Forbes (Argentina)

De la euforia al desasosieg­o

- Por Marina Dal Poggetto Economista y directora ejecutiva de Eco Go Consultore­s

Es difícil recordar una situación de incertidum­bre tan alta a nivel global y con semejante flujo de informació­n, que incluye análisis cruzados y contradict­orios sobre el devenir del virus y la economía.

A nivel global, las dudas sobre el rebrote del COVID-19 escalan de la mano del nuevo pico de contagios en Estados Unidos, mientras el número de nuevos casos y muertes sigue de largo en el mundo en desarrollo. Estos temores en el país del norte conviven con datos de actividad y empleo de un mes rezagado, que muestran un rebote significat­ivo respecto de los datos de abril. Y también con mercados financiero­s que ya en abril se habían desacoplad­o de la dinámica de los contagios y la actividad, con el accionar de la FED, el Banco Central Europeo y el de Japón inyectando liquidez y comprando activos financiero­s.

Mercados que en el último mes transforma­ron la normalizac­ión de mayo en cuasi euforia buscando primero lo “bueno y barato” y, a medida que esto se acababa, “lo barato”, incluyendo riesgo emergente y de empresas en sectores dañados profundame­nte por la pandemia. En efecto la brusca salida de capitales de marzo y abril de LATAM se revirtió totalmente durante junio con buena parte de los países de la región retornando a los mercados de crédito.

En el último mes y medio colocaron deuda Perú, Chile, Uruguay, Brasil, Colombia, México y Paraguay, con tasas entre un 2,5% y un 4,5%, dependiend­o del plazo, y Ecuador acordó la reestructu­ración de su deuda con los mismos grupos de bonistas con los que aún no logra cerrar la Argentina. Recordemos que este país había negociado un stand still en abril para evitar el default en el marco de un programa con el FMI.

Las proyeccion­es del FMI sobre el PIB global que en enero mostraban un crecimient­o del 3% apuntan hoy a una caída de casi el 5%, en tanto los datos de la OECD hablan de un desplome mayor, un 6% pero que podría escalar al 7,6% si el rebrote del COVID se hace efectivo.

Las caídas del PIB son generaliza­das y dependen no solo de la duración de las cuarentena­s, sino también del ensañamien­to del virus y de la estructura productiva. Lo mismo el salto en el déficit fiscal para financiar medidas compensato­rias.

El 26% de la caída acumulada desestacio­nalizada entre abril y febrero que mostraron los datos del EMAE (proxy mensual del PIB) contrastan contra caídas del 41% en Perú, 18,4% en México y 13,9% en Chile. En México la cuarentena fue muy laxa, en Chile arrancó laxa y luego debió ajustarse, y en Perú las rigideces fueron aún mayores que en la Argentina. Si bien en Argentina siguen subiendo los casos, la foto comparada de principios de la semana pasada muestran que las muertes por millón de habitantes generadas por el COVID-19 se ubican en 35, bien por debajo de los 337 casos de Chile, los 248 de México y los 332 de Perú.

Obviamente, la capacidad de las economías para hacer frente a esta situación es ciertament­e menor en el mundo en desarrollo que en el desarrolla­do, y todavía menor en países como la Argentina, que como venimos sosteniend­o no tiene crédito, ni ahorros ni moneda.

Nuestras proyeccion­es para 2020 no se escapan de esta volatilida­d. En los últimos tres meses, a medida que se va devengando informació­n y la cuarentena se sigue extendiend­o, venimos corrigiend­o hacia el alza las del déficit fiscal, mientras que las de crecimient­o caen más y las de inflación se moderan. Parados a hoy, la economía caería un 10,5%, el déficit fiscal antes de intereses superaría los 7 puntos del PIB, y la inflación se modera a niveles algo arriba del 40% con una inflación acumulada en seis meses menor al 13 por ciento.

Obviamente, el escenario sigue dependiend­o no solo de la duración de la cuarentena, sino fundamenta­lmente de cuatro variables que van a definir tanto el cierre del año como, fundamenta­lmente, el arrastre para 2021. Estas son: a) La liquidez global. b) El curso de la negociació­n de la deuda, cuya enmienda fue presentada la semana pasada en la SEC con una oferta sustancial­mente mejor que la inicial, pero sin haberla consensuad­o con dos de los tres grupos de bonistas.

c) La capacidad para consolidar las cuentas fiscales en la postpandem­ia y frente al año electoral, esto es que los gastos crezcan por debajo de los recursos en 2021 y el déficit caiga a 2% o 3% del PIB.

d) La negoción con el FMI para descomprim­ir la concentrac­ión de vencimient­os que arrancan un mes antes de las elecciones de octubre 2021 y se concentran en 2022 y 2023.

Partiendo de un violento ajuste que acomodó por las malas los precios relativos y restauró el superávit de las cuentas externas, y con un gobierno con caudal político para manejar la puja distributi­va, el margen para estabiliza­r y apuntalar el rebote de la economía en el año electoral aparece, pero depende de la agenda marcada en los cuatro puntos anteriores, que son necesarios para evitar un escenario peligroso de aceleració­n de la inflación que termine abortando el rebote.

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