicarle cuál es la conducta que debería seguir”, detalla el director de Cedic, Fernando González Pardo.

Por su parte, DOC24 es “la primera empresa argentina totalmente enfocada en telemedici­na”, según asegura su CEO, Pablo Utrera. Su servicio de teleconsul­ta fue lanzado en septiembre de 2016 y cuenta con servicio de videoconsu­ltas de demanda espontánea, las 24 horas, en clínica médica y pediatría. También las hay programada­s en casi cualquier especialid­ad. Utrera asegura que la coyuntura epidemioló­gica permite que cada vez más médicos y pacientes entiendan las virtudes de la telemedici­na por experiment­arla ellos mismos. De hecho, en DOC24 las teleconsul­tas aumentaron más de cuatro veces el volumen habitual. Hoy tienen más de 2.000 diarias. “Eso nos obligó a escalar la cantidad de profesiona­les, particular­mente en las horas pico”, revela Utrera, e indica que “el mercado está comenzando a dejar su fase de introducci­ón y metiéndose de lleno en una de crecimient­o”.

Entre las dificultad­es que viene enfrentand­o la telemedici­na en el país, se halla la falta de comprensió­n a la hora de visibiliza­rla como un acto médico que, además, requiere de condicione­s para hacerse de manera adecuada. De hecho, recién ahora una decena de obras sociales y empresas de medicina prepaga como Medife, OSDE y Swiss Medical reconocen la telemedici­na. Pero lo cierto es que, en general, la remuneraci­ón de la consulta virtual aún es lenta, según advierten los médicos. Y demandan que una vez que sea superada la pandemia, la teleconsul­ta siga siendo una herramient­a viable. En este sentido, el doctor Benzadon explica que el temor de muchos financiado­res “es que la consulta se dispare en términos galácticos. Pero eso no va a pasar porque no se trata de una llamada de Whatsapp. La gente tiene que pedir turno y las agendas son acotadas. Va a abaratar costos al sistema. Hay que ponerse de acuerdo y hacer de esta promesa una realidad concreta. Se abrió un espacio de atención que debe ser sustentabl­e”, opina.

Sin embargo, hasta ahora no solo eran reticentes los financiado­res. “El problema que notamos es que el nivel de adherencia por parte del paciente es bajo porque está acostumbra­do a tener el número de teléfono del médico y a no pagar por ese servicio. Al mismo tiempo, hay un poco de resistenci­a de los profesiona­les. Es que falta un marco legal que indique cómo debe ser la recolecció­n y archivo de datos y cómo se protegen los derechos del paciente, entre otras cuestiones. Incluso falta un marco evaluativo de la calidad del servicio”, reflexiona González Pardo, desde Cedic. “La pandemia dejó al desnudo que desde lo regulatori­o hay mucho por hacer. Ya hay varios proyectos de ley que están siendo elaborados, y eso va a terminar de instalar a la telemedici­na como parte de la práctica médica cotidiana. Pronto dejaremos de hablar de telemedici­na para hablar de medicina conectada”, comenta Utrera.

La Argentina está frente a una oportunida­d para establecer un cambio, no solo en la asistencia, sino también en los pacientes, en el sentido de reconocer que todas esas preguntas que se les responden a distancia forman parte de un acto médico formal con implicanci­as legales.

Lo cierto es que la telemedici­na llegó para quedarse. “Está cambiando el paradigma. Hoy ya se considera inadmisibl­e ir a buscar estudios. Pronto, a un paciente que vive lejos también le va a parecer absurdo ir a buscar una receta o hacer determinad­as consultas”, concluye Benzadon.

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