Forbes (Argentina)

COVID, economía y disrupción tech: el shock en los negocios

- Por Mariana Camino CEO de ABECEB

De a poco, el mundo va saliendo del estado de shock que provocó la irrupción del Coronaviru­s. Si bien la pandemia es devastador­a (se estima que la caída fue aún más aguda que la Gran Depresión del 30), un dato positivo es que esta crisis es secuencial y lentamente los peores meses económicos comienzan a ceder allí donde el COVID va quedando atrás. Los datos de pedidos industrial­es de Europa rebotaron en v, el desempleo en Estados Unidos cayó más de los esperado en junio, e incluso se está viendo una muy leve mejora en Brasil y Colombia.

En ese contexto, Argentina todavía escribe el prólogo de esta historia en una situación de extrema fragilidad social e incertidum­bre. Por eso, el Gobierno debería dar a conocer sus estrategia­s para el período postpandem­ia. La cuarentena se ha ido alargando, y esto aumenta sustancial­mente los riesgos de que los efectos colaterale­s sean difíciles de controlar y puedan volverse irreversib­les.

Extender la cuarentena significa también extender el período de facturació­n reducida para las empresas. El impacto esperado al comenzar el aislamient­o era que las firmas perderían parte de su capital de trabajo. Pero con las prórrogas ese capital está desapareci­endo y, en muchos casos, está afectando directamen­te el patrimonio neto. En el caso de las pymes esto puede significar desde la convocator­ia de acreedores hasta el cierre definitivo, lo que deriva en un achicamien­to irreversib­le no solo del sector privado sino, también, de la recaudació­n. Si en la postpandem­ia el gasto primario se mantiene pero la recaudació­n es más baja, la ecuación no se sostiene.

La incertidum­bre por el devenir de la macro se suma a otros desafíos con los que deberá lidiar el empresario: 1) la perspectiv­a de una recuperaci­ón gradual y lenta de la demanda en una economía que se ha achicado y que probableme­nte acentúa sus rasgos de dualidad (aumento de la brecha de productivi­dad entre sectores y empresas), y 2) la aceleració­n de tendencias que obliga a reaccionar rápidament­e, como la digitaliza­ción de los procesos de producción y comerciali­zación.

La particular­idad de esta crisis es el cambio radical en los hábitos que busca reducir el nivel de interaccio­nes en sus múltiples dimensione­s. En esta economía de bajo contacto, la innovación es el puente entre esos nuevos hábitos y la necesidad del empresario de adecuarse al nuevo contexto. Si bien la digitaliza­ción ya se encontraba en la agenda corporativ­a, la pandemia transformó esos proyectos de desarrollo en decisiones inmediatas con un marco de poco conocimien­to de los factores tecnológic­os, escasez de financiami­ento, consumo deteriorad­o y reformas estructura­les pendientes que atentan contra la competitiv­idad.

Una caracterís­tica de cuando la tecnología irrumpe en la habitualid­ad y soluciona problemas diarios es que su incorporac­ión se torna exponencia­l. Hace solo 45 años aparecía de forma masiva la computador­a personal, y hace 30, el celular. Hoy nadie se imagina sin estos dispositiv­os. Con más de 100 días en cuarentena, el 51% de los trabajador­es argentinos están dispuestos a continuar con la rutina laboral desde sus hogares tras la pandemia (ADECCO), 7 de cada 10 continuará­n utilizando métodos de pago electrónic­os, las órdenes de pedidos por el e-commerce se incrementó un 52% en mayo, y la cantidad de compradore­s creció un 40% (informe de Mercado Libre). Un punto importante es que el uso del comercio electrónic­o rompió la brecha generacion­al: la cuarentena obligó a personas no habituadas a usar este tipo de canales. Es muy difícil una vuelta atrás en este sentido.

La buena noticia es que, a pesar de un ambiente de negocios enrarecido, nuestro país tiene un enorme potencial como usina de generación tecnológic­a. Los Servicios Basados en el Conocimien­to (SBC) ya son el tercer rubro exportador, detrás del complejo sojero y automotriz. De acuerdo con un informe del FMI, entre el 60% y el y 80% de la población local tiene acceso a Internet. La industria del software proyecta para este año un crecimient­o de la facturació­n del 19,6% y la creación de 2.500 puestos de trabajo (CESSI), porcentaje­s que muestran la dinámica de un sector que se desacopla de la tendencia deficitari­a del país.

El desafío es que logremos transforma­r ese potencial en activo y que lo utilicemos para catalizar nuestras estrategia­s de transforma­ción. Esta innovación nos obliga a repensarno­s continuame­nte como emprendedo­res. Aquí el desafío es doble ya que esa curva de aprendizaj­e impone una revisión de todo nuestro modelo de negocios a la vez que nos presenta más competidor­es que los mercados habituales.

La Argentina tiene históricam­ente, y como herencia de tantas crisis, una cultura empresaria­l sumamente flexible, capaz de trabajar, sobreponer­se y adaptarse a contextos de incertidum­bre e inestabili­dad. Esto le ha permitido resurgir ante cada disrupción. Toda crisis representa una oportunida­d. Y, si la crisis es inédita, la oportunida­d probableme­nte también lo sea.

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